Por Belén Cianferoni.
Crónicas de cuando exploto Crónicas de cuando exploto
¡¡¡Basta!!! Alto. Vamos bajando un cambio. Viene siendo un mes con tutti quanti. Contemos hasta cuatro. Vamos a buscar un lugar tranquilo para sentarnos y, antes de hablar sobre la locura de septiembre, hagamos una respiración.
Mirá, sentémonos ahí en esa silla cerca de la mesa del comedor. Sentémonos derechos ¿te acuerdas cómo renegábamos antes cuando la abuela nos decía que teníamos que estar más rectos y sentarnos bien? Si nos viera ahora: buscándonos que alguien cualquiera nos haga sentarnos derechitos.
También te puede interesar:
¿Ya está? Relajemos los hombros y el cuello. Mové esos hombros y ese cuello. ¿Te acuerdas cuando apareció ese Head & Shoulders con menta y, cuando te tocaba la piel, sentías el frío en los hombros y en la panza? ¡Chuy, chuy, mijito! Pero qué lindo te quedaba el pelo.
¿Te sentís más relajado? Vamos a respirar. 2. Por la nariz: inhalá lentamente contando hasta cuatro. 1, 2, 3 y 4. Mantené el aire en los pulmones contando nuevamente hasta cuatro. 1, 2, 3 y 4. Exhalá lentamente por la boca contando hasta cuatro. 1, 2, 3 y 4. Mantené los pulmones vacíos y hacé una pausa contando hasta cuatro. 1, 2, 3 y 4.
Mejor, ¿no? Es bueno romper un poco la estructura y, así, relajando la mandíbula, hablar.
Tengo sangre árabe e italiana por ahí pululando, diluida en no sé qué, y doña esclerosis múltiple jugando con los botones de mis emociones; así que suelo explotar y llorar cuando siento que la situación me sobrepasa. Lloro mucho, me enojo conmigo misma y grito. Cuando no controlo mis emociones, las emociones me controlan a mí, y siento que me descarrilo como tren sin rieles.
¿Esto soy? ¿Solo esto puedo hacer? ¿Para esto estoy capacitada? Miro cómo la sociedad avanza y mis deberes se apilan. Me siento encadenada a papeles. ¿Solo papeles pueden tenerme encadenada? Todo es rápido y urgente; todo es para ayer.
Necesito respirar mejor y descansar, pensando que esto que me está pasando es momentáneo. Recuerdo las canciones de Almafuerte "Debes saberlo" y me canto a mí misma: "solo es un mal día, repetí, mi amor". Entiendo a Iorio, que hoy es difícil; pero ¿qué pasa si mañana también es difícil? Ricardo diría: entonces tendrás otro momento mejor en otro momento; no es una mala vida, solo andás mal enfocada.
Respiro. Amanecí con las personas que más amo durmiendo tranquilas en su cama. Si bien parece que todo nos sobrepasa, solo por hoy, domingo, cerremos todo; miremos a los que nos aman y abracémonos sin mirar el celular.
Aprendí con los años que no siempre hace falta tener todo solucionado ya. Pedir ayuda no es debilidad: es un trámite de supervivencia. Hay amigos que te dicen "venite a tomar mate" y ya con eso se mueve algo dentro una cuerda floja que se tensa y te recuerda que no estás sola. También hay profesionalidades distintas que sirven: una charla corta con alguien que sepa acompañar puede ser un remiendo más efectivo que mil consejos bienintencionados.
Y si no alcanza, agarro pequeñas cosas domésticas que funcionan como rituales: preparar el mate con paciencia, prender una canción que me haga llorar y después reírme, apagar las redes por unas horas, acostarme media hora más, aunque el mundo me diga que no tengo tiempo. Esas minutas de ternura conmigo misma son la estrategia de combate; son la manera sencilla y cotidiana de bancarme el embate de la urgencia.
Por lo pronto, espero que ese mate que ahora nos acompaña siga siendo su jinete hoy y siempre, queridos lectores.
Sobrevivimos a pandemias, enfermedades, corazones rotos y a asados sin sal. Vamos a sobrevivir a esto que nos está pasando y que no podemos compartir con el otro en voz alta aún. Vamos a sobrevivir. Vamos a sanar. Hoy tenemos que seguir respirando en cuatro, amigos.
Hasta la próxima entrega.








