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EL LIBERAL . Santiago

Belgrano y la batalla de Tucumán (24/9/1812) 

Por Antonio V. Castiglione (para "El Liberal"). Instituto Belgraniano de La Banda (2025)

23/09/2025 13:15 Santiago
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Belgrano y la batalla de Tucumán (24/9/1812)  Belgrano y la batalla de Tucumán (24/9/1812) 

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Antecedentes: Los triunfos de Huaqui y Sipe Sipe, permitieron a los realistas tomar Cochabamba, asegurar el Alto Perú, para luego lanzarse sobre Jujuy, con 3.500 soldados (himno original: "y cual lloran bañados en sangre, Potosí, Cochabamba y La Paz"). 

Sus planes preveían refuerzos a Vigodet (Montevideo), más un acuerdo con Brasil, que prometió el apoyo de un ejército portugués de 5.000 hombres, para secundar el ataque realista contra Bs. As. y sofocar la revolución. Contaban además, con que llegado el momento, los 10.000 españoles que habitaban en Bs. As. también apoyarían. 

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El Triunvirato designó a Belgrano como jefe del Ejército, quien se trasladó de inmediato al Norte, arribando a Yatasto el 3/4/1812. Al asumir, prometió a los jujeños asistirlos en su defensa. El nuevo Jefe debía reorganizar el ejército, y si avanzaban las tropas realistas y no los podía enfrentar, retirarse hasta Córdoba. 

El ejército: Cuando se hizo cargo, el ejército era un grupo de hombres desorganizados, indisciplinados, desarrapados, mal armados, mal alimentados, con mucha deserción. De los 1.000 sobrevivientes, 500 estaban heridos o con paludismo. Su armamento consistía en 600 fusiles, con 25 balas para cada uno, sin cañones, pocos sables y lanzas. No merecía siquiera el nombre de tal. Carecía del apoyo del pueblo, sin auxilio de Bs. As., y abandonado a su propia suerte. Los porteños con su atención exclusiva en Montevideo, habían olvidado casi por completo la guerra en el Alto Perú. 

Otro problema eran los españoles de Salta y Jujuy, donde habitaban muchas familias realistas adversarias de la revolución, con espías. 

Belgrano armó su campamento en Jujuy, mejoró la calidad de oficiales y jefes, incorporó gente, adiestró a la tropa, mejoró el armamento, creó la compañía de exploradores, cuerpo de ingenieros, batallón de cazadores y escuadrones de pardos y morenos. En la caballería, introdujo la lanza y la dividió en tres compañías. Los artilleros eran pocos, y no obstante haber poca pólvora y no poder realizar prácticas de tiro al blanco, eran instruidos todo el día. Levantó una carta topográfica, fundó una academia para oficiales, realizó mejoras orgánicas y económicas. Inspeccionaba personalmente el rancho y los alimentos para enfermos. Su proyecto de reclutamiento ha sido considerado como el precursor de la ley de servicio militar. Instaló un hospital en Jujuy, que mejoró la salud de la tropa. Recibió 400 fusiles, y fabricaron cartucheras, herraduras y calzados para los soldados. Para ello impuso contribuciones forzosas. 

Aunque desprovisto de pericia militar, Belgrano -que era abogado- había estudiado los maestros de la guerra, de modo que sin ser un genio guerrero, reveló que él era un hombre de las circunstancias, estimulado por el patriotismo (Mitre). 

Orden del Triunvirato: Descartados los refuerzos desde Bs. As. y ante la imposibilidad de enfrentar al invasor, dispuso el "Éxodo Jujeño", consistente en producir el vacío más absoluto al enemigo, evacuación total de población y haciendas, destrucción de sembradíos y llevar todos sus animales, de modo que el enemigo no encontrase agua ni comida, privado de todo recurso. Tiraron animales muertos en pozos de agua para contaminarlos, ya que los realistas arribarían hambrientos y sedientos. 

Se abandonó Jujuy el 23/8, constituyendo una epopeya de nuestra historia. Los realistas ingresaron el 24. 

El triunfo de la batalla de Las Piedras permitió a Belgrano creer en la idea de afirmarse en Tucumán, pese a las instrucciones de retirarse a Córdoba. Comenzó entonces a materializar su pensamiento de brindarle a la Patria un día de gloria y fue colocándose en estado de desobediencia. Primero creyó en un éxito parcial, luego contenerlo en Tucumán y finalmente, batirlo o morir con gloria.  

Él recibió la orden de retirada, con el objeto de salvar el ejército. Pero también conocía la dificultad de conducirlo por la "travesía" de las salinas santiagueñas. Sabía además que un paso más hacia atrás, significaría perder la tropa nativa del Norte, la que desertaría con sus armas. Por otra parte, encontró la firme decisión de la población y gobierno tucumanos, de ayudarlo con todo lo que pudieren, y quienes en masa habían tomado las armas. Más el argumento de preferir morir con gloria en una batalla, que a ser vencido en una retirada. 

Cuando tomó la decisión de dar batalla, eligió para ello el "Campo de Las Carreras", en las afueras de Tucumán, al pie del Aconquija. Era una meseta, rodeada de arroyos que formaban una red de canales, anchas planicies ligeramente accidentadas, con bosques de naranjos y laureles, un terreno favorable para el despliegue de la caballería. Al mismo tiempo, previendo una eventual derrota, preparó y fortificó la ciudad, con trincheras y barricadas, guarecida con 6 cañones y un piquete de infantería, para un eventual repliegue y poder continuar la resistencia en ella. 

Errores: Esta batalla estuvo plagada de improvisaciones y errores, pero fue un indiscutible triunfo de Belgrano, realizado con la mitad de los efectivos, inferioridad de armamento e instrucción militar (los españoles venían con la experiencia de haber enfrentado a Napoleón). La expedición realista fue más atrevida que bien calculada y tuvo un desenlace de funestas y trascendentes consecuencias. Tenían excesiva confianza en sus fuerzas y despreocupación por el valor combativo del adversario. Subestimaron a Belgrano. Contrariaron órdenes del virrey Abascal, quien había indicado no sobrepasar de Salta. Al alejarse, lo hacían del grueso de su ejército, puesto que a medida que se alejaban de su base de operaciones (Bolivia) se debilitaban, mientras que Belgrano, en cambio, al retroceder a su centro de recursos (Tucumán) se reforzaba. El Gral. Tristán se dejó arrastrar por la continua retirada de Belgrano y fue confundido con su hábil estrategia de viajar por el camino del Palomar (Jujuy-Santiago), en lugar del "de las Postas", y de esa manera se confundió, creyendo que no iría a Tucumán, sino que se dirigiría directamente a Córdoba, como le habían ordenado (y era la información que tenía de sus espías).

Ya en Tucumán y basado en su superioridad numérica (4.000 soldados), supuso que Belgrano adoptaría una posición defensiva, se encerraría con su ejército (1.800 soldados) en la ciudad, y no se atrevería a tomar la iniciativa en ningún caso. Para ese supuesto, se había propuesto rendir la plaza por hambre o por las armas. Planeó rodear la ciudad e interceptar el camino del Sur hacia Santiago, para cortar una posible retirada. 

Como Tristán no había previsto combatir ese 24, su tropa llegó al campo de batalla con las armas sin cargar y la artillería aún sobre las mulas. 

Se sumaba a que debido a la sinuosidad del terreno, los cursos de agua que podían dividir a la infantería de la caballería, la frondosa vegetación y la falta de exploración previa, ignoraba la posición de nuestras armas, como así también que Belgrano había improvisado una fuerte y audaz columna de caballería. 

La batalla: los movimientos se iniciaron temprano aquel 24 de Septiembre (día de la Virgen y jornada sublime del General). 

Belgrano formó a su infantería (800) en cuatro columnas, tres en línea y una de reserva (Dorrego). La caballería cubría las alas, más una de reserva. La artillería (Holmberg), con sus únicos 4 cañones, colocados entre las 3 columnas. 

Lamadrid, destacado en observación, encontró a la avanzada española y prendió fuego a unos pajonales, obligando al enemigo a tener que dirigirse a un terreno menos propicio, a la vez que le indicó a Belgrano la dirección de la marcha del enemigo. 

Ese día, hubo en el campo de batalla tres circunstancias especiales que ayudaron a nuestras tropas: un oscurecimiento del cielo, la humareda provocada por Lamadrid con su quemazón, más una providencial manga de langostas que se surgiera de los pastizales, dificultó la visión y confundió a los realistas, que no pudieron ver que detrás de la infantería patriota, estaba la caballería oculta y pronta para una emboscada. Esos acontecimientos de la naturaleza son descriptos como sobrenaturales o providenciales y le son acreditados a la Virgen. 

Estando a tiro de cañón, la artillería patriota rompió fuego, que desarmó a los batallones Cotabamba y Abancay. En su ala izquierda, debido a la superioridad enemiga, los patriotas sufrieron un contraste y perdieron terreno. 

Como buen ajedrecista, Belgrano observaba atentamente el campo de batalla, y constató que con el éxito de su artillería, su infantería quedó dueña del centro apoderándose de todo el material del enemigo, que huyó en confusa desbandada. Por lo que dispuso la inmediata carga de la caballería. Desde la derecha salió Dorrego con sus 800 jinetes, "como un torrente bárbaro, un tumulto aterrador de los caballos y más un ruido espantoso de los gauchos golpeando los guardamontes con el cabo de madera de sus rebenques" (López).  

La única maniobra que había aprendido y practicado nuestra infantería, era un despliegue en tres columnas colocadas en línea, a paso de ataque con la bayoneta calada, y con sus alas apoyadas en la caballería. De modo que el buen desempeño de la infantería en el centro (Warnes), apoyada por la reserva (Dorrego), hizo que desarrollaran exitosamente su acción, con más la carga de la caballería (Balcarce) a la retaguardia, que tomó muchos prisioneros enemigos. Sépase que un tercio de la infantería patriota no tenía bayonetas, así que utilizaron cuchillos largos. 

La caballería tucumana amerita unas palabras especiales: Mitre la denominó "semi bárbara". Estaba armada en su mayor parte con lanzas y cuchillos enastados en palos, y muchos sin más que puñales, lazos y boleadoras, y presentaba un aspecto semi salvaje. Caprichosamente vestida con ponchos de todos colores, cubiertas sus piernas con anchos guardamontes, y su carga de espantosos alaridos, desconcertó, atemorizó y quebró a la izquierda realista. 

Estas atrevidas maniobras, que desordenaron las filas realistas, el avance del centro y el ataque de caballería por la derecha, correspondieron exclusivamente a Belgrano. También el haber triunfado contra toda probabilidad e incluso contra la voluntad del gobierno que ordenó retirarse. 

Al atardecer, el enemigo se retiró con fuertes pérdidas: de armamento (cañones, 385 fusiles, 133 bayonetas, cajones de municiones, 3 banderas, 2 estandartes); prisioneros, su mejor oficialidad: 4 coroneles, 12 capitanes, 56 oficiales, 626 soldados; muertos: 450. Perdieron todo su parque, mulas, carretas, pertrechos, de modo que no podía persistir la invasión. 

El resultado de la batalla fue un indiscutible triunfo de las armas de la Revolución, habiendo sido la batalla más criolla de América del Sur (López). De haber sido derrotado en Tucumán el ejército patriota, la revolución quedaba en grave peligro de ser sofocada. 

En el éxito tucumano, fue importante la acertada decisión de los jefes, cuando el General perdió contacto con ellos, en medio del fragor del combate. El parte de batalla denota su religiosidad y fe en la Virgen de las Mercedes. 

El día 25 hubo confusiones acerca del resultado del combate, tanto que en un primer momento hubo mutuos reclamos de rendición. Tristán envió un emisario a intimar la misma, bajo amenazas de prender fuego a la ciudad. Díaz Vélez le respondió que si intentaba hacerlo, haría fusilar en el acto a todos los jefes y oficiales que tenía allí prisioneros. Pero aclarado que fue el resultado, en la noche del 25 al 26, Tristán reunió a toda la tropa fugitiva que pudo, levantó su campamento y huyó hacia Salta. Advertido de ello, Belgrano destacó en su persecución una columna de 600 hombres. 

Efectuando una comparación, diremos que el combate de San Lorenzo duró menos de 20 minutos (gracias al genio sanmartiniano), mientras que la batalla de Tucumán -que fue entre dos ejércitos completos- duró dos días (mérito de la convicción de Belgrano). 

El 2º Triunvirato le confirió a Belgrano el grado de Capitán General. Al recibirlo, y expresando la grandeza de su alma, dijo que "sirvo a la Patria sin otro objeto de verla constituida y éste es el premio al que aspiro". 

Desobediencia: Belgrano desobedeció la orden de retirarse hacia Córdoba. Se insubordinó y contrajo una responsabilidad que prueba la elevación de su carácter. "La decisión de interrumpir la retirada y librar batalla desobedeciendo las instrucciones de la conducción constituye, por naturaleza, quizás la más grave de las determinaciones que puede tomar un militar. Ello requiere el enorme valor moral que significa echar sobre las espaldas propias, la suerte de la campaña toda. Esta resolución de presentar batalla, presenta un caso típico de iniciativa, y pone de manifiesto la presencia de ánimo, la decisión y el juicio sereno del autor. 

En carta a Rivadavia del 16/9/1812, le decía: "a mi llegada a Tucumán informé de la resolución que he tomado y que no hay arbitrio para separarme de ella. El único medio que me queda es presentar batalla fuera del pueblo, y en caso desgraciado encerrarme en la plaza para concluir con honor", "trataré de hacer una defensa honrosa".  

El Triunvirato insistió en que diera cumplimiento a las órdenes impartidas: "así lo manda este gobierno por última vez", advirtiéndole que "la falta de cumplimiento de ella le deberá producir a V.S. los más graves cargos de responsabilidad" (el 29/9/1812, emitida sin conocer aún el resultado de la batalla). Belgrano había triunfado a despecho de todas las previsiones. Esto provocó la impopularidad del Triunvirato, que cayó el 8 de Octubre, tres días después de conocida la victoria en Bs.As. 

Tropa santiagueña: nuestra provincia envió sus refuerzos, al igual que todas las vecinas. Según el plano de batalla, el piquete estuvo ubicado en la reserva que estaba colocada detrás de la infantería, detrás del 4º batallón de Pardos y Morenos, y al lado de la reserva de caballería del ala izquierda. Entre su oficialidad estuvieron Ibarra (ayudante del General), Lugones, Cumulat y Goncebat. Tanto que en la estatua de Belgrano, sita en nuestra plaza Libertad, aparece el Batallón Santiagueño, en el bronce Sur. 

Belgrano destacó el "el valor del heroico paisanaje de las provincias que nos han acompañado, particularmente de Sgo. del Estero" (Arch. Belgrano). 

Méritos: ganar una batalla como la de Tucumán, a cuyo éxito contribuyeron por mitad las faltas del enemigo, es un accidente de suerte variable de las armas y no es la más alta gloria de un general; pero resolverse a hacer pie firme al enemigo con un puñado de hombres, después de una retirada de 80 leguas, esperarle con cerca de la mitad menos de fuerza, dar la batalla contra las órdenes expresamente repetidas y perentorias; y luego, después del triunfo, rehusar la corona de triunfador y colocarla sobre las sienes de sus compañeros de armas, es un ejemplo de moderación del que la historia presenta poco ejemplos (Mitre). 

Trascendencia. Gloria: Lo que hace más gloriosa a esta batalla fue, no tanto el heroísmo de las tropas y la resolución de su General, cuanto la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana. En Tucumán salvóse no sólo la revolución argentina, sino puede decirse que se contribuyó de manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana. 

Si Belgrano, obedeciendo las órdenes se retiraba, las provincias del Norte se habrían perdido para siempre, como se perdiera el Alto Perú, para la Argentina. Posesionado el enemigo de Jujuy, Salta y Tucumán, podría haber levantado un ejército mayor que el que podía oponérsele, remontando su caballería con naturales de aquellas localidades. Derrotado el ejército patriota, el camino de Santa Fe quedaba libre. Las fuerzas revolucionarias concentradas sobre la margen occidental del Paraná se hubiesen visto obligadas a abandonar la Banda Oriental y de esa manera la revolución circunscribirse al territorio bonaerense (Mitre). 

Todo sin contar el desaliento que una derrota tenía que provocar en las filas patriotas. De esa manera el triunfo de Salta, la Asamblea Constituyente del año XIII (1813), la apertura del Congreso de Tucumán (1816), el paso de los Andes (1817), las batallas de Chacabuco y Maipo (1817), la expedición sobre Lima (1820), el auxilio de San Martín a Bolívar (1822), no hubieren tenido lugar, o por lo menos, se habrían retardado" (Mitre). 

El 24 de Septiembre fue su día de gloria. Ejército y pueblo, a quienes había transfundido sus ardores patrióticos, aplastaron al enemigo (Moya). 

Esta trascendente victoria imprimió a la Revolución de Mayo un carácter de invencible, que la convirtió en la fuerza motriz de todas las revoluciones emancipadoras del Nuevo Mundo (Díaz Molina). En ella se venció al mayor ejército extranjero que haya ingresado en nuestro territorio y al mayor ejército español en Sudamérica (de 1812). 

Cuando el destino de sus deberes para con la Patria llevó a Belgrano al Norte, su personalidad militar habría de alcanzar el pináculo de su magnitud y trascendencia (Sánchez de Bustamante). En ese momento, fue el militar más importante de nuestra guerra por la independencia (Caillet Bois). 

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