Por Diego M. Jiménez
El asunto Espert El asunto Espert
La lenta agonía del fin de la candidatura a diputado de José Luis Espert, muestra en su faceta más oscura la falta de transparencia en el financiamiento de la política. No es una novedad, ni tampoco una excepción. Es, en todo caso, una hipocresía compartida.
La política es un asunto de poder. De su obtención y conservación el mayor tiempo posible dentro del marco de lo que permitan las leyes de un país. Todo vale dentro de la ley. A veces, se fuerzan sus fronteras, pero se impide institucionalmente que estas se quiebren. Es un juego de intereses, que expresa ambiciones de todo tipo: buenas, malas, grises. Nunca del todo transparentes, como tampoco binarias. Todo se entrecruza en ese universo cuyo horizonte es la conquista del poder.
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Y existe el dinero, que, como ya sabemos, puede ser utilizado para fragilizar principios, trocar puntos de vista, influenciar decisiones o imponer intereses. Muchas veces, todo eso, al mismo tiempo. Por eso, a sabiendas de que es una empresa complicada, hay que controlar su origen, la cantidad utilizada y la forma que tienen de administrarlo quienes se encargan de utilizarlo con fines políticos.
Siempre es complejo, máxime en la Argentina, en donde convive una economía formal con otra informal, con muchos vasos comunicantes y con contabilidades no del todo claras. Se suman, a todo lo mencionado, los distintos "blanqueos" que alegremente las diferentes administraciones habilitan. Más los pocos controles o su ausencia, que, desde el Estado, se realizan sobre los fondos destinados a la política.
La democracia de nuestro país arrastra muchas deudas. Bueno es decir que también ha tenido grandes aciertos, que la cruda realidad económico social, se encarga de ocultar. La propia consolidación de nuestro sistema, la universalización de la educación pública, el sistema de ciencia y tecnología, la libertad de creación en las diversas formas de arte y la consagración internacional de sus exponentes (en música, cine, literatura y artes plásticas). Y se podrían enumerar más aspectos.
La falta de regulación del financiamiento de la política es una deuda peligrosa, que, sumada a la social, constituyen una amenaza para la supervivencia del sistema democrático. Una sociedad desigual, dual y excluyente, más dinero sucio circulando sin control proveniente del narcotráfico o el contrabando, es un cóctel peligroso. Todavía no nos hemos dado cuenta de lo que eso significa. Mirar Méjico, Venezuela o Colombia, en este aspecto, sería un buen ejercicio de reflexión e impulso hacia acciones rápidas.
El asunto Espert es una alarma que sonó al máximo nivel. La respuesta no es solo bajar su candidatura. Requiere atacar la enfermedad de la que esta situación solo es un síntoma. Es un trabajo de todos los grupos políticos, sin excepción. Porque la responsabilidad de no arriesgar la supervivencia de la vida democrática los involucra a todos.








