Sostiene los sueños de su hija Rocío, la joven que pasó por La Voz, y también los de Franchesca (13) e Izan (11 meses).
Maricé eligió acompañar antes que su propio brillo Maricé eligió acompañar antes que su propio brillo
Desde Suncho Corral, la voz de Rocío González empieza a resonar fuerte. Pero para que esa voz se alzara en el escenario, hubo alguien al otro lado del telón que sostuvo el sueño: Maricé, su madre. Su historia no es solo la de acompañar, sino la de renunciar y elegir, día a día, para que Rocío pueda florecer.
"Rocío llegó en el momento justo de mi vida", dice Maricé. Tenía el corazón herido por la pérdida de su padre, que fue como su "tesoro más grande", cuando Rocío cumplía seis meses. Ese dolor coincidió con la maternidad que le dio fuerza. "Con ella aprendí muchísimo", recuerda, y suma: "No dejo de creer que Dios la puso en mi vida, en mi camino, para darme paz y fortaleza. Ella es quien me dio fuerza para poder seguir".
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Verla crecer
Maricé cuenta que desde muy pequeña Rocío le mostró una madurez sorprendente. A los tres años ya era como una amiga, una "compañera": notaba cuando su madre estaba triste, la consolaba. Esa niña que limpiaba lágrimas antes de que aparecieran fue también el espejo en el que Maricé vio su propia fortaleza.
La música fue ese puente entre madre e hija. Al igual que Maricé que a los 10 años ya tenía un grupo de chamamé, Rocío comenzó muy chica a cantar, protagonizar actos escolares, formar bandas infantiles, grabar discos de covers, subir videos, presentarse en concursos. Cada paso del crecimiento de Rocío era también un paso de orgullo y emoción para Maricé.
Desafíos y decisiones
No fue fácil compatibilizar la maternidad con su vocación musical: Maricé recuerda que tuvo que ser madre y padre, responder muchas preguntas sin tener todas las respuestas, aprender sobre la marcha. Uno de los mayores desafíos fue ensayar, tocar, salir de gira, mientras Rocío era pequeña: algunas veces la llevaba consigo a los shows, otras no; había escenarios donde no podía llevarla. Eso implicaba dejarla.
Además, con el tiempo, el camino artístico de Rocío exigía muchas decisiones: sacrificar la propia trayectoria para hacer lugar al desarrollo de ella. Maricé reconoce que pausó su grupo, dejó de lado algunas oportunidades, para acompañarla. Pero no lo ve como renuncia: lo siente como el mejor acto de amor posible. "Subir al escenario con mi hija dice es maravilloso, es la mejor decisión que tomé en mi vida".

Proyecciones
Mirando hacia adelante, Maricé espera para Rocío mucho más que reconocimiento: que siga sus sueños, que sea feliz, que siempre sea ella misma. Le dice que "cuando se propone algo, lo consigue"; que la constancia, el compromiso, la responsabilidad sean su sello. Valora que Rocío tenga esa seguridad interior, esa claridad de qué quiere.
"Sé que le va a ir bien porque cuando se propone algo lo consigue, es muy luchadora. Es muy segura de lo que quiere y con respecto al camino del bien, siempre es difícil, cuesta, pero no es imposible seguir la línea correcta. Quizás las cosas que a mí me ha ido pasando con respecto al camino de la música, le sirven a ella como referencia, experiencia, pero nada es fácil en esta vida y yo siempre le digo, 'lo que cuesta conseguir, cuando llegas a la meta lo disfrutas más'. Tiene que estar preparada para lo difícil. Siempre ser firme, constante, consciente de lo que quiere hacer y a dónde quiere llegar", comenta Maricé.
Lo que Maricé desea que Rocío recuerde y conserve como legado trasciende la música: más allá de los escenarios, de las cámaras, de los aplausos. Quiere que le quede grabado su compromiso, su responsabilidad, pero también la humildad. Que Rocío sepa que ser artista no exime de ser humilde. Que mantenga los valores: respeto, honestidad, autenticidad, sin perderse en lo que pueda venir. Que no mire a los costados comparándose, sino que siga adelante con lo que le apasiona.








