Por Melina Noeli González (20 años) - Mención especial
Cuando los pájaros advierten Cuando los pájaros advierten
Hace dos soles empezó el fin. Los colores desaparecieron y el alegre cántico de los pájaros se volvió gritos de advertencia. Nuestros dioses se convirtieron en demonios, la comida que antes era exquisita ahora sabe a veneno, a traición. Quienes antes admiraba se deformaron ese día, volviéndose seres carnívoros en busca de más. Sus facciones, alguna vez hermosas, ahora son asquerosas y deformes: aberraciones a la naturaleza, con sonrisa afilada y largas extremidades que envuelven para sacarnos uno a uno del hogar.
El mundo se está cayendo a pedazos. Miles de ojos nos observan día a día, y vamos desapareciendo uno a uno. Pero parece que el único que se da cuenta soy yo
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Mis amigos no entienden por qué estoy sentado viendo a través de las barras y no jugando con ellos. Les digo por qué y no me escuchan; solo me dicen: "¡Es imposible, ellos nos aman!". Yo también lo creía, pero ahora hasta atacan a los árboles. ¡Es un caos total! Las chicharras por la tarde nos lo gritan: tenemos que salir de aquí. Pero la tristeza no me permite hacerlo. Soy solo yo el que lo ve. Soy solo yo contra un mundo destruido y gigantes monstruos.
El día que todo empezó, cuando me arrebataron lo másesencial la única barrera que me protegía de lo que se desataba afuera, quien se fue me dejó desprotegido, con sus gritos rondando en mis oídos Ese día mi corazón dejó de latir, y mi garganta gritó hasta el cansancio. La más vieja me dijo:
No lo entendés, esto pasa siempre. Cada año vienen en manada, nos llevan y nos devoran. Ese es el fin por el que estamos aquí.
Yo estaba fuera de mi eje, así que solo la miré y ella se fue diciendo:
Es un precio justo a pagar por el alimento.
Sea lo que sea que quiso decir, yo no estaba de acuerdo. Nada de esto era justo.
Ayer aparecieron en grupo otra vez. Nos miraron. El restose acercó a ellos, ignorantes del motivo por el que estabanaquí. No faltó mucho para que empezaran los chillidos. Vieron a quién se llevaban: era mi amigo. Nacimos el mismodía. A pesar de sus forcejeos, sus gritos y mis intentos por ayudar, todo fue en vano. Se lo llevaron a las afueras de lo que antes fue nuestro hogar. Miré a su madre, de quien sentí la ausencia en toda la escena vivida. Ella solo observaba cómo se lo llevaban, con ojos vacíos que transmitían un sentimiento que no supe distinguir: entre dolor y a la vez nada. Luego siguió comiendo.
Antes pasaba de tanto en tanto, no tan seguido, y esos recuerdos quedaban ocultos entre los placeres que ellos nos ofrecían. Cuando un amigo perdía a su madre o hermano,me parecía triste, pero no tanto. Jamás pensé que eso provocaría el fin del mundo. Solo lo supe cuando perdí a mi madre.
Ahora, sentado y solo, solo me queda esperar mi turno. No fue ayer ni anteayer, pero las aves ya me avisaron que hoy sí: ayer uno de ellos me vio. Ante esa noticia, solo me queda esperar. ¿Qué podría hacer yo para impedirlo? Estoy completamente desprotegido.
Finalmente, escuché el hilo de las advertencias de los pájaros en mis oídos. Los pasos de los monstruos retumban en todo el lugar. Cuando se hacen notar, veo que abren la puerta del corral y uno me mira y sonríe. El miedo surge y corro. Todo este tiempo no tuve tanta necesidad de sobrevivir como ahora. Corro por todos lados, pero no encuentro un lugar donde esconderme de sus brazos hasta que me topo con mi madre. Me detengo y, finalmente, soy atrapado.








