Desarrollo Sen

La ventaja de la baja inflación, cada vez más cercana a cero, radica en la posibilidad de planificar con previsibilidad. Incluso, cuando los ingresos no alcanzan para cubrir el mes completo, la certeza de que los precios solo se modificarán levemente en un número proyectado conocido, supone poseer cierta precisión organizativa a nivel micro y macro económico. 

     En algunos sectores formales los aumentos salariales que van acompañando la evolución de los precios, en muchos casos todavía rezagados, colaboran en esta especie de estabilidad. Luego de largos años de alta inflación, con el deterioro que eso implica, lo que vivimos actualmente conforma un activo muy valorado por la sociedad.

     Luego, la economía real muestra otros datos que todavía están bajo la sombra exitosa de lo que escribimos sobre marras. Cierre de comercios, reactivación dispar, deterioro de la infraestructura y despidos, que todavía no son masivos, pero si constantes en algunos sectores de la economía. Y en, el frente externo, la dificultad del gobierno de acceder a los mercados para financiarse genuinamente a costos razonables. Como fondo silencioso, la gran deuda impaga de la democracia: la social.

     Pobreza estructural, desigualdad en el acceso a la salud, la justicia y la educación, en un contexto de grandes asimetrías regionales. Estos son los enemigos más sólidos de la estabilidad democrática. Erradicar esos males, es la tarea hercúlea hacía la cual deberían converger todas las políticas. Pero seríamos injustos si esas demandas tienen como único destinatario el gobierno actual. 

    La pregunta que sí debería responder la administración en curso, es si el comienzo de la solución de la deuda social, se encuentra en el centro de su concepción sobre lo que es el desarrollo. Máxime si Javier Milei pretende gobernar ocho años. 

    En el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se formuló hace algunos años una teoría multidimensional para abordar el concepto de desarrollo, que contempla al sistema humano a partir de la dimensión económica y social, y al sistema natural desde la dimensión ambiental. Está concepción, basada fundamentalmente en las ideas del Economista y premio Nobel (1998) Amartya Sen, aspira a que el crecimiento económico se logre simultáneamente con la erradicación de la pobreza, el fomento de la equidad, el incremento de las capacidades y libertades humanas, sin vulnerar el medio ambiente. 

     Mientras que las teorías que dominan la discusión política en nuestro país, se centran en el fomento a la producción a partir de la productividad, el crecimiento del PBI y, en el mejor de los casos, consideran también la distribución de la riqueza, el enfoque de Sen es más amplio y complejo. 

     Desde su perspectiva, son importantes un conjunto de variables para evaluar y medir el camino y el alcance de la prosperidad por parte de un país. Dentro de ella, un nivel bajo de inflación es una meta razonable, así como también, una evolución positiva del PBI. Pero Sen, con su enfoque integral, va más allá. Incluye otros aspectos que valoran y que aspiran a lograr las personas en sus comunidades: instituciones transparentes, acceso a la salud, educación de calidad, desarrollo social, ecosistemas sustentables y vivir en comunidades pacíficas, entre otros. 

    La propia autodefinición del Presidente como libertario, e incluso su moderación que valoramos como positiva en estos últimos meses, no parecen colocarlo cerca de las teorías del desarrollo humano que explicamos sucintamente en este artículo. Quizá, luego de resolver, temas tan sensibles como el inflacionario, sea el momento de comenzar a discutir qué tipo de sociedad queremos construir y cuáles son los mejores caminos para lograrlo. Ampliar la base de temas de debate, jerarquizándolos, que contribuyen al progreso de un país, es también un índice que marca la evolución de una sociedad.