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EL LIBERAL . Santiago

Egresar después de la pandemia: la historia de la generación que empezó  el secundario con el mundo detenido

Dos jóvenes profesionales santiagueñas, comprometiDas con su meDio, analizan, reflexionan  y Discuten posturas sobre aquellos jóvenes que en 2020 iniciaron el colegio secunDario y este  año terminaron ese recorriDo. DificultaDes, experiencias y Desafíos De un munDo Distinto.

27/12/2025 22:30 Santiago
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Empezaron el colegio secundario en 2020, cuando el mundo se detuvo de manera abrupta y la escuela cerró sus puertas. Hoy, cinco años después, egresaron en un escenario completamente distinto, pero con marcas que no siempre se ven a simple vista. Son adolescentes que cursaron buena parte de su escolaridad entre pantallas, silencios y ausencias de rituales fundamentales, como el inicio pleno de una etapa, el encuentro cotidiano con pares y docentes, y la experiencia compartida del aula. No es solo una generación atravesada por la pandemia: es una generación que creció en la incertidumbre. Con la ayuda de dos destacadas profesionales santiagueñas entendemos a estos jóvenes que van a iniciar la vida universitaria, la educación superior.

Desde la psicopedagogía, la joven santiagueña Analia Herrero, en una entrevista con EL LIBERAL advierte que el contexto pandémico dejó efectos profundos en las formas de vincularse con la escuela, con el conocimiento y con los otros. "La apatía, el desgano y el aburrimiento aparecen como síntomas de época en niños, adolescentes y jóvenes", señala, y explica que hoy se observan dificultades en la motivación para asistir a la escuela, entendida históricamente como un espacio de encuentro, curiosidad y circulación del saber. Para la licenciada, este fenómeno debe ser leído y elaborado por los adultos, sin minimizarlo ni naturalizarlo.

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Herrero remarca que muchas de las problemáticas que hoy se evidencian están relacionadas con los modos de apropiación del conocimiento, la baja tolerancia a la frustración frente al no saber y la dificultad para procesar los tiempos de espera y la incertidumbre. "Estos aspectos entran en tensión con los imperativos de un siglo vertiginoso, donde la información está a un solo clic", sostiene. En la práctica clínica, los motivos de consulta más frecuentes están asociados a dificultades en los procesos de lectoescritura, en el desarrollo del pensamiento lógico-matemático y en la construcción de un pensamiento reflexivo, crítico y analítico.

La pandemia obligó a las instituciones educativas a romper de manera abrupta con el vínculo presencial para garantizar la continuidad pedagógica. Ese quiebre, involuntario y contingente según lo explica la joven especialista, dejó un vacío que debió ser compensado con nuevas herramientas. La virtualidad permitió sostener la transmisión de contenidos y habilitó otros modos de acceso al conocimiento, pero también modificó profundamente la experiencia de aprender. "Los adolescentes atravesaron un doble malestar: por un lado, procesar lo que ocurría en el mundo; por otro, transitar los cambios propios de una etapa vital compleja", explica Herrero.

Esa lectura encuentra eco en la experiencia cotidiana de aula. Para Sabrina Infante, docente y rectora del Colegio Espíritu Santo, la diferencia entre esta promoción del 2025 y las anteriores no está tanto en los contenidos que saben o dejaron de saber, sino en la manera en que se vinculan con el tiempo, con el futuro y consigo mismos. "Esta generación comenzó su secundaria en un mundo que se detuvo, y cuando el mundo se detiene, algo de la subjetividad también queda suspendido", afirma en una charla con EL LIBERAL.

La virtualidad

Durante la virtualidad, aprender dejó de ser un acto compartido y pasó a ser, para muchos estudiantes, una experiencia solitaria. La participación se volvió frágil y el vínculo con los docentes se redefinió. "Encender una cámara o escribir un mensaje tenía un peso enorme. Muchos estudiantes empezaron a sentirse invisibles, y cuando un estudiante no se siente visto, empieza a dudar de su lugar", reflexiona Infante. A la vez, agrega que volver a la presencialidad no fue simplemente regresar al edificio escolar, sino reconstruir el sentido de pertenencia y volver a habitar la escuela como espacio simbólico.

En el día a día del aula, hoy aparecen con frecuencia la ansiedad, el miedo al error, la baja tolerancia a la frustración y la necesidad constante de validación, tal como lo plasmáramos al principio de esta nota con la postura de la psicopedagoga Analía Herrero. Y en tan sentido, para Sabrina Infante, estas manifestaciones no deben leerse únicamente como problemas de conducta, sino como lenguajes contemporáneos que expresan preguntas profundas: "¿soy capaz?", "¿este lugar también es para mí?". En ese reflexión y análisis que hacen las especialistas, se desprende que "educar, sostiene, implica encontrar un equilibrio delicado entre acompañar y exigir, sostener y marcar rumbo".

Herrero coincide en la necesidad de evitar miradas simplificadoras o patologizantes. "No se trata de hablar de una epidemia de trastornos, sino de comprender que esta situación atípica quitó el velo a problemáticas que ya existían", advierte. En ese sentido, plantea la importancia de atender la singularidad de cada trayectoria, de cada historia, y de construir dispositivos de acompañamiento que permitan escuchar el sufrimiento psíquico de los jóvenes sin reducirlos a diagnósticos.

La escena más dura

La escena que recuerda la profesora Sabrina Infante resume el sentido profundo de este proceso. Un estudiante con discapacidad, que durante la virtualidad había perdido casi por completo el vínculo con la escuela, regresó a la presencialidad con miedo y desorientación. Un día, se le acercó y le confesó que había pensado que ya no iba a poder volver, que creía que la escuela ya no era un lugar para él. "Ahí entendí que para algunos estudiantes volver a la escuela no es un trámite administrativo, sino una conquista subjetiva. Ese momento reafirmó algo que hoy tengo muy claro, la inclusión no es un discurso, es una práctica diaria, que se juega en los gestos pequeños, en el tiempo que se espera, en la mirada que no apura, en la palabra que sostiene.", relata.

Lejos de hablar de una generación perdida, tanto la Analía Herrero como Sabrina Infante, en que estos egresados que iniciaron la educación secundaria en un encierro atroz, interpelan a la escuela y a los adultos. "No demandan menos exigencia, sino más sentido; no rechazan la autoridad, pero sí cuestionan la que no se construye en el vínculo. La pandemia dejó marcas, pero también aprendizajes. Hoy, el desafío es que la escuela siga siendo un lugar que aloje, que nombre y que cuide, capaz de acompañar a jóvenes que crecieron en la incertidumbre, pero que conservan una enorme potencia para el futuro", cerró Herrero.

BI0:

Analía Belén Herrero tiene 29 años, es graduada de Licenciada en Psicopedagogía en la Universidad Católica de Santiago del Estero. Se desempeña en el ámbito clínico psicopedagógico. Acompaña a niños, niñas y adolescentes en el proceso de aprendizajes, el saber o el conocimiento escolar.

Analía Herrero.

"Mi apuesta es a una clínica de la subjetividad, a escuchar eso que aqueja y que hace síntoma en la escena escolar o dinámica familiar", asegura.

Este año (en conjunto con la Universidad Nacional de Santiago del Estero) integra una propuesta a través de Secretaria Academica sobre Alfabetización Academica e Introducción a la vida universitaria, con una convocatoria amplia destinada a alumnos del ultimo año del secundario de diferentes escuelas y colegios de la provincia. Actualmente está cursando la Licenciatura en Gestión educativa en dicha casa de estudios.

Sabrina Infante, tiene 28 años, es profesional en Ciencias de la Educación, docente por vocación y por elección, con formación y especialización en Didáctica, Tecnología Educativa, Psicología Educacional y Orientación Vocacional y Ocupacional.

Sobrina Infante.

Se desempeñó como docente en el nivel secundario y en el nivel superior, en distintos profesorados, acompañando tanto a adolescentes como a adultos en formación. Ejerce funciones como Coordinadora Académica Pedagógica en la formación docente. Actualmente es rectora del Colegio Espíritu Santo, nivel secundario.

"No concibo la gestión sin experiencia directa con los estudiantes. Creo profundamente que para conducir una institución educativa es necesario no perder el contacto con lo que sucede en el aula, con las preguntas reales, con las dificultades concretas, con las búsquedas genuinas de los jóvenes. Por eso sostengo una práctica activa de enseñanza y una formación permanente, porque educar hoy exige actualización constante y reflexión continua", asegura.

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