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EL LIBERAL . Santiago

Un niño, un sueño y una conmovedora razón para vivir

01/11/2017 21:28 Santiago
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Un niño, un sueño y una conmovedora razón para vivir Un niño, un sueño y una conmovedora razón para vivir

Hace 9 años, Valentín Lugones iniciaba en el Colegio La Sagrada Familia del barrio Autonomía, la etapa superior del sistema educativo. Tenía por entonces, justamente 9 años, una discapacidad, algo de temor y muchísimas ganas de superarse. EL LIBERAL lo acompañó en ese comienzo… Una nota escrita con la ternura que Valentín transmitía se publicó en julio del 2008. Hoy, volvimos a buscarlo en “La Sagrada”, como los chicos llaman a ese colegio del Autonomía. Y nos encontramos con un joven fuerte, lleno de ganas de vivir y merecedor de cientos de amigos que fue cosechando a lo largo de la secundaria.

Con 18 años, su ejemplo de superación sigue dando que hablar entre sus compañeros, docentes y directivos del Instituto.

Pero vamos paso a paso. A Valentín, de nacimiento le diagnosticaron encefalopatía no evolutiva (tipo tetraplejia), con secuelas de motricidad en todo su cuerpo y de lenguaje, pero que no afectó su nivel intelectual y de aprendizaje.

A los 2 años, empezó con su tratamiento neurokinesiológico y de estimulación temprana, llevando así un incesante transcurrir por médicos y viajes para avanzar con los distintos tratamientos que hoy le permiten tener una vida más estable.

“Por suerte ya es mi último año en el secundario. Fue mucho tiempo de esfuerzo y tengo grandes expectativas de seguir estudiando y llegar a la universidad para especializarme en informática”, señala Valentín.

Antes en su andador, hoy con dos bastones canadienses, se moviliza por sus propios medios y más allá de cualquier barrera física, sólo él sabe lo que pueda dar para su propio crecimiento personal, siempre con el apoyo incondicional de sus padres: Daniel Lugones y Patricia Carabajal.

Hace dos años le realizaron una osteotomía múltiple de su pierna izquierda, en el Hospital Británico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Es la pierna que más complicada tenía, queda una cirugía de la pierna derecha para más adelante”, explicó su padre.

Si bien mediante obra social, la familia Lugones logró cubrir gran parte del tratamiento del joven, cada vez que necesita llevar a su hijo a Buenos Aires, sus compañeros de trabajo, amigos y conocidos de Valentín, lo ayudan económicamente para cubrir los gastos de la estadía, mientras su hijo recibe el tratamiento. Así también, reconocieron el apoyo que en distintas ocasiones la fundación Hamburgo tuvo con ellos.

Crecimiento

Pasó el tiempo y su evolución fue satisfactoria. Hoy sus padres sienten un gran orgullo, porque “no fueron fáciles los primeros años”, reconoce Daniel. Este año, Valentín no se sometió a la operación que debía realizarse en su pierna derecha, “porque quiso aprovechar al máximo la oportunidad de celebrar con sus compañeros el último año del secundario”, relata su padre.

Valentín reconoció que gracias a la ayuda de profesionales médicos se siente “mucho mejor físicamente, y que todos los tratamientos le permitieron “evolucionar y hacer más cosas. La primera operación fue complicada, pero si viene la segunda sé que es para mi bien, y va a ser para que yo esté mejor”, relata el joven estudiante.

“Conozco a muchos chicos como yo, y trato de darles consejos de que si bien nada en esta vida es fácil, nunca deben bajar los brazos. Hoy en día, hay muchos casos de bullying, pero nada de eso tiene que importar si somos fuertes. Siempre tenemos que sacar lo mejor de nosotros para superar las barreras”, reconoce consciente a lo que tuvo que exponerse, a pesar de estar mayormente rodeado de muestras de afecto y comprensión de parte de sus compañeros, docentes y amigos.

Su meta

A los 9 años Valentín ya soñaba con tener una computadora. Y fue en el 2008, cuando a partir de la historia de superación de su vida contada a través de las páginas de EL LIBERAL, recibió el regalo de una PC de parte de una lectora.

Por eso es que sus sueños siguen siendo fuertes y nada le hace perder el rumbo claro en su vida: “Quiero estudiar en la Unse y trabajar aquí en Santiago en informática”.

“En mi tiempo libre, sobre todos los fines de semana, invito a mis amigos a casa, o bien voy a la de ellos, sino me quedo en la compu, que es lo que más me gusta”, señala, sobre esa gran pasión que pronto empezará a desarrollar como estudiante universitario.

Para su mejoría, Valentín realiza natación tres veces por semana y el resto de los días continúa con el tratamiento de kinesiología y fonoaudiología, de ayuda esencial para la estimulación motriz; mientras que los martes y jueves encara tareas de rehabilitación.

Integración en el aula

“Siempre tuve una relación muy buena con todos mis compañeros. Nunca tuve problemas con nadie, y más este último que es más especial para mí, al tratarse del último que estaré conviviendo con mis compañeros”, remarcó Valentín, “por eso cada momento vivido con ellos es más que especial”.

Y en esta gran meta alcanzada, mucho tiene que ver el sacrificio que sus padres silenciosamente construyeron todos estos años. “Realmente me siento muy bien. El apoyo de mis padres ha sido siempre fundamental porque hoy puedo hacer muchas cosas que antes no podía. Estoy cumpliendo metas, como también poder ser escolta de la bandera papal y de la provincia”, agrega.

Los años transcurridos en el Instituto Sagrado Corazón quedarán para siempre grabado entre sus más lindos recuerdos, porque fue la institución que le abrió sus puertas para educarse. “Le debo mucho a mi escuela. Yo mismo he tratado todos estos años de dar lo mejor a mis compañeros, maestros y directivos, para que me reconozcan como un buen alumno”.

Los diarios escollos

La indiferencia social y las barreras físicas son a menudo moneda corriente en una ciudad que descuida la atención a las personas con necesidades especiales. “A veces la gente es muy soberbia en Santiago, pero eso no se puede cambiar rápido. Dentro de todo, no he tenido grandes dificultades para desenvolverme y caminar tranquilamente en la calle, pero sí es necesario que haya más rampas en algunas escuelas y algunos lugares por donde siempre circulamos, dificultades que tienen incluso otros chicos”, relata como experiencia. l


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