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La dulce historia de amor de la abuela Haure

17/07/2018 23:33 Termas
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La dulce historia de amor de la abuela Haure La dulce historia de amor de la abuela Haure

¿Quién no disfrutó un alfajor de la Abuela Haure y dejó suavemente que el chocolate se derritiera en la boca? Pero, ¿cuántos conocen la romántica historia detrás de esta exquisitez que nació en Las Termas, cuando nadie sabía lo que era un alfajor? Pues bien, si no la conoce, ahora es cuándo.

Esta historia comienza en realidad mucho antes de que don Juan Haure hiciera sus primeros alfajores en Las Termas. Empieza a principios del siglo pasado en San Carlos, un pueblo al sur de Rosario en la provincia de Santa Fe, donde se radican las familias Haure, de origen vasco francés, y Biederman, suizo alemana, en busca de la paz que faltaba en Europa.

Pronto, los Haure envían en 1920 a su hijo Juan, por entonces de 22 años, a estudiar pastelería en Francia. Ya formado, regresa a la Argentina y comienza a trabajar en una panadería en Rosario.

Es allí, donde, sin querer, un viajante de comercio que recorría habitualmente el norte del país siembra una semilla en su mente al contarle de la existencia de un pueblito en el que surgían aguas termales del suelo. Se refería nada más ni menos que a Las Termas de Río Hondo, lugar que pronto relacionó con los centros termales que había conocido en Francia, y de inmediato intuyó el destino de progreso que aguardaba al por entonces pequeño pueblo norteño.

Por esa época, Juan conoce a Adela, hija de los Biederman, que se habían convertido en poderosos hacendados, con miles de cabezas de ganado en sus campos. Y… se enamoran, claro. El panadero emprendedor encandiló a la joven heredera y pronto sus vidas tendrían un giro rotundo e inesperado.

Como suele suceder en estas historias, los padres de ella no estaban convencidos de la relación, casi que no la aprobaban. A pesar de ello, los jóvenes siguieron adelante con su noviazgo, aunque de forma más discreta y siempre respetuosa, una condición muy propia de la época.

Sin embargo, el amor prevaleció. Pronto los jóvenes novios se dieron cuenta de que allí no prosperaría la relación. Juan ya le había dado forma en su mente al proyecto de vida en Las Termas, tenía las herramientas y enseres necesarios. Sólo necesitaban un medio de movilidad.

De los seis Ford T que había en Rosario en aquella época, los Biederman tenían dos, así que la joven pareja tomó la camioneta y se lanzaron a la aventura de conquistar el norte con pura dulzura. En realidad, planearon triunfar en Las Termas, pero sin proponérselo, terminaron siendo los primeros fabricantes de alfajores de todo el Norte Argentino.

Una aventura para dos

Así fue que partieron Juan y Adela con el sol en la espalda, rumbo a su futuro, laboral y familiar.

Ya en la ciudad termal, Juan ubicó al único panadero del incipiente pueblo y le propuso alquilarle el horno cuando no lo usara. Así fue. Como al lado de aquella panadería había un baldío, le vino perfecto para instalarse. Allí mismo armó una gran carpa, donde pronto empezó a producir los primeros alfajores que verían los termeños.

Con admirable reverencia, Víctor, nieto de aquellos apasionados emprendedores cuenta los primeros pasos de sus abuelos en la nueva industria que nacía en la que ya era una ciudad turística: “La fábrica de alfajores Haure comenzó en una carpa. Y mi abuela con un canasto salía a ofrecerlos. La primera tanda fue un fracaso/ no se vendió, porque en el Norte no se conocía qué era un alfajor. Fue una semana entera en que muy pocos le compraban, así que tuvieron que tirar esa primera producción, excepto las facturas que sí vendieron bien. Para la segunda tanda, ya usando la astucia, nuestra abuela regalaba un alfajor a cada turista y al probarlo quedaban encantados, hacían sus pedidos y continuaban hacia el norte, cuando regresaban pasaban por Las Termas a buscar los alfajores para llevarlos a sus familias”.

Anécdota increíble

Hace poco tiempo, Claudia Haure descubrió una circunstancia sumamente sorprendente, cuando en una cena familiar, surgió la conversación de sus abuelos y sus inicios en la elaboración de alfajores.

Al recordar el detalle del alquiler del horno al primer y único panadero de la ciudad, su familia política le comentó que aquel horno de sus orígenes le pertenecía a un antepasado de su esposo, al tío abuelo de apellido Pérez.


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