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EL LIBERAL . Santiago

Video | Cuando muere alguien en la familia...

18/08/2018 00:20 Santiago
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La entrevista se realizó en una casa de familia. Olían sabores de manos amorosas que provenían de una fervorosa cocina donde la abuela, la comadre y las amigas, elaboraban el almuerzo para todos. El abuelo y su bastón y sus ojos azules. La madre y el hijo que ya no está, dibujado, clavado en su mirada, sin tristeza. Con mucha entereza y con prometedora esperanza.

El padre Mateo es alto, locuaz, se diría que tiene el don de la comunicación. Que habla y te hace entender todo, hasta lo más doloroso. Es un religioso de San Camilo, aquel que dejó toda una vida de vicios y armas para convertirse en el bastón –como el del abuelo- del que millones de personas se han sostenido desde 1575, para seguir viviendo después de la muerte de un hijo.


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“La muerte de un ser querido, especialmente la muerte de un hijo, es el mayor sufrimiento existencial que se conoce, por eso nosotros encaramos esta pastoral del duelo porque queremos acompañar a las personas que pasan por esa terrible experiencia con el mismo estilo que Jesús utilizó cuando acompañó por ejemplo a la pareja que perdió a su hija en la propia casa, o a la viuda que perdió a su único niño o a sus amigos que sufrieron la muerte de Lázaro. Y no olvidemos que él mismo pasó por su propio duelo anticipado y con su mamá delante. Jesús nos dio entonces el mandato de acompañar a todas estas personas desde siempre y hoy en la actualidad”.

- ¿Cómo es este acompañar?

- “Los acompañamos desde todas las dimensiones de la persona, la corporal, la emocional, la mental, la social, la valórica y la espiritual. El sufrimiento atraviesa y afecta a todas ellas. Se reciente nuestra personalidad en todas esas dimensiones ante este sufrimiento. El duelo es la reacción, la respuesta y la actitud que adoptamos ante el sufrimiento”.

-Es igual en todas las personas?

- “Hemos visto que muchas lo superan, con dificultad (lleva su tiempo), pero vimos también que otras se hunden. Hemos visto que, por poner un ejemplo, la esposa por lo general y con el paso del tiempo va saliendo poco a poco, pero el marido habitualmente se encierra, se aísla, no pide ayuda ni se deja ayudar, son por lo general características, la mujer es más completa, se vincula, convoca a otros familiares, busca hablar del tema, llora, socializa más. El hombre se encierra con su dolor y esto no es bueno”.

- Entonces cómo se acompaña a esta mamá y a este papá?

- “El acompañamiento del duelo tiene un período dividido en tres partes, el primero dura no menos de un año. Cuando ocurre la muerte se siente un shock, pero cuando pasan las semanas, se siente aún más el sufrimiento porque ya se está menos acompañado y uno toma más conciencia de lo que pasó. Nosotros apoyamos ahí, humana y espiritualmente, con el grupo de mutua ayuda resurrección que lo componen personas que perdieron familiares. Su trabajo es fundamental. Nos reunimos cada semana durante un año, es así porque durante ese período se necesita más intenso el acompañamiento ya que se dan las fechas importantes, el primer día del padre, de la madre, los cumpleaños, el aniversario, etc. También porque en algunos casos se presentan situaciones judiciales y trámites que incrementan el sufrimiento. ¿Cómo lo hacemos? Brindamos la escucha, permitimos el desahogo, hacemos que la persona se clarifique, que vea que hay otras mamás y papás que les cuesta, pero salen adelante. Por eso preferimos que los coordinadores de estos grupos sean padres que han pasado por esta experiencia. El primer año se hace el proceso del duelo, el segundo participan más serenos y el tercero se forman y ya pueden coordinar otros grupos”.

- Hay gente que pierde la fe incluso se enoja con Dios

“Hemos visto que sí, que hay diferentes actitudes frente al sufrimiento y al duelo. Sufrimiento es la respuesta natural ante la muerte de un ser querido y duelo es la actitud que asumimos ante ese sufrimiento. Esta actitud depende de nuestra personalidad. No es lo mismo una persona introvertida que una extrovertida; no es lo mismo el varón que la mujer como ya dije. Y aparece la culpa, porque no hay un solo duelo en el que la persona no sienta culpa, lo cual no quiere decir que efectivamente haya culpa. Nosotros decimos que la persona debe aceptar lo ocurrido, debe trabajar ese sentimiento, debe trabajar los miedos y debe procurar superarlos. El miedo aparece de la peor forma, nos hace pensar muchas cosas feas, que si se me ha muerto un hijo por qué no se me podría morir otro, etcétera. En la dimensión social, por ejemplo decimos que nadie puede hacer el duelo por el otro, pero que se debe hacer junto al otro, el padre, la madre, los hermanos, la familia.

Es importante dejarse ayudar. Luego, en la dimensión valórica, vemos que el sufrimiento acobarda y aquí tenemos un dicho que lo repetimos todos los días: 'O yo domino al sufrimiento o el sufrimiento me domina a mí”.

Fue en este momento de la entrevista, que periodista y cámaras tomamos en cuenta que ya no estábamos solos. La sala se había llenado de gente. Y no sólo de quienes ya habían dejado su tarea en la cocina. No. Eran gentes de a dos. Oían con sus rostros llenos de esperanza, sin sonrisas, pero con trabajada paz en sus semblantes iluminados por las palabras de Mateo. Eran –son- mamás y papás que perdieron hijos. Se vinieron a la casa cuando supieron de la entrevista y enseguida el pequeño sofá donde charlábamos con el sacerdote de San Camilo se convirtió en un escenario en donde parecieron encontrar todo aquello que habían ido a buscar. Existe un mañana.

“Es importante la actitud de afrontamiento, la humildad, el dejarnos ayudar, porque se mete el miedo en el cuerpo, las personas se retrotraen, se descuidan, se abandonan. En la dimensión espiritual, muchas veces se puede venir una gran crisis, se puede pensar que Dios nos probó, nos castigó, decir que Dios nos quitó al hijo, que nos ha abandonado y entonces muchos se alejan de Dios. Tenemos que trabajar el sufrimiento y elaborar el duelo. Hay que enseñar que cada uno debe ser protagonista de ello. El duelo es el arte de saber y saberse ayudar. Tener una fe madura…”

- Se puede salir de ello?

“La clave es la esperanza. Hay dos circunstancias, una conformada por dos palabras, la desesperanza y la desesperación, y la otra circunstancia es la esperanza. Hacer bien el duelo es trabajar y recrear la esperanza. ¿Por qué es terrible el duelo? Porque nos hace afrontar la muerte de un ser querido y porque nos hace tomar conciencia de nuestra propia muerte. Nunca tomamos conciencia de que vamos a morir sino hasta que se nos muere alguien querido. Y la muerte de un hijo es la carne, la sangre de un padre, es la muerte del futuro, del proyecto. El hijo no está más y se viene una crisis existencial. Hasta se puede sentir que no está bien seguir viviendo. Frente a todo ello, nosotros ayudamos para que puedan retomar la esperanza. No basta con que una persona se cuide corporalmente, que se serene emocionalmente, que se trabaje sobre las ideas insanas, no basta que no nos abandonemos a la droga, al alcohol o a la violencia o no basta con no romper el matrimonio ¿Entonces de qué se trata? Se trata de trabajar para no ser como era antes de la muerte del hijo. El duelo no es un trastorno que vuelva al mismo punto. Tiene que tener crecimiento, madurez, que recree la esperanza”.

- Y cómo se recrea la esperanza?

“Le pongo un ejemplo: muere un hijo único y es normal que un papá o una mamá se pregunte para qué seguir viviendo, por qué luchar. Hay que decirles que la esperanza se puede recrear no estando solo, sabiendo que está la familia, que está la Iglesia, que está la comunidad. Se recrea la esperanza –y nuestro grupo se llama de Resurrección- cuando tomamos conciencia de que en realidad no hemos perdido a nuestros seres queridos, sabemos dónde están y sabemos sobre todo que habrá un reencuentro feliz. Allí tenemos razones para recrear la esperanza”.

- Y el perdón?

- “Es el título de uno de los libros que mañana (por hoy) vamos a presentar en San Francisco, en Santiago, es un texto muy importante porque nadie sale de esto sin el perdón, sin perdonar y sin perdonarse. No hay duelo sin sentir culpa, luego no se sale de él sin perdón. El libro se llama el duelo del perdón porque nadie perdona en un segundo, se elabora también en las seis dimensiones. Porque incluso cuando nos hieren o alguien nos hace una macana, todo lo que sentimos es en las seis dimensiones. El libro intenta ayudar a hacer ese recorrido. Pero además vamos a presentar un segundo libro, es una joya donde veinticinco matrimonios cuentan el proceso del duelo por la muerte de sus hijos, con sus aciertos y errores.

- Cómo ayudar a la gente que no tiene fe

“La fe nos da una cosmovisión de la vida, nos da una esperanza, nos habla de la resurrección, pero a los que no creen ella les decimos, qué se supone entonces que es la muerte de un hijo, que allí se acaba todo? que no va a ver reencuentro? Si me dice que no cree en la resurrección de Cristo, en la resurrección del hijo, entonces me pregunto ¿a quién ama? ¿a una foto? ¿a un recuerdo? es decir, no es lógico que el amor quede vacío. Tienen que saber entonces que hay una apertura, nosotros le presentamos al hijo Jesús que murió y también pasó un duelo, por eso a nuestros grupos los llamamos Resurrección. Luego, se los ayuda también en las seis dimensiones. Creemos que el secreto de la muerte hay que buscarlo en la vida, por eso venimos para elaborar positivamente nuestro duelo, para encontrarnos con sentido ante el misterio de la muerte de nuestro ser querido”.

Se apagan los grabadores y las luces. Cecilia le alcanza un mate. El padre Mateo sigue hablando, sigue su pastoral. Ha venido de muy lejos y llega también lejos con su palabra. Se diría que tiene el don de la comunicación. El abuelo se acerca, da las gracias. El cree en la promesa del reencuentro con el nieto. Y así será.

EL DUELO POR LA PéRDIDA DE UN HIJO | Cuando muere alguien en la familia... El padre Mateo es alto, locuaz, se diría que tiene el don de la comunicación. Que habla y te hace entender todo, hasta lo más doloroso.

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