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Asesinó a su esposa de cuatro puñaladas y se colgó de un árbol, en Tintina

Los investigadores no podían creer tanta sangre Dos escenas diferentes con dos vidas diezmadas y cinco hermanos huérfanos

Los investigadores no podían creer tanta sangre. Dos escenas diferentes, con dos vidas diezmadas y cinco hermanos huérfanos.

02/11/2019 00:57 Policiales
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Asesinó a su esposa de cuatro puñaladas y se colgó de un árbol, en Tintina Asesinó a su esposa de cuatro puñaladas y se colgó de un árbol, en Tintina

Por el filo de un cuchillo carnicero y la infame brutalidad de su esposo, una madre pereció degollada frente a sus dos hijas, en el B° San José de la ciudad de Tintina, departamento Moreno.

Es el tercer femicidio en Santiago del Estero. Sucedió la noche del jueves a casi 260 kilómetros de la capital. La víctima es María Azucena Larrea, de 33 años.

De acuerdo con el testimonio de sus amigas, en la actualidad su vida oscilaba entre la casa de su abuela y la suya, tras años de golpizas y amenazas en manos de su esposo, Luis Marcial Chávez, apodado “Morocho”, de 44 años.

El epicentro del horror fueron las calles Aguirre e ítalo Conti, en Tintina.

Esta ciudad está compuesta por casi 12.000 habitantes, de los cuales 8.000 se concentran en la zona urbanizada.

Una pesadilla

Antes de la 1 de la madrugada de ayer, los vecinos corrieron a la calle Aguirre, al contemplar a María en un charco de sangre y a su lado, las dos hijas llorando.

“Mi papi le pegó a mi mami”, fue el desgarrador grito de la más chica, implorando para que algún vecino alertara a los efectivos de la Seccional N° 44, ubicada a casi 15 cuadras del hecho. Urgente, la gente llamó también al hospital. Todo fue tan rápido que los vecinos apenas pudieron advertir una figura humana perdiéndose en la oscuridad, hacia la casa familiar, trascendió.

Luego, las hijas socorrieron a su madre y la trasladaron hasta una casa vecina, a cuyo dueño despertaron a los gritos. El hombre abrió la puerta e hizo pasar a las dos hermanas y a María.

Las menores no lograban detallarle lo que acababa de suceder hasta que el vecino vio las heridas de María y comprendió todo en segundos.

No se habló más, ya que la prioridad era salvarle la vida a María. Se advertían dos heridas de consideración: en el cuello y a la altura del tórax, pero en total se descubrieron cuatro: en la espalda, la más profunda. Cuando la paciente ingresó al nosocomio, prácticamente ya no presentaba signos vitales.

Encontraron un celular, una boina y sangre en la escena del crimen

Durante unos pocos minutos, los enfermeros intentaron contener la pérdida de sangre en María, pero era intensa. No era para menos, María había recibido cuatro puñaladas, una profunda en la espalda, otra en el cuello y dos, a la altura del pecho, según pudo constatarlo el doctor Rumiche.

Junto al médico de guardia, trasladaron a la paciente a la sala de primeros auxilios. Sin embargo, María dejó de existir en medio de los esfuerzos por estabilizarla.

Locura en la madrugada

A continuación, el vecino que trasladó a la paciente (de apellido Hoyos) guió a los policías hasta unos 50 metros de su casa.

Allí, los investigadores encontraron un celular, sangre y una boina roja. Se presume que fue el lugar exacto en el que María recibió las puñaladas.

Ni bien los vecinos recibieron la terrible noticia, el llanto fue colectivo y conmovedoras las muestras de solidaridad para contener a los hijos huérfanos de la pareja, por obra de un padre asesino.

En la oscuridad, los policías cumplieron con la amarga labor de realizar múltiples pericias, tal cual lo requieren las leyes.

Buscó una soga en su casa, se cortó el pecho con un cuchillo y se ahorcó

“Morocho” dejó a María gravemente herida y se fue corriendo a su casa.

Cuando sus hijos y vecinos lo consideraban prófugo de la policía, habría retirado de su vivienda una soga larga y continuó aferrado al arma homicida.

Unas cuantas cuadras más adelante, se internó en la zona de una canchita de fútbol.

Allí, se habría realizado cortes muy superficiales en el pecho, sin la necesaria profundidad como para terminar con su vida. Entonces, entre todos los árboles frondosos del monte, escogió el más pequeño.

Trepó sin problema alguno. De un extremo, ató la piola con suma firmeza a una rama resistente, dijeron los policías.

Decisión final

Del otro, sujetó fuertemente la soga a su cuello y se lanzó al vacío.

Por peso y gravedad, agonizó unos pocos minutos y dejó de existir por lógica añadidura, especificaron los médicos.

A los diez o quince minutos, arribaron los investigadores y lo encontraron pendiendo de la piola, ya sin vida.

Horas después, la fiscal y los expertos de la policía hicieron los trabajos de rigor y se confirmó la “muerte por ahorcamiento”, sin la intervención de terceros.

Tomas fotográficas

Los funcionarios realizaron la toma de fotografías, mediciones y otras pericias, a fin de que Gómez Castañeda documente la historia y le dé el cierre legal correspondiente.

En la práctica, hubo un femicidio y un suicidio.

La segunda muerte, automáticamente extinguiría la acción penal por enrostrársele a “Morocho”.

Sin embargo, la resolución final demanda todo un proceso caracterizado por informes y pruebas científicas, ineludibles para Gómez Castañeda y su equipo de trabajo.

Hoy, serían entregados los dos cuerpos para que se les tribute el último adiós, ignorándose si serán velados juntos, o con sus respectivas familias.

La fiscal y su equipo trabajaron sin descanso

Ni bien sonó el celular, la fiscal Cecilia Gómez Castañeda ascendió a un vehículo, rumbo a Tintina. Coordinó todas las medidas necesarias, basadas en secuestros, pericias, traslados de los cuerpos y la toma básica de testimonios.

Fueron más de diez horas en las que el rigor policial y la fría letra de la ley terminaron haciéndose añicos, rindiéndose ante el llanto de cinco hermanos, paralizados por una realidad cruel e irreversible: sus padres muertos.

Imposible no compadecerse con tamaño caudal de ira, barbarie y sangre, quizá pensó la fiscal muy en su interior. Si hubo cansancio, no se notó, o al menos no fue visible ante los ojos humanos. Tras la oscuridad, el equipo fiscal-policial recibió la intensidad del sol abrasador. Cuando los vehículos emprendieron el regreso a la capital, nadie soltó palabra alguna, paralizados por el sufrimiento que asumieron y vivieron como propio.


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