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La teoría del conductor agresivo

11/08/2022 13:23 Opinión
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La teoría del conductor agresivo La teoría del conductor agresivo

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David Berstein

Por David Berstein

Los numerosos y lamentables accidentes automovilísticos ocurridos durante 2022 nos hacen replantear esta grave problemática en nuestro país, donde fallecen aproximadamente 6.000 personas por año a causa de la nueva epidemia del siglo XXI.

Asimismo, más de 120.000 quedan gravemente heridas, con secuelas incurables e incapacitantes. La problemática de los hechos viales en nuestro país se arrastra desde hace más de 20 años y nunca hemos encontrado una solución. Es más, las estadísticas en nuestro país antes de la pandemia por COVID-19 arrojaban una escalofriante cifra de más de 7.000 personas fallecidas por año. Luego bajó la cantidad de víctimas fatales producto de la pandemia, pero no a raíz de una solución a la problemática planteada.

Los argentinos agudizamos esta epidemia de accidentes, ya que tenemos un prototipo de “conductores agresivos” que trasladan su controvertida personalidad en forma directa hacia el volante de su automóvil. Para algunas personas, el vehículo se transforma en un depositario de sus frustraciones en el trabajo, en la familia, en sus relaciones sociales o en su vida afectiva, y pasa a ser un instrumento a través del cual ejercer el poder, el dominio sobre los otros. Hay también personalidades psicopáticas, que no sienten culpa por sus acciones. Y trastornos bipolares que, en el período de manía, no sólo “se aceleran”, sino que también aceleran al conducir y actúan impulsivamente.

No quedan dudas de que la actual situación de crisis social y económica que atraviesa a todos los sectores de la sociedad argentina potencia aún más a los “conductores agresivos”. La gente está en un estado de estrés y nervosismo que se traslada al volante, estamos inmersos en una sensación térmica de “alteración emocional grave”. Como dice el dicho popular, “para muestra basta un botón” y la mejor muestra del desorden y de falta de respeto por el prójimo en materia vial son nuestros tristemente célebres “piquetes”, que a diario impiden la normal circulación en la Ciudad de Buenos Aires y en numerosas rutas argentinas. Lamentablemente los episodios de extrema violencia física y psicológica durante los “piquetes” son moneda corriente, y nos han costado varias vidas de gente inocente e infinidad de heridos, dado que los ciudadanos que han querido atravesar los piquetes desafiando a los manifestantes piqueteros, en dolorosas ocasiones los han pagado con sus vidas, o con su integridad física.

Resulta significativo el reconocimiento por parte de los conductores de su agresividad directa durante la conducción. La mayoría, el 53 %, reconoce que insulta y gesticula cuando otro conductor lo molesta con sus maniobras, y el 42% devuelve las agresiones verbales/gestuales que recibe. El 53% reconoce que toca la bocina al conductor que lo molesta en el camino. El resultado reconocido deriva en que un 9% de los varones ha llegado a trenzarse en una lucha cuerpo a cuerpo a raíz de un problema en el tránsito.

Sin embargo, el conductor agresivo que pone en riesgo y pone fin a la vida del prójimo, corre riesgos mínimos de tener que cumplir una escueta condena, amparado en una legislación benevolente y flexible y en jueces demasiado permisivos.

En la Argentina hemos tenido muchos casos resonantes de hechos de tránsito, en los cuales la repercusión ha sido tanto a nivel nacional como internacional. Se torna muy interesante y fundamental estudiar y analizar estos casos judiciales para comprender la situación social, legal y judicial que se vive en nuestro país. Los casos Kevin Sedano, Cabello y Papadopulos, entre otros, han dejado una huella profunda en nuestra conciencia colectiva.

A fin de involucrarnos en la problemática planteada es importante destacar la falta de conciencia que tenemos los argentinos a la hora de conducir, o de cruzar caminando una bocacalle, etc. ¿Por qué no tomamos conciencia real de la gravedad de esta lamentable situación?

Por mi parte pienso que debiéramos analizar lo siguiente: el argentino promedio niega la problemática diciendo “yo conduzco desde los 18 años” o “nunca choque en 20 años de manejo”. Y cuando ve un choque en televisión simplemente afirma “esto no me va a pasar a mí”, entre otras cosas, excluyéndose de la hipotética posibilidad de sufrir un hecho vial.

La Argentina ostenta uno de los índices más altos de mortalidad producida por accidentes de tránsito. Las estadísticas comparativas entre la Argentina y los países desarrollados de Europa y con Estados Unidos nos muestran claramente una distancia: en promedio, de 10 a 1 entre nuestros índices de accidentología vial y los de estos países del llamado primer mundo. O sea, sufrimos 10 veces más accidentes de tránsito que ellos.

Los hechos viales son uno de los principales problemas públicos de salud, los años de vida que se pierden como consecuencia de dichos accidentes rivalizan con lo que ocurre con las principales epidemias modernas o las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

¿Por qué manejamos tan mal gran parte de los argentinos?

Nuestra idiosincrasia transgresora nos convierte tanto en asesinos al volante irrespetuosos de las normas de tránsito, como así también en irresponsables que observamos la vida con la indiferencia de los que “solo miran a través de lentes de sol”.

En mi opinión no somos conductores torpes, el problema no pasa por deficiencias en el manejo, ni en la falta de reflejos, creo que el problema no es que los argentinos manejamos mal por falta de destreza, entiendo que se deberían estudiar y plantear soluciones frente al desmadre que vivimos en nuestras calles a diario, algunas de las cuales podrían ser:

- El aumento de los controles por parte de agentes de tránsito, dado que gran parte del conflicto vial radica en la falta de observancia de las normas de tránsito (irresponsabilidad al conducir);

- La inclusión en la agenda de las autoridades gubernamentales de políticas en materia de seguridad vial, y en materia de concientización de la sociedad argentina;

- La mejora en la calidad de vida de nuestra sociedad en general, que también compete a las autoridades gubernamentales, a fin de evitar vivir en estado de stress, nerviosismo y preocupación permanente por la crisis socio-económica en nuestro país. Lo cual se traslada a nuestras calles, y agrava la problemática vial;

- Y sanción de nuevas leyes que pongan fin a la ineficacia de la ley penal atinente a dicho tema, tanto en su función preventiva como sancionatoria.

Fuente: Infobae

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