Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Opinión

El VAR y un nuevo capítulo en la eterna danza entre humanos y tecnologías

04/12/2022 13:40 Opinión
Escuchar:

El VAR y un nuevo capítulo en la eterna danza entre humanos y tecnologías El VAR y un nuevo capítulo en la eterna danza entre humanos y tecnologías

Por Andrés Pallaro

En “El Artesano”, uno de los libros más relevantes del célebre sociólogo Richard Sennett, el autor reflexiona sobre las condiciones que permiten a una persona hacer bien su trabajo y sentir satisfacción por ello. Es decir, pone en el centro de la escena una concepción amplia del trabajador en cuanto artesano que domina un área de aplicación laboral y se consagra a ella con dignidad. Aún en el marco de sociedades con presencia creciente de tecnologías en todos los procesos productivos, esta noción artesanal de la tarea bien hecha sigue siendo, para Sennett, componente central de la naturaleza humana por el que podemos y debemos seguir luchando. De allí que, para el intelectual en cuestión, el buen uso de tantas tecnologías que creamos en el devenir humano sea un tema cada vez más decisivo para el presente y el futuro de nuestra especie.

La gran virtud de Sennett es poner en el centro de la reflexión al trabajo humano en cuanto actividad de alto impacto, portadora de una naturaleza común, más allá que siempre requiere de modelos evolutivos sobre todo frente al avance implacable de la tecnología. Es que, si algo emerge como neurálgico en la larga marcha de la Humanidad hacia el futuro es la danza continua entre personas y tecnologías. Una danza bajo el influjo de la innovación y la tensión permanentes. Una danza de acomodamiento constante entre capacidades humanas que crecen y se transforman, por un lado, y tecnologías que multiplican sus dominios y sofisticación sin límites aparentes, por otro. Una danza que disfrutamos y muchas veces sufrimos. Pero que, a largo plazo, siempre nos ha llevado a lugares mejores para nuestro progreso individual y colectivo.

En este contexto se inserta la tecnología que el fútbol profesional ha instaurado para mejorar las decisiones de los arbitrajes, conforme al Reglamento del deporte más popular del mundo y que en este Mundial Qatar 2022 presenta una fuerte evolución en materia de funcionalidades y resultados que se esperan de la misma. Y promediando ya la primera fase de dicho torneo, emergen preguntas claves que encienden polémicas y habilitan distintas posiciones: ¿Este VAR con mayor nivel de automatización tecnológica y super equipado con inteligencia artificial es un medio para fortalecer y mejorar las decisiones humanas que protegen el espíritu y las reglas del fútbol? ¿O está afectando la dinámica de un deporte que reniega de tanta tecnología, estresando a quienes tienen la responsabilidad de arbitrar y generando incentivos para modificar prácticas lícitas de los jugadores, verdaderos protagonistas del mismo?

Lo primero que debiéramos poner sobre la mesa es que esta versión del VAR forma parte de aquel estilo de evolución tecnológica que las voces más precavidas y conscientes vienen reclamando. Es decir, estamos ante una tecnología que ha tenido un desarrollo metódico, progresivo e interdisciplinario. Concebido para facilitar a los equipos arbitrales tomar decisiones más rápidas, precisas y fiables, el sistema tecnológico es producto de tres años de investigación liderados por la FIFA junto a partners especializados y ensayos reales en la Copa árabe de Fútbol y el Mundial de Clubes 2021. Entre las entidades de fuerte prestigio que participaron en distintas instancias de validación y optimización de esta tecnología se encuentran el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), la Universidad de Victoria (Australia) y la Universidad ETH de Zurich, Suiza. Es decir, no estamos ante una aventura tecnológica propia de algún funcionario encandilado con la digitalización. Estamos ante un proyecto serio, validado científicamente, con debidos ensayos previos y protocolos explicables que lo sacan de cualquier tipo de caja negra a la que someternos en silencio.

Dicho todo esto, ampliemos: el sistema semiautomatizado del VAR actual se abastece de 12 cámaras de última generación en cada estadio, capaces de capturar los movimientos de la pelota y 29 puntos de datos de cada jugador, a razón de 50 veces por segundo. La pelota oficial, denominada “Al-Rihla”, está equipada con un sensor que envía datos a la sala de video con una frecuencia de 500 veces por segundo. Con semejante capacidad y velocidad de generación de datos, por primera vez son posibles animaciones en tres dimensiones para reflejar con máxima precisión, por ejemplo, los momentos en que cualquier jugador patea una pelota y la posición de los compañeros que esperan recibirla. Infracciones, Offisides y otras situaciones friccionales del juego pueden ahora dejar de depender exclusivamente del ojo y el criterio humano.

Sería necio negar que esta innovación tecnológica está cumpliendo con creces en Qatar la propuesta de valor anunciada en la previa. En cada uno de los partidos del Mundial disponemos de data con altísimos estándares de precisión y velocidad sobre todas las situaciones del juego. Como en cada una de nuestras actividades y procesos, la data producida y modelizada gracias a las nuevas tecnologías, acuden a nuestro auxilio. Y debiéramos abrazar dicha corriente como una oportunidad histórica para vencer sesgos, mejorar nuestras decisiones, bajar la tasa de conflictos y elevar estándares de equidad y justicia. También, celebrar especialmente que podemos tener el gobierno de dichos sistemas y conservar, como seres humanos con distintos roles, las decisiones finales en todo aquello sobre los que nos vienen a asistir.

Claro está que biológicamente nuestros cerebros están más preparados para retener lo negativo, aquello que más relación tiene con amenazas y pesares, en desmedro de todo lo que dispensa evolución y avances. Y también que el sesgo de disponibilidad es un rasgo muy habitual de nuestros comportamientos. Claramente, nuestros juicios de probabilidad de que algo suceda suelen estar condicionados por nuestras propias experiencias en el tema. Si sumamos a ello algunos ingredientes más, como la lógica de los medios sociales (redes), tan afines a la crispación y la polémica, y también cierta defensa cultural en orden a “evitar contaminar” la espontaneidad de entretenimientos o deportes con la objetividad tecnológica, llegamos al combo perfecto que alimenta el “movimiento anti VAR”. Pero entender no significa compartir. Ni el reconocimiento de los límites de las tecnologías, ni la alerta por sus posibles pretensiones de liberarse del dominio humano, debieran nublarnos el análisis más sensato: podemos hacer mejor nuestros trabajos con el concurso activo y evolutivo de las tecnologías. Como los árbitros en el fútbol, siempre objeto de torrentes de emociones negativas por parte de los fanáticos de cualquier lugar del mundo.

Muy probablemente, ni el gol anulado a Francia en el último minuto del partido frente a Túnez, ni el medio brazo adelantado de Lautaro Martínez en el ya emblemático gol anulado a Argentina en su desafío inicial frente a Arabia, ni los movimientos exactos de los protagonistas del penal cobrado a favor de Portugal frente a Uruguay o el real impacto de los puños del correctísimo arquero polaco sobre el cuerpo de Messi en el también penal cobrado y malogrado por el astro argentino, hubieran sido detectados y valorados con alta precisión por el ojo humano, por más competente que fuera el equipo arbitral de cada uno de esos partidos. ¿Por qué entonces dichas situaciones de juego, respaldadas por información fiable del VAR, originaron a priori fallos que no han sido infalibles, es decir en algunos casos incorrectos? Porque en definitiva, y esta es la parte más saludable de la invasión tecnológica que a veces nos satura, las decisiones finales en cada situación siguen siendo humanas. Y el “trabajo bien hecho” del que hablaba Sennett en El Artesano, sigue siendo una condición necesaria para que los buenos resultados prevalezcan.

Adicionalmente, frente al miedo tan extendido de que la tecnología viene a apropiarse de nuestros trabajos, es bueno destacar que en el fútbol equipado con VAR como en la gran mayoría de las manifestaciones en expansión en el mundo del SportsTech, los roles humanos se multiplican y enriquecen. El viejo team de árbitro y jueces de línea es hoy uno más grande y diverso, compuesto por analistas, expertos, personal de soporte, diseño y animación, etc. Todo un conjunto de personas dotadas con distintas habilidades ante el desafío de trabajar en equipo para producir un resultado mejor. Es decir, un verdadero círculo virtuoso: más tecnología, más y mejor trabajo humano y mejores resultados.

Está claro que el VAR no es una panacea. Ninguna tecnología lo es. Todas, pueden mejorar versión tras versión. Todas, necesitan ser gobernadas por humanos. Todas, requieren de habilidades complementarias para sacarles máximo provecho. Seguramente la próxima versión del VAR reflejará mejor si un pedazo de cuerpo adelantado de quien ataca frente a quien defiende sea o no portador de ventaja deportiva y, con ello, ayudar a ponderar mejor las siempre ingratas decisiones de offsides. Pero lo que no debiéramos dejar de reconocer desde cualquier posición sensata y desapasionada, es el que el VAR nos está permitiendo tener un Mundial con mejor información para las decisiones justas de quienes tienen dichas responsabilidades y, como consecuencia de ello, con errores menos alevosos y resultados más ajustados al Reglamento del deporte. Cuando la analítica del Mundial finalizado esté disponible, podremos confirmar semejante hipótesis.

El fútbol no tiene por qué perder la espontaneidad y diversidad que lo hacen único. Los segundos o minutos que se pierden verificando la data que arroja el VAR no tienen porque perjudicar la dinámica del juego ni la belleza del espectáculo. Las picardías antireglamentarias que siempre existieron y tantas veces eran convalidadas ante la imposibilidad o impericia de los árbitros, no definen la naturaleza de un deporte en el que pueden inventarse maniobras o destrezas sin límites sin caer en el desvío de lo no permitido. En definitiva, el VAR abre un conjunto de nuevas posibilidades para esta danza tan vital entre humanos y tecnologías. Si somos exitosos en llevarla adelante, probablemente no tengamos nunca más una final de Copa del Mundo con decisiones tan desacertadas como las del mexicano Codedal en Italia 90. Aunque quizás tampoco tengamos más escenas tan célebres como la “Mano de Dios” de Diego frente a Inglaterra en 1986. Queda en cada uno la valoración de pérdidas y ganancias, pero no perdamos nunca la vocación de mejorar todo lo que hacemos valiéndonos de nuevas tecnologías.

En “El Artesano”, uno de los libros más relevantes del célebre sociólogo Richard Sennett, el autor reflexiona sobre las condiciones que permiten a una persona hacer bien su trabajo y sentir satisfacción por ello. Es decir, pone en el centro de la escena una concepción amplia del trabajador en cuanto artesano que domina un área de aplicación laboral y se consagra a ella con dignidad. Aún en el marco de sociedades con presencia creciente de tecnologías en todos los procesos productivos, esta noción artesanal de la tarea bien hecha sigue siendo, para Sennett, componente central de la naturaleza humana por el que podemos y debemos seguir luchando. De allí que, para el intelectual en cuestión, el buen uso de tantas tecnologías que creamos en el devenir humano sea un tema cada vez más decisivo para el presente y el futuro de nuestra especie.

La gran virtud de Sennett es poner en el centro de la reflexión al trabajo humano en cuanto actividad de alto impacto, portadora de una naturaleza común, más allá que siempre requiere de modelos evolutivos sobre todo frente al avance implacable de la tecnología. Es que, si algo emerge como neurálgico en la larga marcha de la Humanidad hacia el futuro es la danza continua entre personas y tecnologías. Una danza bajo el influjo de la innovación y la tensión permanentes. Una danza de acomodamiento constante entre capacidades humanas que crecen y se transforman, por un lado, y tecnologías que multiplican sus dominios y sofisticación sin límites aparentes, por otro. Una danza que disfrutamos y muchas veces sufrimos. Pero que, a largo plazo, siempre nos ha llevado a lugares mejores para nuestro progreso individual y colectivo.

En este contexto se inserta la tecnología que el fútbol profesional ha instaurado para mejorar las decisiones de los arbitrajes, conforme al Reglamento del deporte más popular del mundo y que en este Mundial Qatar 2022 presenta una fuerte evolución en materia de funcionalidades y resultados que se esperan de la misma. Y promediando ya la primera fase de dicho torneo, emergen preguntas claves que encienden polémicas y habilitan distintas posiciones: ¿Este VAR con mayor nivel de automatización tecnológica y super equipado con inteligencia artificial es un medio para fortalecer y mejorar las decisiones humanas que protegen el espíritu y las reglas del fútbol? ¿O está afectando la dinámica de un deporte que reniega de tanta tecnología, estresando a quienes tienen la responsabilidad de arbitrar y generando incentivos para modificar prácticas lícitas de los jugadores, verdaderos protagonistas del mismo?

Lo primero que debiéramos poner sobre la mesa es que esta versión del VAR forma parte de aquel estilo de evolución tecnológica que las voces más precavidas y conscientes vienen reclamando. Es decir, estamos ante una tecnología que ha tenido un desarrollo metódico, progresivo e interdisciplinario. Concebido para facilitar a los equipos arbitrales tomar decisiones más rápidas, precisas y fiables, el sistema tecnológico es producto de tres años de investigación liderados por la FIFA junto a partners especializados y ensayos reales en la Copa árabe de Fútbol y el Mundial de Clubes 2021. Entre las entidades de fuerte prestigio que participaron en distintas instancias de validación y optimización de esta tecnología se encuentran el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), la Universidad de Victoria (Australia) y la Universidad ETH de Zurich, Suiza. Es decir, no estamos ante una aventura tecnológica propia de algún funcionario encandilado con la digitalización. Estamos ante un proyecto serio, validado científicamente, con debidos ensayos previos y protocolos explicables que lo sacan de cualquier tipo de caja negra a la que someternos en silencio.

Dicho todo esto, ampliemos: el sistema semiautomatizado del VAR actual se abastece de 12 cámaras de última generación en cada estadio, capaces de capturar los movimientos de la pelota y 29 puntos de datos de cada jugador, a razón de 50 veces por segundo. La pelota oficial, denominada “Al-Rihla”, está equipada con un sensor que envía datos a la sala de video con una frecuencia de 500 veces por segundo. Con semejante capacidad y velocidad de generación de datos, por primera vez son posibles animaciones en tres dimensiones para reflejar con máxima precisión, por ejemplo, los momentos en que cualquier jugador patea una pelota y la posición de los compañeros que esperan recibirla. Infracciones, Offisides y otras situaciones friccionales del juego pueden ahora dejar de depender exclusivamente del ojo y el criterio humano.

Sería necio negar que esta innovación tecnológica está cumpliendo con creces en Qatar la propuesta de valor anunciada en la previa. En cada uno de los partidos del Mundial disponemos de data con altísimos estándares de precisión y velocidad sobre todas las situaciones del juego. Como en cada una de nuestras actividades y procesos, la data producida y modelizada gracias a las nuevas tecnologías, acuden a nuestro auxilio. Y debiéramos abrazar dicha corriente como una oportunidad histórica para vencer sesgos, mejorar nuestras decisiones, bajar la tasa de conflictos y elevar estándares de equidad y justicia. También, celebrar especialmente que podemos tener el gobierno de dichos sistemas y conservar, como seres humanos con distintos roles, las decisiones finales en todo aquello sobre los que nos vienen a asistir.

Claro está que biológicamente nuestros cerebros están más preparados para retener lo negativo, aquello que más relación tiene con amenazas y pesares, en desmedro de todo lo que dispensa evolución y avances. Y también que el sesgo de disponibilidad es un rasgo muy habitual de nuestros comportamientos. Claramente, nuestros juicios de probabilidad de que algo suceda suelen estar condicionados por nuestras propias experiencias en el tema. Si sumamos a ello algunos ingredientes más, como la lógica de los medios sociales (redes), tan afines a la crispación y la polémica, y también cierta defensa cultural en orden a “evitar contaminar” la espontaneidad de entretenimientos o deportes con la objetividad tecnológica, llegamos al combo perfecto que alimenta el “movimiento anti VAR”. Pero entender no significa compartir. Ni el reconocimiento de los límites de las tecnologías, ni la alerta por sus posibles pretensiones de liberarse del dominio humano, debieran nublarnos el análisis más sensato: podemos hacer mejor nuestros trabajos con el concurso activo y evolutivo de las tecnologías. Como los árbitros en el fútbol, siempre objeto de torrentes de emociones negativas por parte de los fanáticos de cualquier lugar del mundo.

Muy probablemente, ni el gol anulado a Francia en el último minuto del partido frente a Túnez, ni el medio brazo adelantado de Lautaro Martínez en el ya emblemático gol anulado a Argentina en su desafío inicial frente a Arabia, ni los movimientos exactos de los protagonistas del penal cobrado a favor de Portugal frente a Uruguay o el real impacto de los puños del correctísimo arquero polaco sobre el cuerpo de Messi en el también penal cobrado y malogrado por el astro argentino, hubieran sido detectados y valorados con alta precisión por el ojo humano, por más competente que fuera el equipo arbitral de cada uno de esos partidos. ¿Por qué entonces dichas situaciones de juego, respaldadas por información fiable del VAR, originaron a priori fallos que no han sido infalibles, es decir en algunos casos incorrectos? Porque en definitiva, y esta es la parte más saludable de la invasión tecnológica que a veces nos satura, las decisiones finales en cada situación siguen siendo humanas. Y el “trabajo bien hecho” del que hablaba Sennett en El Artesano, sigue siendo una condición necesaria para que los buenos resultados prevalezcan.

Adicionalmente, frente al miedo tan extendido de que la tecnología viene a apropiarse de nuestros trabajos, es bueno destacar que en el fútbol equipado con VAR como en la gran mayoría de las manifestaciones en expansión en el mundo del SportsTech, los roles humanos se multiplican y enriquecen. El viejo team de árbitro y jueces de línea es hoy uno más grande y diverso, compuesto por analistas, expertos, personal de soporte, diseño y animación, etc. Todo un conjunto de personas dotadas con distintas habilidades ante el desafío de trabajar en equipo para producir un resultado mejor. Es decir, un verdadero círculo virtuoso: más tecnología, más y mejor trabajo humano y mejores resultados.

Está claro que el VAR no es una panacea. Ninguna tecnología lo es. Todas, pueden mejorar versión tras versión. Todas, necesitan ser gobernadas por humanos. Todas, requieren de habilidades complementarias para sacarles máximo provecho. Seguramente la próxima versión del VAR reflejará mejor si un pedazo de cuerpo adelantado de quien ataca frente a quien defiende sea o no portador de ventaja deportiva y, con ello, ayudar a ponderar mejor las siempre ingratas decisiones de offsides. Pero lo que no debiéramos dejar de reconocer desde cualquier posición sensata y desapasionada, es el que el VAR nos está permitiendo tener un Mundial con mejor información para las decisiones justas de quienes tienen dichas responsabilidades y, como consecuencia de ello, con errores menos alevosos y resultados más ajustados al Reglamento del deporte. Cuando la analítica del Mundial finalizado esté disponible, podremos confirmar semejante hipótesis.

El fútbol no tiene por qué perder la espontaneidad y diversidad que lo hacen único. Los segundos o minutos que se pierden verificando la data que arroja el VAR no tienen porque perjudicar la dinámica del juego ni la belleza del espectáculo. Las picardías antireglamentarias que siempre existieron y tantas veces eran convalidadas ante la imposibilidad o impericia de los árbitros, no definen la naturaleza de un deporte en el que pueden inventarse maniobras o destrezas sin límites sin caer en el desvío de lo no permitido. En definitiva, el VAR abre un conjunto de nuevas posibilidades para esta danza tan vital entre humanos y tecnologías. Si somos exitosos en llevarla adelante, probablemente no tengamos nunca más una final de Copa del Mundo con decisiones tan desacertadas como las del mexicano Codedal en Italia 90. Aunque quizás tampoco tengamos más escenas tan célebres como la “Mano de Dios” de Diego frente a Inglaterra en 1986. Queda en cada uno la valoración de pérdidas y ganancias, pero no perdamos nunca la vocación de mejorar todo lo que hacemos valiéndonos de nuevas tecnologías.

Lo que debes saber
Lo más leído hoy