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EL LIBERAL . Santiago

HISTORIAS DESCONOCIDAS DE LOS VIRREYES DEL RÍO DE LA PLATA

31/10/2021 04:36 Santiago
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HISTORIAS DESCONOCIDAS DE LOS VIRREYES DEL RÍO DE LA PLATA HISTORIAS DESCONOCIDAS DE LOS VIRREYES DEL RÍO DE LA PLATA

La historia de las dos ciudades más relevantes del país, Santiago del Estero en su condición de “madre de ciudades” y Buenos Aires, el humilde puerto que se convirtió en la gran metrópolis del sur, puede contarse como si fueran dos vidas paralelas. Sin la lucha fundacional de Santiago para sostenerse como el centro de la ocupación territorial de esa gigantesca región llamada Tucumán, el destino de estas tierras argentinas hubiera sido otro; y sin la ambición de los porteños por ocupar un lugar en el mundo, el centro delas decisiones políticas del país hubiera terminado en otro lugar.

Los 468 años de Santiago del Estero la vieron ser la primera capital de jurisdicción política en suelo argentino y la primera catedral se instaló allí. El carácter pionero de la gran ciudad a orillas del río Dulce no fue respetado por la historia y así fue cómo un día la capital de la gobernación partió hacia Salta y el obispado rumbo a Córdoba, todo en 1700. La Argentina debe una reparación a la “madre de ciudades” por su papel histórico durante casi cinco siglos.

Desde 1580, cuando se refundó aquella población fracasada en 1536, la Santísima Trinidad en el Puerto de Buenos Aires, tal como rezan los documentos históricos de la época colonial, fue buscando un destino desde su modestia original en el fin del mundo (ciudad más austral del imperio español) hasta que comenzaron sus logros institucionales: en 1617 capital de gobernación; en 1620 diócesis, en 1661 sede de la Real Audiencia (aunque sólo duró diez años ese honor) y finalmente su consagración como capital del Virreinato del Río de la Plata, venciendo en la disputa por esa sede a Chuquisaca, Salta y Córdoba.

El lento declive de Santiago hasta los tiempos modernos de recuperación fue inversamente proporcional al ascenso de Buenos Aires como cabeza del territorio que constituye la Argentina. No se debe ignorar que somos el país más grande del mundo en el que se habla español. Hoy recordaremos a los primeros gobernantes que tuvieron bajo su mando el espacio argentino desde la capital del Plata y conoceremos algunos hechos que ilustran la vida de los virreyes que alguna vez vivieron a la orilla del río “color de león”, tal como definiera Jorge Luis Borges al Río de la Plata.

Cevallos: el primer virrey

La fundación del último virreinato españoltuvo lugar en 1776 por decisión deCarlos III, el cuarto Borbón que reinó desde 1759, y fue el reformista que culminó la modernización del imperio, que a la vista de la historia no fue suficiente.El primer virrey del Río de la Plata fue el gaditano Pedro Antonio de Cevallos Cortez y Calderón, un viejo conocido de Buenos Aires, que durante diez años ya había sido gobernador. Su regreso a España en 1766 lo eximió de hacerse cargo de la expulsión de los jesuitas, llevada a cabo por Francisco de Bucarelli.

La doble condición de militar y funcionario de Cevallos hizo que en 1776 fuera puesto a la cabeza de una expedición parafinalizar la guerra contra Portugal por la posesión de la Banda Oriental, y luego asumiera como virrey en la nueva capital platense. Recién en 1777 tomóel cargo y debió organizar las comunicaciones de la nueva jurisdicción que abarcaba desde los Andes hasta el Atlántico y desde la Amazonia hasta el cabo de Hornos: unos cinco millones de km2, el más extenso virreinato español. En poco más de un año declaró a Buenos Aires como puerto libre, fomentó la agricultura, ordenó el trabajo de libres y esclavos mejorando sus condiciones y sus salarios, e recomendó al Consejo de Indias la posible organización de las tierras bajo su mando.

Volvió a la península ibérica en 1778 y murió en la Navidad de ese año en Córdoba, la antigua capital del primer califato de Occidente, en Andalucía, donde 

fue sepultado con todos los honores en la catedral mezquita, una de las obras de arquitectura más imponentes de España.

Vértiz: el gobernante de las luminarias

Uno de los dos virreyes que más gobernó el Río de la Plata fue el yucateco Juan José de Vértiz y Salcedo, el primer criollo en llegar al cargo en 1778. Se encontraba en Buenos Aires desde los tiempos en que fue su último gobernador. Fue el más progresista delos virreyes ysu condición de militar no le impidió ser un hombre de la Ilustración. Tuvo a su cargo la puesta en marcha de las cédulas reales que organizaron el virreinato, instalando nueve intendencias: Paraguay, Córdoba del Tucumán, Salta del Tucumán, Buenos Aires, Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Puno y Potosí; y cuatro gobiernos: Montevideo, las Misiones, Chiquitos y Moxos.Además, restauró la Real Audiencia de Buenos Aires, el gran órgano judicial del imperio.

Sin embargo, su memoria ha quedado fijada por las tareas de mejoramiento de Buenos Aires: la fundación de la Casa de Expósitos (hoy Casa Cuna), del Real Convictorio de San Carlos (hoy Colegio Nacional);la apertura del primer teatro, la Ranchería; la realización del primer censo; y sobre todo la colocación de farolas en las calles, que le valieron el mote de “virrey de las luminarias”. En 1781, Vértiz se convierte en el primer virrey en llegar y permanecer en Santiago del Estero durante la expedición que, rumbo al Alto Perú, iba a reprimir el levantamiento de Tupac Amaru. Vértiz fue quien trasladó a los cabecillas sobrevivientes de la rebelión hasta la capital para su juzgamiento, que terminó en 1803.

En 1784 fue relevado por Nicolás del Campo, marqués de Loreto, el primer noble que gobernó el río de la Plata. Vértiz volvió a España y murió en Madrid en 1799.

Melo: la primera tumba virreinal porteña

El badajocense Pedro Melo de Portugal, el virrey con el más alto título de nobleza que tuvo Buenos Aires, era descendiente de un virrey de Sicilia y formaba parte de la casa real portuguesa.Su brillante carrera militar lo llevó al grado de teniente general, y su llegada a América fue como gobernador intendente del Paraguay en 1776. Fue miembro de la Real Audiencia de Buenos Aires y su consejo fue fundamental para la creación del Real Consulado en 1794, del que fue nombrado secretario perpetuo Manuel Belgrano.

En 1795 fue nombrado quinto virrey del Río de la Plata y estaba imbuido de ideales modernizadores. Se dedicó a estabilizar la frontera con los indios, en el sur y en el Chaco, además de organizar la exploración a las costas patagónicas de Félix de Azara, el más grande naturalista que pasó por entonces por estas tierras. Aceptó la entrega de la gobernación de Puno al virreinato del Perú y en la Banda Oriental fundó un poblado que hoy lleva su nombre: Melo. Hombre de gran capacidad de trabajo y de enorme sentido de la responsabilidad, realizó una inspección por las fortificaciones de Montevideo y Maldonado, sufriendo una caída de su caballo que le produjo una herida en la cabeza que lo llevó a la muerte el 15 de abril de 1797.

Sus restos fueron trasladados a la capital virreinal y fue sepultado en la iglesia conventual de San Juan Bautista, perteneciente a las monjas clarisas, de las que era benefactor. Tiempo después de su entierro en el altar mayor, y en medio de una misa, se produjo un accidente que fue visto como demoníaco. Un sacerdote, que las crónicas sindican como obeso, en el momento de la consagración, fue literalmente tragado por la tierra, provocando el espanto de los feligreses, que huyeron del templo. Finalmente pudo aclararse el misterio: la tumba del virrey Melo había sido invadida por hormigas que provocaron un gigantesco hueco, que cedió ante el excedido peso del religioso.

Las autoridades ordenaron un nuevo ataúd para Melo, que fue ubicado a la derecha del altar con una nueva lápida. Otra curiosidad de este templo es que durante un siglo y medio lució la obra de arte más valiosa del país en el siglo XIX: un tapiz de Pedro Rubens tejido en Bruselas, ordenado por el rey Felipe V, llamado “La adoración de los Reyes Magos”, y que fuera mutilado por las monjas para hacer alfombras de rezo en las celdas del convento. Hoy día, restaurado, engalana las salas del Episcopado Argentino, en la vieja residencia presidencial de la calle Suipacha.

Del Pino: el marido de la virreina y el padre de la primera dama

Joaquín del Pino Sánchez de Rozas Romero y Negrete, noble cordobés ibérico que sería el más anciano de los virreyes porteños, era un ingeniero militar que participó de la construcción del castillo de Montjuic en Barcelona, entre otras. En 1770 llegó al Plata para planificar las defensas costeras de la Banda Oriental y nunca más dejaría América. Fue gobernador de Montevideo y presidente de las Reales Audiencias de Chile y de Charcas. Se casó en segundas nupcias con la santafecina Rafaela de Vera y Mujica y una de sus hijas sería la esposa de Bernardino Rivadavia y, por lo tanto, la primera “primera dama” de la historia.

Asumió como octavo virrey del Río de la Plata en 1801, con 72 años, y se caracterizó por su eficiencia administrativa y su genio intelectual. Sus principales obras fueron la construcción de la Recova; la ampliación del puerto; la creación de astilleros; el intento de recuperación de las misiones enviando a Santiago de Liniers; y sería el segundo virrey en morir durante su mandato el 11 de abril de 1804. Sus exequias celebradas en la Catedral fueron fastuosas y está sepultado en la cripta de los obispos porteños.

Su esposa, llamada “virreina vieja”, se hizo protagonista de la sociedad platense. Su casona, ubicada en Perú y Belgrano, fue la primera sede del Montepío de Buenos Aires, hoy Banco Ciudad. Su quinta, donde murió una semana antes de la declaración de la independencia argentina, ocupaba el terreno donde hoy se levanta el célebre café “La Biela”. También la casa de los Vera Mujica ha sido reconstruida 

en el gran museo al aire libre de las ruinas de Cayastá, la antigua ciudad de Santa Fe, y es curioso que tenga más monumentos que su marido, el virrey.


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