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Andrés Di Tella: “La literatura y el cine en primera persona tienen la obligación de ser incómodos”

20/03/2021 20:30 Viceversa
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Andrés Di Tella: “La literatura y el cine en primera persona tienen la obligación de ser incómodos” Andrés Di Tella: “La literatura y el cine en primera persona tienen la obligación de ser incómodos”

Durante años, después de dejar a sus hijos en el colegio, Andrés Di Tella se dispuso a llevar un registro organizado de pensamientos fragmentarios y pequeñas viñetas de la vida cotidiana: ese ritual sostenido en el tiempo produjo textos que hoy pueden leerse en “Cuadernos”, un libro que los reúne construyendo una constelación de imágenes de su formación como cineasta y algunas vivencias como padre, como hijo o como lector pero también como hacedor de cine.

“Algo que pasa a través del cuaderno no pasa cuando te ponés a pensar solamente”, reflexiona Di Tella sobre ese ejercicio de escritura que dio origen a este trabajo editado por Entropía en el que también hay fotos y dibujos que ayudan a componer un relato de múltiples dimensiones y registros, constituyéndose como una invitación a pensar en la forma que adquieren los recuerdos con el paso del tiempo.

Cineasta y creador de películas como “Montoneros, una historia”, “Macedonio Fernández” o la reciente “Ficción privada”, el autor de “Cuadernos” se dispuso a esta charla al llegar de un viaje por Chascomús, lugar al que viajó en el marco de una investigación para su próximo proyecto: “Una historia de La Pampa, no la provincia sino la región pampeana y todo lo que eso significa simbólicamente como identidad nacional, toda la historia contradictoria y muy dramática que trae”.

-¿Cómo fue reencontrarte con estos textos para pensar en una publicación? ¿Identificás un momento en el que comenzaste a pensarlos como un libro?

-Andrés Di Tella: No hay un origen exacto porque no hubo un proyecto de libro desde el comienzo. Es un libro que se fue escribiendo un poco solo porque iba a llevar a mis hijos al colegio temprano a la mañana y después me iba casi todos los días a un café con los sucesivos cuadernos que se fueron acumulando. Tengo la costumbre de escribir los planes del día, un recuerdo o algo que alguien me contó. Eso se va acumulando. De ahí extraje sin pensar que iba a ser un libro, con el ánimo de pasar en limpio. Esos textos se los pasé a los editores, Gonzalo Castro y Sebastián Martínez Daniell y fuimos seleccionando. Son de los últimos 10, 12 años. Hay un poco de todo. Decidimos sacarle las fechas porque nos pareció que no eran necesarias. Son textos que a veces tenían un destino muy preciso, como ser parte de una carpeta de un proyecto cinematográfico, textos que quizás lee un comité de evaluación y nadie más. O un apunte suelto que escribí sobre un sueño o un recuerdo. De repente algo que publiqué en Facebook. Hay una especie de origen de fechas que las puedo evaluar por la edad de mi hijo Rocco que tenía 12 años y ahora tiene 22.

-También puede leerse como la construcción de una memoria familiar. ¿Cómo fue el trabajo de relectura para la publicación?

-A.D.: Me sorprendieron esos vínculos que se establecen entre recuerdos de un viejo profesor, la biografía de un cineasta que conocí solo por sus películas, mi padre, mi madre, mis hijos. Todo eso empieza a conformar una especie de familia que soy yo. Hay un cuento de Borges donde dice que un hombre se propone dibujar el mundo entonces empieza a llenar la hoja en blanco con imágenes de provincias, de ciudades, de habitaciones, de instrumentos, de personas y cuando está por morir mira ese laberinto y ve la imagen de su propia cara. Acá encuentro en mi propia biografía emocional no solo los recuerdos familiares, de mis padres y cosas que he vivido sino también escritores con los que he viajado, personas que he conocido y forman parte de mi biografía. Lo convierto en una novela para que el lector pueda poner en juego su propia biografía, que evoque su propia vida.

-En tu trabajo como asistente de dirección de Alberto Fischerman ubicás esa importancia de las jornadas tomando notas, como si ahí apareciera una clara conciencia de la escritura como una tarea impredecible.

-A.D.: Sí, yo me siento cada mañana y no sé lo que voy a anotar. Lo que surge puede ser una simple observación de cómo entra la luz esta mañana en este café o cómo se agitan las copas de los árboles anunciando tormenta. O puedo estar en un viaje y me quedo una hora o dos escribiendo un pedazo de vida, como ese rodaje que hicimos con Alberto Fischnerman sobre Witold Gombrowicz y las personas que conocimos y todo lo que no comprendí en ese momento. Con tiempo y al momento de escribir empiezo a procesar y a entender en este caso, por ejemplo, el legado de Alberto que es un director un poco olvidado, pero que para mí fue mi maestro.

-En ese rol de maestros también aparece Ricardo Piglia...

-A.D.: Sí, por supuesto. Ricardo fue más mi amigo, indudablemente son esos amigos maestros. Creo que uno a veces con la cercanía dice “bueno somos amigos” pero a veces con la muerte, con la ausencia, crece esa dimensión de maestro. Todo lo que aprendí acerca de cómo se cuenta la vida, que es un poco una de las preguntas que él se hacía todo el tiempo en sus novelas y sus diarios en forma más evidente, es su enseñanza. Sus novelas son muy autobiográficas y está todo el tiempo trabajando historias de la familia, amigos, quizás traducidas con nombres de fantasía, a veces no. Entonces uno se da cuenta de lo que le legaron los demás con el tiempo y en ese sentido escribir de este modo, sin un orden, sentarse sin saber que vas a escribir también es una forma de descubrir. Creo que hay algo que pasa a través del cuaderno que no pasa cuando te ponés a pensar solamente. Es una cosa sistemática porque implica escribir todos los días pero a la vez deliberadamente asistemática, ya que surge lo que surge. Es como si te dijera el cuaderno es más inteligente que yo. 


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