“EL PAPI DUERME CON LOS OJOS DUROS” “EL PAPI DUERME CON LOS OJOS DUROS”
1
El hombre le muestra al nene una hoja impresa. Está escrito en el papel que él es el papi. El nene le devuelve una mirada incrédula. El hombre escribe una nueva palabra para que el nene vea que es verdad. Su segundo nombre, el nombre secreto del nene, el mismo que el suyo. Nadie más conoce ese nombre, salvo la madre.
2
En todos esos años de ausencia, el hombre trabajó de hacer ventanas en las fincas. Vivía en el campo. A veces dormía en los galpones sin sereno. Lo metían preso, lo soltaban, lo internaban, y así. La madre le confirma lo que dice el hombre. El nene vuelve a mirar el papelito. Su segundo nombre, escrito a mano por el papi al pie del papel impreso, tiene la caligrafía de un niño más chico que él.
3
La madre y el nene aceptan al hombre en la casa. Se instala en el sillón del living. Lo único que trae consigo es un bolso de mano con un par de camisas, un segundo par de pantalones y algo de ropa interior. El nene, que todavía no cree la historia, se le acerca mientras duerme, para ver si lo pesca haciendo un gesto que delate su artimaña. Está acostado boca arriba en el sillón, completamente inmóvil, con los ojos abiertos clavados en el techo. La imagen de la mirada endurecida lo aterra y huye a la pieza de la madre. A la mañana siguiente le cuenta lo que ha visto. Así suele dormir el papi, dice ella, es como una enfermedad.
4
Con los días, el hijo y la madre se acostumbran a la presencia del hombre. Cocina, lava la ropa, ayuda con la limpieza general de la casa. Llegan algunos vecinos a visitarlo, amigos de otra época, de la escuela o de trabajos que ha dejado. él no los reconoce. Se sientan junto a él y le buscan conversación. Cómo has andado, le preguntan. él contesta que bien, ocupado, lejos. Y vuelve a lo que estaba haciendo.
5
Una tarde la mujer debe salir por una urgencia y el papi queda a cargo. El nene, que todavía no termina de aceptarlo como parte de su vida, le pregunta qué harán para pasar el rato. El papi dice que adoptarán un perro. Salen de la mano y cruzan la gran avenida. Caminan un trecho en silencio, mirando al piso. En eso que van, el papi se agacha para levantar una colcha harapienta y llena de polvo que alguien ha dejado tirada junto a un montón de desperdicios. Aquí está nuestro perrito, dice. El nene lo mira sin entender. Eso no es un perro, dice. Claro que sí!, contesta él. Es un cachorro, por eso todavía no tiene forma de perro normal.
6
Cuando la madre regresa, no hay señales del nene o del papi. Sale al fondo. Tampoco están ahí. Pregunta a los vecinos y en el almacén. Los han visto andar, pero nada más. Llama a la policía. El oficial le habla con una voz indiferente. Ya van a aparecer, dice. A lo mejor han salido de paseo. La mujer pone una silla bajo el alero que precede a la puerta. Del otro lado de la avenida, el pueblo es peligroso, y eso la preocupa. Junto a la puerta hay una colcha enrollada, un harapo mugriento al que le sobrevuela un enjambre de moscas. Y al lado de la colcha, un plato con sobras del almuerzo y un tacho con agua fresca. La mujer deja ir un suspiro. Cuando el hombre regrese, le pedirá que saque toda esa roña de la casa y la vaya a tirar por ahí. Y luego, si tiene energía, le dirá que se vaya y que no vuelva más.








