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Masacre en Aurora

28/07/2012 04:00 Opinión
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Masacre en Aurora Masacre en Aurora

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADOProbablemente nunca se sabrá qué pasaba por la mente de James Eagan Holmes cuando decidió acudir en la madrugada del pasado viernes a un cine de Aurora, Colorado, donde exhibían la película The Dark Knight Rises, vistiendo una máscara de gas, casco y chaleco antibalas y comenzó a disparar con un rifle automático, mató a 12 personas, incluyendo a una niña de seis años, y dejó un tendal de 58 heridos.

Pero uno puede especular que en el instante mismo en que comenzó a apretar el gatillo, pensó que se hallaba frente a un juego de video, como los que pueden encontrarse en el vestíbulo del cine, y que las figuras que caían bajo sus balas no tenían más existencia que las que desfilan por la pantalla de la computadora.

El cineplex de Aurora, un suburbio de Denver, donde ocurrió la masacre, queda apenas a 27 kilómetros de la escuela secundaria Columbine, donde el 20 de abril de 1999, dos adolescentes, Eric Harris y Dylan Klebold mataron a 12 estudiantes y a un profesor e hirieron a otros 21.

Los psicólogos concluyeron en que Harris era un psicópata y Klebold era un resentido lleno de ira, afectado por una depresión suicida. Lo más probable es que Holmes reciba un diagnóstico parecido.

Por lo visto debe haber mucha depresión galopando por esa franja de territorio, pero también mucha confusión y una profunda alienación, que hacen que un estudiante aventajado de neurociencia, una disciplina que estudia las bases biológicas de la conducta, de 24 años como Holmes, que se graduó entre los primeros en la Universidad del Sur de California y recibió estipendios por casi 25.000 dólares para cursar su doctorado en Colorado, termine identificándose con el Joker de las películas de Batman y salga a matar gente a mansalva.

Frente a hechos como éste, la sociedad busca respuestas que no existen fuera del ámbito de la psicología. Busca respuestas, no tanto para explicar la masacre como para explicarse a sí misma, para entender qué secuencia de circunstancias puede conducir a una sociedad próspera y democrática, a una tragedia tan terrible como gratuita.

Hasta la madrugada del viernes 20, Holmes no había incurrido en ninguna infracción, más allá de conducir a exceso de velocidad. Creció en San Diego, en una comunidad de clase media, en una casa de dos pisos, de tipo colonial, con techo a tejas rojas a dos aguas, en medio de un paisaje de colinas y desfiladeros. Es el tipo de entorno bucólico donde cualquier habitante urbano, enfermo de ruido, tráfico y monóxido de carbono, soñaría con criar a sus hijos. Su madre, Arlene, es enfermera y su padre, Robert, es un matemático que desarrolla modelos estadísticos para servicios financieros.

Nada llamativo sucedió en sus años de adolescente. Era tímido, retraído, un tanto abúlico, pero quienes lo conocieron entonces lo recuerdan como un ser tierno y agradable.

Cuando se mudó a Aurora para cursar su doctorado, el año pasado, se instaló en un barrio mayoritariamente hispano, donde las rentas eran bajas y uno tenía que mirar por donde andaba. Sus vecinos lo describen como un tipo solitario, que se trasladaba en bicicleta y quien de tanto en tanto iba a comerse unos burritos en el restaurante mexicano de la zona.

El 7 de junio pasado fracasó en un examen oral y decidió abandonar sus estudios. A partir de ese momento comienza a desarrollarse una secuencia extraña y sombría de acontecimientos que algunos psicólogos explican como una esquizofrenia latente que se activa como resultado de la frustración provocada por el examen fallido.

Apenas horas después de conocer el resultado, Holmes compró un rifle de alto poder y comenzó a adquirir municiones por medio de varios sitios en internet, hasta acumular un arsenal de 6.000 balas, además de explosivos y detonadores que instaló en su vivienda poco antes de dirigirse al sitio de la masacre. Para entonces, se había teñido el pelo de rojo intenso, lo que le daba una imagen similar al Joker que aspiraba emular.

Los expertos tratan y tratarán de conectar una variedad de puntos e indicios para explicar la conducta de Holmes, pero su identificación con el Joker, el archienemigo de Batman encierra, posiblemente, la clave más firme.

El Joker fue inventado por Bill Finger, el escritor de la tira original de Batman y modelado, según su propio testimonio, en la figura de Gwynplaine, el personaje central de la novela de Víctor Hugo ‘El hombre que ríe‘. Originalmente era un ladronzuelo que cayó dentro de un tanque de productos químicos tóxicos durante un robo, lo que le confirió su extraña apariencia y le hizo perder la razón.

El Joker carece de todo sentimiento humano con excepción de la crueldad y es muy factible que Holmes se haya sentido de la misma manera: metido en un gigantesco juego de video donde apretar el gatillo no tiene ninguna consecuencia. l

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