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Crónicas de las mesas

Por: Belén Cianferoni. 

29/06/2025 12:30 Santiago
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Suceden eventos culturales muy sorprendentes en el universo santiagueño, y ando prestando atención desde lejos, desde cerca, pero siempre mirando como cualquier michi chismosa del ocho.

Un día explotó la guaracha como si nada, justo cuando en los bares y boliches de Buenos Aires se empezó a bailar un ritmo extraño que se mal denominaba guaracha. Gracias a Ana Expósito, streamer y panelista de Luzu, que puso el grito en el cielo ante tal crimen, se armó revuelo. Los chicos de Un poco de ruido organizaron un evento e invitaron a Dany Hoyos para que diera cátedra de sonido y movimiento, y para explicar qué era realmente ese fenómeno.

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Hace un par de meses, en una de las reuniones Fa de Mex Urtizberea sobre canciones, el cantante Milo J mencionó el tema La pucha con el hombre, y de repente aparecieron los Carabajal y el folklore. Todos en Buenos Aires sorprendidos, decidieron armar un Fa de folklore, con algunas de las figuras más representativas: Chango Spasiuk, Quintero, Soledad Pastorutti, el Chaqueño Palavecino, el propio Milo J y otras personas que estaban ahí, en la mesa, discutiendo sobre este fenómeno que es el folklore. Si no lo vieron, googleen, señora, no se va a arrepentir. En fin, de nuevo Santiago del Estero moviendo la olla cultural y sirviendo... Porque aquí damos de comer sustancioso cuando de arte hablamos.

Hace poco se estrenó Poesía Abierta en el cine Renzi, una película dirigida por Diego D'Angelo, situada en Buenos Aires entre 1982 y 1996, cuando un grupo de poetas y artistas desafiaba al poder militar —y luego celebraba la naciente democracia— leyendo sus textos en bares de San Telmo, con libertad y sin permiso. Obviamente, tenía que haber un santiagueño ahí, en una de esas mesas. Y un poeta santiagueño, claro.

Me quedé pensando en los elementos en común: arte, Santiago del Estero, Buenos Aires, mesas.

Todo sucedió en mesas donde las personas compartían, se miraban a la cara, hablaban entre todos, había bochinche, ruido, gente que tiraba vasos, otros que mordían empanadas o tomaban café levantando el dedito. En esas mesas hay creación. Tenemos la suerte de entendernos y de mirarnos a los ojos para decirnos todo lo que hay que decir. Detrás de las redes, de las pantallas, solo podemos encontrar fríos párrafos, escritos muchas veces por inteligencia artificial o robotitos.

Son mesas donde se pone el problema o el tema, y se empieza a hablar sin saber. Algunos dicen que están perdiendo el tiempo; yo, sinceramente, creo que están creando algo que el tiempo dirá si será olvidado o no.

Lo cierto es que Santiago no solo resiste el olvido a fuerza de lomitos, comida, guaracha, chacarera y arte... sino que evoluciona, muta. La gente la pelea en el día a día, porque llevar un mango a esa mesa es difícil. Pero también es cierto que, en ese esfuerzo, el arte acompaña: nos salva de la soledad y del frío del silencio.

Hace poco escribí una crónica pensando en la urgencia de dar consuelo, de abrazar con palabras a los dolientes, también para reconfortarme a mí ante tanto dolor inexplicable. Me acordaba de mi padre obligándome a escribir las necrológicas cada vez que perdíamos a un ser querido. "Escribí algo bonito, así se sienten mejor", decía. Pero no lo entendí del todo… hasta que vi todos estos eventos en el multiverso santiagueño: gente bailando guaracha cansada, con el corazón roto, después de trabajar de sol a sol. Mesas que hablan de folklore para conservarnos, para seguir creciendo. Y cómo pasa el tiempo… pucha con el hombre… y seguimos pensando así. Una película con gente leyendo poesía para resistir ante la dictadura.

El arte aparece para sobrevivir al dolor y a la incertidumbre. Nos consuela. Nos acompaña en los momentos límites entre la vida y la muerte.

Y, sobre todo… siempre hay unos santiagueños en el medio de esas mesas. Porque enfrentemos nuestra responsabilidad: somos madre de ciudades.

Hasta la próxima crónica. Y si tienen la suerte de disfrutar una mesa con su familia… aprovechen cada milímetro de ese tablón.

Saludos.

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