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San Cayetano sin Francisco: la primera vez que faltará su voz

Por Cintia Suárez.

San Cayetano sin Francisco- la primera vez que faltar su voz

San Cayetano sin Francisco: la primera vez que faltará su voz.

07/08/2025 01:00 Santiago
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Este 7 de agosto será distinto. Por primera vez en décadas, no habrá un mensaje del papa Francisco para la multitud que peregrina al Santuario de San Cayetano en Liniers. Rubén Planschinsky, miembro del equipo de Coordinación General del Santuario, lo expresa con emoción contenida:

"Este año va a ser diferente la fiesta de San Cayetano, ya que será la primera vez que el papa Francisco no esté presente con un mensaje. Él nunca se olvidó de sus orígenes y siempre se hacía presente cada 7 de agosto, también desde Roma como el Sumo Pontífice", dijo en diálogo con El Liberal.

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El recuerdo del entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio todavía persiste en las calles de Liniers. Rubén lo conoció de cerca y rememora sus gestos sencillos, casi obstinados, de cercanía con la gente:

"Le gustaba caminar en medio de la fila, aunque fuesen 15 o 20 cuadras, él se metía", cuenta. Y aunque era el arzobispo de Buenos Aires, prefería moverse como cualquier fiel.

"A veces a él no le gustaba que lo vayan a buscar. Quería ir o volver en transporte público", añade.

Su actitud con los más chicos también marcó una huella imborrable.

"Niño que veía, se acercaba, y siempre insistía con la pregunta si estaban bautizados. Se acercaba a todos", recuerda Rubén, quien además guarda un lazo personal muy profundo: sus dos hijas fueron bautizadas por el propio Bergoglio.

En medio de la multitud, cuando se cruzaba con las personas mayores, el cardenal tenía una frase que repetía entre sonrisas y bendiciones:

"No me saques el cuero. Rezá por mí", decía, dejando entrever esa mezcla de humor criollo y profundidad espiritual que lo caracterizaba.

"San Cayetano, bendecí nuestra Patria con pan y trabajo para todos"

Los miles de fieles se acercan a San Cayetano con una petición simple y profunda: pan y trabajo. Una súplica que se repite desde hace décadas y que, a trece años de aquella última homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio en ese mismo lugar, sigue teniendo una vigencia inquietante.

Antes de convertirse en el papa Francisco, Bergoglio solía celebrar la misa central de las 11 de la mañana, rodeado del pueblo que, como él decía, "trae tantas cosas en el corazón". En su último mensaje en Liniers, en 2012, advirtió con claridad sobre la dureza de la situación social, que parece una fotografía de la actualidad:

"A alguno quizá le parezca poca cosa hacer una cola tan larga para pedir sólo una bendición; y más todavía si el pedido es que nos bendiga con pan y trabajo. Es verdad que el trabajo está duro, cuesta conseguirlo; y el pan está caro."

En esa homilía, el entonces cardenal hizo una mención directa a un sector que hoy continúa siendo uno de los más golpeados por la crisis económica: los jubilados. Con la sensibilidad que lo caracteriza, dijo:

"Nuestro pueblo tiene en el corazón esta bendición del todo, que es la que nos hace patria. Esa bendición se ve incluso en la humildad para mantener el todo aunque sea en un restito, como cuando decimos 'si no alcanza para todos, al menos que alcance para todos los chicos' y colaboramos en el comedor infantil... Decir 'todos los chicos' es decir todo el futuro. Decir 'todos los jubilados' es decir toda nuestra historia."

Fiel a su estilo, sin maquillaje ni eufemismos, Bergoglio apelaba a la conciencia colectiva con imágenes simples pero potentes:

"Qué despreciable en cambio el que atesora sólo para su hoy, el que tiene un corazón chiquito de egoísmo y sólo piensa en manotear esa tajada que no se llevará cuando se muera. Porque nadie se lleva nada. Nunca ví un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre. Mi abuela nos decía: 'la mortaja no tiene bolsillos'."

En tiempos donde la fragmentación social se hace sentir con más fuerza, su mensaje conserva un eco actual:

"Por eso venimos a pedir hoy esta bendición tan especial para nuestra patria. La necesitamos porque en la vida hay muchos que tiran cada uno para su lado, como si uno pudiera tener una bendición para él solo o para un grupo. Eso no es una bendición sino una maldición."

Bergoglio sabía que el verdadero milagro no está en la abundancia individual sino en la capacidad de compartir:

"Qué linda imagen: ser personas que bendicen y que parten y reparten. Y no ser de los que maldicen y juntan y juntan, y después no se van a poder llevar nada. Solamente nos llevamos lo que dimos, lo que repartimos, lo que compartimos."

Mama Antula instaló la devoción en la Argentina

Cuando Mama Antula llegó caminando desde su Santiago del Estero natal hasta la capital del Virreinato, llevaba en su equipaje espiritual la devoción por un santo casi desconocido por estas tierras. Sin embargo, los padres jesuitas le habían hecho conocer a este santo teatino, que fue contemporáneo de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Durante 1793 San Cayetano, "el Santo de la Divina Providencia", no había cruzado aún los océanos de la fe popular. Fue Mama Antula quien trajo su imagen y lo entronizó en la pequeña capilla que construyó dentro de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires.

Según la tradición oral, la imagen fundacional fue una talla en madera policromada hecha por indígenas, que le habían obsequiado en uno de sus viajes por el norte argentino.

Una tarde, durante una multitudinaria tanda de Ejercicios Espirituales, la cocinera corrió desesperada hacia la beata: la comida no alcanzaba. El relato, transmitido de generación en generación, cuenta que Mama Antula, con una calma que nacía de la fe más profunda, miró a la mujer y le dijo simplemente:"Dios proveerá".

La cocinera regresó a su tarea con el corazón en vilo. Metió el cucharón en la olla y, contra todo pronóstico, empezó a llenar plato tras plato. Alcanzó para todos. Y no sólo eso: "sobró para dar a los pobres que, en la puerta de la Santa Casa, pedían su ración".

Así fue como Mama Antula adoptó a San Cayetano como patrono de su misión evangelizadora. Desde su fundación en 1795, en la actual calle Independencia 1190, Mama Antula lo consagró como protector del lugar.

En 1830, María Mercedes Córdova donó unas tierras en el barrio porteño de Liniers a las Hijas del Divino Salvador, congregación que había quedado a cargo de la Santa Casa de Ejercicios Espirituales tras la muerte de su fundadora. En ese terreno se construyó una pequeña capilla donde comenzó a venerarse una imagen de 50 cm de San Cayetano, que sostenía en sus brazos solo al Niño. Esta imagen fundacional de Mama Antula, lamentablemente, es una importante reliquia que hoy está perdida.

En 1930, durante la gran crisis internacional, los obreros católicos nombraron a San Cayetano como "el patrono del Pan y del Trabajo". Con el tiempo, aquella devoción instalada por la primera santa argentina y santiagueña se convirtió en la más convocante del país.

En este 7 de agosto distinto, la devoción a San Cayetano vuelve a unir dos figuras profundamente argentinas: Mama Antula, la santa que trajo su imagen al país cuando aún era desconocido, y el papa Francisco, el pastor que lo acompañó cada agosto con gestos de cercanía y palabras de consuelo.

Ambos supieron mirar a los últimos, caminar con los pies en la tierra y confiar en la providencia. Hoy, la ausencia del mensaje de Francisco se compensa con la fuerza de una de sus frases más recordadas: "Nadie se salva solo".

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