Aranceles como arma: la apuesta de poder de Trump

A principios de agosto, el presidente estadounidense anunció un incremento del 50% en los aranceles a las importaciones provenientes de India. Trump impuso la medida como un "castigo" al país asiático tras la compra de petróleo ruso. De esta manera, el hecho se suma a una larga lista de casos en los que Estados Unidos aumentó unilateralmente los aranceles, tensionando sus relaciones comerciales. 

  El principal interés de Trump detrás del caos arancelario es sanear el déficit comercial y reindustrializar el país. Estados Unidos es el principal importador del mundo y, según datos oficiales, su balanza comercial es deficitaria desde hace más de 40 años. Sin embargo, la inflación sostenida y la incertidumbre en los mercados demuestran que, hasta el momento, las nuevas tarifas no estarían generando los beneficios esperados. 

  La postura proteccionista de Trump generó ciertas ventajas para el país, pero también afronta riegos y limitaciones. En el ámbito interno, el rechazo de una porción importante de la sociedad norteamericana se suma a los fallos adversos de la justicia, que cuestiona la legalidad de los aranceles discrecionales. 

  En el ámbito global, el foco está puesto en aislar a China y otros grandes competidores, contrarrestando sus ventajas comerciales. Así, la rivalidad con el gigante asiático adquiere una nueva faceta, y el propósito es forzar a las empresas radicadas en China a que se desplacen hacia países vecinos. Es seguro que en las futuras negociaciones tarifarias ambas potencias pongan sobre la mesa distintos temas controversiales, desde el conflicto con Taiwán y la competencia tecnológica hasta el tráfico de fentanilo y opioides. 

  La mencionada tensión con China, las medidas punitivas contra India y la conflictividad con Rusia e Irán estarían motivando un realineamiento entre las potencias no occidentales, con apoyo de un gran número de países emergentes. 

  Además, la política tarifaria ha afectado a históricas alianzas con la Unión Europea, Japón, Canadá, México, etc. A pesar de ser importantes socios comerciales de EE. UU., Trump ha presionado para obtener concesiones a cambio de no modificar los aranceles vigentes. En el caso de México, por ejemplo, la amenaza tarifaria sirvió para condicionar la cuestión fronteriza y migratoria.

  Estos recientes acontecimientos demuestran que el objetivo de las medidas de Trump es principalmente político. En general, los aranceles fueron pensados como arma de disuasión, contención o castigo para países que desafían los intereses norteamericanos, o incluso como palanca para destrabar negociaciones clave. En la mayoría de los casos, las abruptas subidas tarifarias impuestas en abril fueron moderadas o agravadas en función de qué tanto cedía la contraparte. "Premiar al que coopera y sancionar al que no" es la premisa de una nueva política que busca, no solo proteger a las industrias estratégicas locales, sino reequilibrar el tablero geopolítico en favor de EE. UU.  

  A fin de cuentas, el nuevo clima comercial global refuerza y acelera tendencias que ya venían manifestándose en los últimos años. El aumento en la competencia, la incertidumbre diplomática, las disrupciones en las cadenas de suministro, el pasaje de un esquema multilateral a uno de negociación directa y bilateral, y la multipolaridad económica son algunos aspectos de la coyuntura global que se ven agudizados por la agresiva política arancelaria. 

  Trump ha demostrado que viene por todo en su segundo mandato. Desde su perspectiva, defender el interés nacional y recuperar la fuerza tras años de desventajas es lo prioritario. Busca recobrar protagonismo en el escenario internacional, junto con liderazgo económico y tecnológico, pero sin cargar con los costos de mantener el orden global. Indudablemente, es una apuesta pragmática, compleja y arriesgada, aunque, al final, serán los factores internos los que definan su resultado.