Por el Padre Marcelo Trejo
El voto en blanco: un pecado capital El voto en blanco: un pecado capital
A días de un acto democrático en Argentina, donde se constituirá un nuevo presidente y, por lo tanto, se abonará un estilo de proyecto político nacional. No hay lugar para seudas indiferencias
Se acabó el tiempo de las indefiniciones. Ya no deberían tener lugar aquellas actitudes/sentimientos expresados como "voto enojo", "voto castigo", "voto no voto" u otros así.
También te puede interesar:
Tales decisiones quizá eras convenientes en una primera y general instancia eleccionaria. Dichos votos visibilizaban la existencia de una intrincada desazón vigente. No cabe duda, dicho mensaje fue captado.
Ahora bien, con dicho imperante reclamo dado y frente a un nuevo escenario eleccionario balotaje -, persistir enclavado en lo mismo de antes suena a caprichos infantiles. Ahora suman otras razones explicitadas que dan qué pensar.
Ciertamente, el "voto en blanco" posee su status democrático. Nadie podría objetarlo en su legitimidad. Sin embargo, las situaciones de vivilidad no pueden quedar afuera. Las mismas poseen el arte de entramar dando al voto textura cotidiana, color a los territorios, formas a las urgencias, sentidos a la vida y pasiones por el bienestar.
En este sentido, las contextualidades se historifican y las cotidianidades se politizan. Por ello, se afirma - y de lleno que no basta sostener la vigencia constitucionalidad de tal voto; es preciso la ponderación en su máxima dimensión ética-política: ¡la vida reclama!
Así pues, el voto en blanco solo es un voto vacío; tan apropiado de los pusilámines. Aquellos pusillus animus que tienen el alma estrechada, incapaces de intentar grandes cosas. Nunca magnánimos; siempre mezquinos.
Por otro lado, este sufragio con apetencia de apatía se aleja de la experiencia espiritual cristiana. Los vaciamientos de la blanca nada han sido llenados por el caudal multicolor del Espíritu de Dios "renovando la faz de la tierra" (Salm 103); y las pretensiones de diluirse en nadies ignotos fueron remplazados sublimemente por Alguien: el Cristo de Nazareth (Jn 1, 14).
De allí que, "nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de Jesús". Provocando que la comunidad cristiana se sienta "íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia"; pues, "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (Vaticano II. GS 1).
Por ello, el voto en blanco y su vaciamiento no solo denota pusilanimidad en cuanto ausencia de intervención ético-política. Esto mismo también evidencia un deterioro en la compresión y praxis religiosa.
Tal es así que la tradición magisterial católica designó como "acedia" a dicha flojedad espiritual y descuido de fe. (Cf. Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II, q. 35). Un pecado capital que debilita el alma y da pereza ante los deberes, llevándonos "al borde del infierno" (Cf. Dante Alighieri. Divina Comedia).
Una situación concupiscente que se "encierra en la inmanencia de su propio yo, de su grupo, de sus intereses mezquinos" (Cf. Francisco. Fratelli Tutti) deteriorando el rumbo del camino con sus temerosas vacilaciones; o bien, como algunas instituciones empantanando las activas búsquedas populares con sus híbridos silencios.
¡Frente a la inacción ético-política, que la Patria lo demande! Ante el pecado de la acedia, atañe suplicar a Dios: "Pésame Dios mío, porque he pecado de pensamiento, palabra, obra .. y omisión" (Oración de arrepentimiento).
Por Pbro. Dr. en Teología Marcelo Trejo








