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Román puso el cuerpo a las dos caras de Monzón

20/01/2021 21:59 Pura Vida
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Román puso el cuerpo a las dos caras de Monzón Román puso el cuerpo a las dos caras de Monzón

Por Emilio Marcelo Jozami

(De la Redacción de EL LIBERAL)

 

El 3 de julio de 1989 fue una noche muy fría en Mar del Plata. El tribunal compuesto por los jueces Alicia Ramos Fondeville, Jorge Isaach y Carlos Pizarro Lastra condenaba a Carlos Monzón a 11 años de cárcel por el asesinato de Alicia Muñiz, última pareja del ex boxeador y madre de su hijo Maximiliano.

El 14 de febrero de 1988, Carlos y Alicia volvían al chalet que el actor Adrián Martel alquilaba en el barrio La Florida, de esa ciudad. Discutieron. Monzón le pegó y estranguló a Muñiz, quien cayó inconsciente desde el balcón y se estrelló sobre la losa. Monzón también terminó sobre la losa, pero herido.

El hecho atroz tuvo todo tipo de derivaciones. Un peculiar “testigo de cargo”, puesto en duda y ratificado casi por igual; el posible robo de una pieza anatómica; la supuesta amnesia temporal del acusado y hasta la versión de un rescate en helicóptero. La investigación se convirtió en un show mediático, a pesar de que el juicio no fue transmitido por TV, sino por radio.

El impacto de la vida de Carlos Monzón en la sociedad fue tan grande que la televisión la cuenta en serie, y Jorge Román, quien lo encarna en la etapa adulta habló con EL LIBERAL sobre esta ficción que nació originalmente para Space, adonde se emitió con éxito y hace unos días llegó a la programación de Telefé, y a nuestra provincia por Canal 7.

¿Cómo enfrentaste la composición de un personaje tan popular y controversial como fue Carlos Monzón?

Con varias capas. Hay una capa de información pura que te llega del guión; en este caso los guiones de Monzón son de un nivel excelente, con cuatro guionistas, tres varones y una mujer que investigaron durante mucho tiempo. Entonces, los trece episodios que nos pasaron despertaron un comentario generalizado entre los actores y era que no podíamos parar de leer. Y eso ya estaba dando la pauta de lo que iba a ser la serie porque leer un guión, de cine, televisión, suele ser aburrido.... y en el caso de Monzón era atrapante de principio a fin, como creo que es la serie. Lo otro tenía que ver con investigaciones personales, con videos, escritos, biografías que me acercaban y que yo buscaba con relación a la información. Y después vino el investigar haciendo escenas y conectándote con tus compañeros, con tus pares, y la mirada del director, del asistente. Todo ese cúmulo se va sedimentando hasta que llegas al set. Y en el caso de “Monzón” llegar al set significaba volver a ensayar y probar cosas, la posibilidad de un ida y vuelta porque “Monzón” estuvo hecha en un tiempo y un lenguaje cinematográficos. No hacíamos 20 ó 30 escenas diarias, no pasábamos de seis, y había dos unidades de trabajo. Eso nos daba mucho tiempo para hacer una vez, dos veces, probar, recibir la mirada del director. No teníamos el apuro. Por ejemplo, para grabar la escena final nos trasladamos a Ranelagh, en la provincia de Buenos Aires, con la idea de quedarnos una semana, o una semana y media. Pero estuvimos allí tres semanas. En todo momento buscamos la excelencia.

¿Cuáles fueron las sensaciones personales ante el desafío de ser Monzón, adulto?

No voy a negar que en la previa tenía mucha inseguridad sobre si yo podía abordar ese personaje porque era un persona que existió, real, y con todo lo que ya sabemos, con las dos caras de la moneda: del ídolo absoluto y del femicida. Entonces, había un componente que había que atravesar. Pero el trabajo de un actor nunca es un trabajo individual, es un trabajo conjunto, entonces, en ese ida y vuelta arribé al set.

¿Cómo trabajaste la actitud de impunidad de Monzón, la violencia explícita, el tema del femicidio?

En ese recorrido había que internarse esencialmente en la parte violenta de él. Históricamente, las crónicas, la gente que lo conoció decía que Monzón era un tipo, dicho en argentino, “calentón”, irascible. Ese fue un trabajo quirúrgico y con el director Gabriel Nicoli pusimos especial énfasis en eso. Actoralmente eso significó literalmente poner el cuerpo e ir al choque. Yo tuve un entrenamiento de boxeo para tener un poco de esa actitud de ir para adelante, que en lo positivo te permite lograr cosas, y desde lo negativo te puede llevar a la violencia. Era activar en mí toda la energía agresiva, de ira, de odio, era poner todo eso en funcionamiento en las acciones. Era bastante movilizador. Toda esa escena final fue grabada de noche durante las tres semanas, y yo llegaba a mi departamento a las 5 ó 6 de la mañana y eran las 7 y no me podía dormir por la adrenalina que tenía, por la energía agresiva que había estado sacando.

Mientras tanto, la “presión” era no sólo la expectativa que se creaba en el afuera por la serie, con grupos feministas que entraban a mi Instagram para “ponerme los puntos” porque no sabían cómo iba a ser el personaje, había también una “presión profesional” porque “Monzón” era la primera serie de ficción adulta producida por Disney para Latinoamérica.

¿Qué reflexión te quedó después de pasar por “Monzón”?

Cuando hay violencia no hay amor. Cuando uno sigue el camino de su corazón, se libera de la violencia. Cuando uno sigue el camino del corazón y no el que la sociedad, los medios, la norma imponen; ama lo que hace, pone toda la pasión, la disciplina que tiene que poner en eso que hace, esa persona no tiene tiempo para odiar, para pelearse con otro; le falta tiempo porque necesita seguir ocupado en lo que ama.

 

Jorge Román se queda con el ser humano

Jesús Braceras, director de “Monzón” dijo:“Hay personas que aún hoy te hablan del campeón y hay personas que te hablan del femicida”. ¿Cuál es tu opinión?

Yo me quedo con el ser humano. Porque como actor y como persona coincido en encarar el vínculo con el otro, procurando entender y comprender que el que está delante de mí, ante todo es un ser humano, luego está su ideología, su perversión, su bondad... esa es mi filosofía de vida. Y para el actor eso es una exigencia, que lo lleva a empatizar con el personaje sin juzgarlo, porque sino no lo podés representar. Y para definir al ser humano yo uso siempre una frase: “Hombre soy y nada humano me es ajeno”. Yo creo, por filosofía, que en el ser humano conviven el ángel y el demonio todo el tiempo y nadie está exento de eso. En el caso de Monzón, como ser humano, creo que transitó todo el espectro de la condición humana y terminó convirtiéndose en un femicida. Monzón además de ser un tipo irascible, venía del mundo del boxeo, adonde la mayoría que llegaba venía de una condición marginal, de pobreza extrema como fue el caso de Monzón, en donde la dosis de violencia suele ser como una norma para sobrevivir. Monzón no era la excepción y cuando llegó al boxeo tenía todo eso, y luego’, para bien o para mal, le vino la gloria, la fama y el dinero. Obviamente que le agregó a su carácter y temperamento un nivel de impunidad ... y el punto neurálgico para mí era la dependencia al alcohol que lo lleva a convertirse en alcohólico. El alcoholismo es una enfermedad individual y social endémica que tiene que ser tratada. Porque el alcohólico se hace daño a sí mismo y no puede dejar de hacer daño a la gente que tiene alrededor. Las personas que sufren esa enfermedad hacen sufrir a su entorno y llevan a su entorno al mismo infierno que vive él. Además de venir de un entorno de extrema pobreza, con su cuadro clínico de debilidad en los huesos, tenía un padre ausente y alcohólico. Es fácil ir entendiendo y tejiendo que estas cosas no ocurren de la noche a la mañana. No es para justificar sino para entender el fenómeno. Alguien que no puede evitar beber va camino al dolor, al sufrimiento, a la muerte, a su propio dolor y muerte, al dolor y muerte del entorno. l


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