Vicentico: Los caminos de mi vida Vicentico: Los caminos de mi vida
Vicentico ahora no está en áfrica, sino en el jardín de un hotelazo en la Ciudad de México, por el barrio fresa de Polanco. ?Tengo muchos instrumentos raros?, dice animado, aunque acaba de bajarse del Boeing 767 que lo trajo desde Ezeiza junto con su mujer, la actriz Valeria Bertuccelli, la del tatuaje en la zurda, y sus dos hijos, Florián (20) y Vicente (8). ?¿Conocés a Rudy Pensa, el argentino del negocio de guitarras en la 42, de Nueva York? Le compré una acústica Guild divina, hermosa. Rudy, tenés que conocerlo, es un personaje, vive hace mil años en Estados Unidos. Tiene una guitarra que fue de Jimi Hendrix, vale como 400 mil dólares, todos se la quieren comprar, pero no la vende.? Se queda pensando en la Guild.
Muy cansado y hasta irritado por el vuelo de diez horas y la burocracia aeroportuaria, el cantante, no particularmente famoso por su gusto por las entrevistas, está de buen humor y se entusiasma al charlar de guitarras, de otros instrumentos, de viajes, de músicos y de música. Básicamente, de los caminos de la vida que lo han traído hasta acá, fueran o no los que esperaba, creía o imaginaba.
Está a punto de tocar en el Auditorio Nacional mexicano, con capacidad para unas diez mil personas. Las entradas, prácticamente agotadas. Vicentico, desde sus inicios Cadillacs, es una celebridad en México y toda América latina. Pero el Auditorio Nacional es otro escalón hacia arriba, un show bastante más grande que los anteriores en plan solista, en D.F., por lo que guarda un sabor renovadamente consagratorio. Seguro eso también lo deja a prueba de vuelos de diez horas y periodistas.
Este concierto es especial y en eso se parece a último acto, sexto y último disco de Gabriel Fernández Capello. En tiempos de vacas anémicas para la industria discográfica mundial, este CD editado por Sony Music merece la cucarda de tanque, con su producción onerosa, por gran despliegue y presupuesto. Mientras nadie sabe bien qué será del llamado negocio de la música, cuyas cifras se desploman un poco más cada vez que se las chequea, último acto fue grabado, además de Buenos Aires, en Kingston (Jamaica), Nueva York, Los ángeles y Nashville (Estados Unidos).
?El disco fue pensado y hecho para pasarla bien?, reconoce Vicentico con la sonrisa traviesa de quien casi se sorprende por haberse salido tan bien con la suya. ?La compañía me sugirió un disco desenchufado, esas cosas que se les ocurren, que a veces funcionan y otras tantas no. Pero no me entusiasmaba ese formato, aunque me hubiera resultado muy fácil?, dice. Entonces, con su amigo y productor Cachorro López diagramaron el plan perfecto: ?Propongámosles viajar por el mundo?, lanzó Vicentico. ¿Buscaban nuevas versiones de temas viejos? Bueno, las tendrían, pero grabadas en las locaciones que ellos quisieran junto a un elenco de invitados estelares e internacionales.
?Tiramos la idea y les pareció bien, así que empezamos a soñar: ¡Italia! ¡Nashville! ¡Jamaica! -repasa Vicentico-. Al final, Italia no se pudo porque los italianos son más ladris que nosotros: nos respondían bien, son 50 mil dólares por canción, y aflojamos. Pero el resto salió todo. Y con un proyecto que empezó dudoso terminé enloquecido, feliz.?
El sábado y domingo próximos, Vicentico presentará último acto, este álbum de viajes musicales, en el Luna Park porteño. Pero ahora está en una iglesia de Nashville, Tennessee, Capital Mundial de la Música Country. En realidad sigue bebiendo una limonada en el jardín de Polanco, México, pero recuerda perfecto la luz milagrosa que entra por los vitrales de esa iglesia sureña transformada en estudio. Todo está listo para plasmar una reversión del hit Solo un momento (en inglés, Life Is a Moment), con la leyenda viva del country Willie Nelson, al que el argentino venera y logró contactar por medio de un amigo, que lo contactó con el manager, que lo contactó con su mujer. Vicentico está nervioso. El representante de Nelson le advirtió: ?Willie quiere hacer esto, te va a encantar, es muy amable y todo irá bien. Pero, cuidado, jamás le des una sola indicación que no le guste porque simplemente se irá sin decir una palabra más?.
El padrino del country, 82 años, llega, hace lo suyo, impecable, y todos suspiran y se relajan aliviados. ?Siguió grabando otras cosas, después, con un productor re yankee y nos dijo que, si queríamos, podíamos quedarnos a ver. éramos como cuarenta personas en el estudio. Y entonces el productor le pidió: Willie, creo que esta toma deberíamos repetirla. De pronto se hizo un silencio absoluto. Y se escucharon el chirrido de la silla corriéndose sobre el piso de madera y unos pasitos, tic, tic, tic, tic. Willie salió por la puerta trasera del estudio, se subió al micro en el que duerme todas las noches de su vida y se fue.?
Ahora es el único blanco en una playa pública de Kingston. Sigue su gira de grabación itinerante para último acto. El plan perfecto avanza. El Fabuloso Cadillac, precursor de los ritmos jamaiquinos en la Argentina, acaba de registrar un ska junto con Sly Dunbar y Robbie Shakespeare, en otras palabras la mejor dupla de batería y bajo en la isla. En cuanto a reggae y ska, la mejor del mundo. ?Todo lo contrario que Nashville, el estudio es del tamaño de una cocina, no hay luz y el piso es de laja. Todo muy precario, atado con alambre, pero ellos lo hacen sonar como nadie?, relata Vicentico, que después aprovechará las playas jamaicanas. ?Todo el tiempo me decían que no saliera del hotel, que era muy peligroso, pero me encanta el mar y no puedo estar en el Caribe sin meterme en el agua. Además, ahí no me conoce nadie y puedo curtir la playa tranquilo. Aunque sí me miraban por ser blanco, el único blanco. Kingston puede ser áspero, denso, pero nada que no conozca.?
No se sabe tanto, pero Vicentico ama viajar y ama el mar. Habla de esos temas con conocimiento por lo menos de lector aficionado a las revistas de viajes. Está por tocar ante diez mil mexicanos y se lo toma muy en serio, pero no por eso dejó de planear para inmediatamente después del concierto una escapada familiar a Akumal, un pueblo entre Tulum y Cancún, en la Riviera Maya. ?Llegar es una boludez -se entusiasma aún más que con las guitarras-. Volás de acá a Cancún y ahí hacés cuarenta minutos en auto. Nosotros vamos a un hotel boutique que en verdad está a unos kilómetros de Akumal, sobre la arena. Y después trataremos de ir a Holbox. ¿Conocés? Es una isla frente a Cancún. Cruzás en ferry. Es un paraíso. No hay nada. Playas, nada más.?
Vicentico viaja mucho con la familia. De vacaciones, por trabajo o para combinar virtuosamente los dos motivos. Como en este caso, a México. ?Ahora nos cuesta mucho convencer a Florián, el más grande, así que empezamos también a viajar sólo con el más chico?, admite.
Pero, para esta excursión mexicana, sí lo convencieron. Al día siguiente de la entrevista en Polanco, Vicentico llena el Auditorio Nacional y repasa en vivo la mayor parte de último acto. El lugar está repleto de fans con camisetas de fútbol argentinas sobreimpresas con logos de Vicentico y los Fabulosos Cadillacs, banda que este año volverá al ruedo, una vez más, con shows por todo el continente. Los Cadillacs, en México, son un espontáneo, pero contundente e impagable fenómeno de marca país argentino, un producto de exportación muy querido desde hace décadas.
Ante un marco intimidante, Florián se suma durante un par de canciones a la ajustada banda de papá con una preciosa guitarra Gibson Les Paul. Delgado, quizás un poco más alto y con una versión más juvenil del peinado de su padre, chomba inglesa Fred Perry como las que los Cadillacs usaban cuando ellos mismos tenían 20 años, hace treinta. El resto del show, lo sigue en cuclillas desde un costado del escenario y para el último bis regresa junto a su padre para, esta vez solos, tocar Vasos vacíos, con la Guild y la Les Paul, a doce cuerdas. ?Por suerte es algo que ya venimos haciendo porque, la verdad, pararse ahí frente a toda esa gente es fuerte, lo sentís acá?, dirá más tarde Florián señalándose el estómago, en el backstage del Auditorio. Tiene su propia banda de rock, Callate Mark, desde hace tres años. A Vicentico, ejem, le encanta: ?Fui a verlos tocar el otro día y me mataron. Es increíble cómo progresan en un par de meses. Tienen la misma edad que yo cuando empecé con los Cadillacs, pero Florián es un remúsico. Ahora le pregunto a él los acordes que no conozco?.
La que no sube al escenario es Bertuccelli, aunque sí está en México y en último acto cantó un tema a dúo con su marido. En el disco es una de las canciones más tiernas y, aparentemente, personales. Pero en vivo, la ausencia de la actriz se emparcha con un video suyo proyectado en las pantallas gigantes y con su voz grabada. Es una decisión rara.
La canción, No te apartes de mí, es de Roberto Carlos, a quien Vicentico, el de la guitarra botswanesa, el que grabó con Willie Nelson y Tony Bennett, el que se las arregla para que su sello discográfico lo mande a Jamaica, admira.
¿Por qué te gusta tanto Roberto Carlos?
Es un genio. Me fascina, me transporta. De chico, en mi casa no se escuchaba Roberto Carlos, todo lo contrario, era demasiado pop. Sandro tampoco. No sé por qué, quizá por una chica que trabajaba en casa o por algún vecino, conozco todas las canciones. Escucho un disco suyo y puedo cantarlas una atrás de la otra. La distancia, Cóncavo y convexo, Yo te propongo, miles. Y este tema es más bien un tapado. Pero Vale lo conocía, por su papá, y yo también. Digamos que hace tiempo nos encontramos en esa canción. La escuchamos mucho, la olvidamos un rato y se me ocurrió rescatarla.
¿Cómo te sentís, a esta altura, como cantante?
Hace treinta años que hago esto. Hay muchas cosas que aprendí y creo que ya no se me van a escapar más, aunque nunca estudié música. Esto es un oficio, después de tantos años. Y digo oficio como algo lindo, algo que uno aprende y lleva a cabo con magia y con cariño. Me di cuenta de que hay cosas de la expresión que salen de una parte del espíritu o del corazón, como si ya no hablara la persona, sino algo más trascendente, algo que está atrás, más allá. Lo sé por mirar con atención a muchos cantantes que me gustan, como Neil Young. ¿Por qué te toca, te llega, determinado artista? Tal vez alguna parte mía pueda lograr eso. Ojalá que sí.
¿Cuáles son algunos de esos cantantes que te conmueven?
De acá, adoro a Daniel Melingo. Produjo el primer disco de los Cadillacs, pero lo conozco incluso de antes, cuando recién arrancaba con los Abuelos de la Nada y salía con una actriz del elenco de teatro de mi papá. Después formó Los Twist y yo iba a verlo a todos lados. Sé de memoria discos como Cachetazo al vicio. Y lo que hace ahora, con el tango y otros géneros, me mata. Seguimos siendo amigos y hablamos mucho de música turca, balcánica, de todo. De afuera, como decía, soy muy fanático de Neil Young, escuché toda su discografía. Hace un tiempito lo vi en vivo, solo con la guitarra, tocando el disco Harvest completo, en el Carnegie Hall de Nueva York. La gente lloraba. Yo también.
Viajar y tocar con tantos músicos de trayectoria, en diferentes países, de distintos géneros, debe ser un gran aprendizaje.








