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“Urquiza era un gran seductor, un hombre desmesurado y voraz”

10/11/2018 22:20 Viceversa
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“Urquiza era un gran seductor, un hombre desmesurado y voraz” “Urquiza era un gran seductor, un hombre desmesurado y voraz”

HACÉ CLICK AQUà PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE EL LIBERAL Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO“Urquiza tuvo muchas mujeres

y muchos hijos, la mayoría de

ellas no reclamó nada ni mucho

menos”, así describe Florencia

Canale el lado no conocido del

caudillo entrerriano, su fiebre de

amor y el sueño del héroe patrio.

Luego del éxito de Pasión y

traición y de la saga sobre Juan

Manuel de Rosas, la periodista

y escritora Florencia Canale se

atreve a desandar los pasos de

aquel que derrotó al Restaurador

de las leyes en “Salvaje. Urquiza

y sus mujeres”.

Después de su trilogía dedicada

a Juan Manuel de Rosas,

Canale contó a EL LIBERAL sobre

la vida extraordinaria de otra

gran figura nacional, a través de

una nueva novela en la que vuelve

a demostrar su talento único

para dotar de carnadura a los

personajes que, con sus claroscuros,

forjaron la República.

Urquiza el político, el empresario,

el federal, el megalómano

y el mujeriego son algunas

de las tantas aristas expuestas

por la escritora marplatense,

en el marco de su presencia en la

9ª edición de la Feria Provincial

del Libro que concluye hoy en el

Fórum.

¿Cuál es el mito que desenmascara

sobre Urquiza?

-No sé si yo lo desenmascaro.

El mito que circula, sobre todo

de este hombre, es que tuvo

tantas mujeres y cientos de hijos

y que Entre Ríos está poblada

solamente por descendientes

de Urquiza. No sé si esto es tan

así, pero lo que sí creo es que fue

un hombre desmesurado, voraz,

acumulador de poder, de dinero,

de territorio y también de mujeres.

¿Cómo lo definiría en el

trato con las mujeres?

-Me parece que era un gran

seductor, un gran casanova, y

que sabía cortejar muy bien a las

mujeres y bastante bien le iba

con ellas. De cualquier modo, en

aquellos tiempos y sobre todo este

hombre, que era el más poderoso

de Entre Ríos y luego estando

al frente de la Confederación,

no necesitaba mucho más para

proveerse de mujeres. Los hombres

en aquellos tiempos tomaban

a las mujeres que querían,

no eran ellas quienes decidían, y

Urquiza en particular no se privó

demasiado de conquistar y llevarse

para su casa a las mujeres

que quisiera.

¿Qué le atrae de apasionante

sobre la personalidad

de Urquiza?

-Cuando yo elijo a esta persona

para la escritura, debe ser una

personalidad que tenga contradicciones,

que tenga zonas iluminadas

y oscuras, donde haya

tormentas, tempestades; pero

personalidades lisas, simples y

prístinas, a mí no me interesan.

En este caso, Urquiza me resultó

apasionante por el sentido de

ser un hombre casi megalómano,

desmesurado y un anticipado a

su tiempo del que se habían ocupado

poco. Me parece que la historiografía

escribió sobre él, pero

pasó a ser más conocido como

el hombre que destruyó a Rosas,

y es mucho más que eso. Tal vez

el centralismo porteño lo dejó de

lado cuando empieza a tomar poder,

pero bien sabemos que en la

historia tenemos construcciones.

¿Se puede hablar que estas

mujeres pudieron ejercer

algún tipo de influencia

en algunas decisiones políticas

de Urquiza?

-No sé si fue para tanto, pero

con la que se casa definitivamente,

que fue Dolores Costa, me parece

que colaboró mucho, supo

contener, escuchar y albergar

a ese hombre poderosísimo. Con

Dolores Costa, empieza su vínculo

después de la batalla de Caseros,

él ya era el hombre importante,

el que derrumba a Rosas, el elegido

para salvar “los destinos de la

Patria”, y ella supo entender a este

hombre como ninguna otra. No sé

si por lo bajo ella pudo sugerir alguna

decisión, porque Dolores no

era Encarnación Ezcurra, que si

era una mujer de decisiones a tomar,

y era una importante mujer

en política para Rosas, en cambio

Dolores era una mujer que acompañaba

desde otro lugar, pero sí

colaboró en su estado de ánimo

para contener a este hombre tan

apabullante.

Quizá desde la contención

afectiva, Dolores Costa

supo acompañar y marcar

otros momentos decisivos

de la vida del caudillo entrerriano…

-Dolores Costa es protagonista

de un acontecimiento muy especial,

un poco antes de su muerte,

que es cuando recibe a Domingo

Sarmiento en San José, en

ese gran encuentro donde se reúnen

estos dos enemigos, muy

civilizados y cordiales, pero en el

fondo no se querían. Ella había

colaborado precisamente en la

puesta de escena de la casa, y lo

cubre de pétalos de rosas, el camino

que lo llevará a Sarmiento

hasta el caserón, en una clara

afrenta con ese color prohibido

por el propio Sarmiento, el color

de la rosas, la divisa punzó, que

él había instado a que se prohíba,

y el azul como color preponderante.

Es Dolores quien decora

la casa con esos colores, seguramente

bajo las órdenes de Urquiza,

pero ella apoyaba a su marido

en las confrontaciones públicas

y privadas, o sea que colaboraba

de esa forma con su marido.

¿Cómo influyó la conducta

de este personaje por sus

incontables mujeres y los

nuevos paradigmas que vinieron

después y la obligación

de formalizar una relación

amorosa?

-Me parece que él es un transgresor

para su tiempo, se anticipa

a su época. Primero, reconociéndolos

y dándoles el apellidos

a muchos de sus hijos ilegítimos,

no los que tiene con Dolores, sino

los previos. Esta era una práctica

que no se hacía, ya que los hombres

tenían hijos con otras señoras

y no legitimaban esa concepción,

y se transformaban en hijos

bastardos. Pues Urquiza, les da el

apellido a muchos de estos hijos

previos a su matrimonio y se casa

al fin y acabo con Dolores, después

de un reclamo de sus camaradas,

que le dicen “bueno señor,

ya es presidente, es hora de casarse

porque las habladurías son

muchas…”

Sarmiento hablaba de Dolores

como la “sultana criolla”, y

lo trataba a Urquiza que llevaba

adelante prácticas orientales,

que no era bien visto, ya que esto

era como tener un harén. En

definitiva, Urquiza acepta las sugerencias

y se casa. Tal vez, esto

demuestra su amor por esta

mujer o lo que le convenía hacer

políticamente. Yo elijo creer que

eligió casarse porque estaba realmente

enamorada de esta joven.

¿Cuál es el límite a la hora

de hacer una novela histórica

tomando datos reales para

el trabajo, pero también

basándose en la imaginación

y la creatividad?

-El género que elijo para mi

escritura es la novela histórica,

no la biografía. Estoy amparada

por los datos y hechos históricos

y verídicos, pero juego con

los artilugios de la ficción. Es una

novela, pero por supuesto que el

rigor histórico es total, pero depende

también de la imaginación

y la creatividad de quien escribe.

Hay una reproducción de

dichos de Urquiza y hombres de

los que escribo y sus correspondencias,

además de todo lo que

se ha escrito y reproducido oralmente

sobre anécdotas y demás.

El género permite algunas licencias,

no licencias de lo inverosímil,

porque no traigo personajes

que no existieron en ese momento

histórico. La novela contiene

los sucesos y están cocidos

de tal manera que resultan interesantes

a la hora de la lectura de

la novela.

¿Cómo cree que se manejaron

otros caudillos en su

vida íntima con las mujeres?

-El siglo XIX está plagado de

historias atrapantes de hombres

y mujeres deslumbrantes, y es

una época que estaba todo por

hacerse. Es el siglo que me interesa,

y seguramente debe haber

un vector común de los caudillos,

los hombres de poder y de

cierta clase en su trato con las

mujeres. Pienso en Buenos Aires,

en el barrio del Tambor, las

mulatas, las negras y mestizas,

con ellas sí que no se podía avasallar

tanto, porque eran capaces

de defender su honra a escopetazos,

y eran ellas quienes

decidían ir a la cama con quien

querían. Las mujeres de otra clase,

que estaban cerca del caudillaje,

aceptaban sin titubeos las

decisiones de estos hombres.

Hoy podemos pensar que fueron

en forma abusiva, o que incluso

fueron violadas por los hombres,

pero eran conceptos que no existían

en esos tiempos. Las mujeres

aceptaban las decisiones

que tomaban los hombres sobre

ellas. Por ejemplo, si un hombre

de poder la elegía, era quizá algo

positivo para ellas. Había mujeres

contadas con los dedos de

la mano las que defendían sus

derechos e intimidad, y seguramente

eran tratadas seguramente

como locas, como el caso de

Mariquita Sánchez Thompson,

que decidía ella con quien casarse;

o Remedios de Escalada, que

se casa con San Martín, pero revelándose

contra el designio de

sus padres, a quien le habían elegido

el candidato y no era San

Martín precisamente. Las mujeres

aceptaban primero lo que decía

el padre, después lo que decía

el marido.

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