Por José Ismael Gómez.
"Los pastores deben tener olor a oveja" "Los pastores deben tener olor a oveja"
Esta frase fue pronunciada por el Papa Francisco en varias ocasiones, pero se hizo especialmente famosa durante su homilía en la Misa Crismal del 28 de marzo de 2013, poco después de su elección como Papa.
Una manera de honrar su memoria es la Adoración Eucarística, frente al Sagrario, en la capilla de Adoración o del Santísimo Sacramento, junto con los fieles laicos.
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Qué lindo sería que los laicos que concurren a la capilla de adoración o a la capilla del Santísimo Sacramento digan: Si, los sacerdotes siempre andan por aquí, están un momento y se van.
En mi opinión, el religioso está llamado a ser un contemplativo del Señor, de su presencia eucarística, de Aquel que los sacó de entre los hombres para hacerlos ministros del altar, ¡nada más y nada menos!
Un lugar preferencial para hacerlo es frente al Sagrario, y al lado de sus ovejas, si es posible.
Los obispos hacen esta adoración en su capilla privada, seguramente, al igual que lo hacen otros religiosos que tienen su capilla privada, pero la idea es que la gente los vea, porque como dice la frase, las palabras conmueven, pero el ejemplo arrastra.
Tener esos momentitos diarios frente al Sagrario es muy importante, entre otras cosas para demostrar su total dependencia con el Señor, para que el Señor vaya quemando también en ellos aquello que obstaculiza la acción de la gracia. Que el Espíritu Santo vaya quemando, por ejemplo, apegos: el religioso está en el mundo, pero no es del mundo.
En mis años que llevo de discipulado, escuché a diferentes religiosos hablar sobre la oración, sobre renunciar a todas aquellas cosas que nos alejan de Dios. Pero el religioso tiene que hablar como quien tiene autoridad. Y la autoridad viene de la mano de la experiencia de vida, de su experiencia de oración, de vida de piedad, de conversar frecuentemente con el Señor, que está las 24x7, como se dice coloquialmente, en el Sagrario.
Muchos deseamos fervientemente tener una capilla de adoración cerca para visitarla con frecuencia.
Aprovechen los religiosos que tienen a pocos metros de su despacho para hacerlo, si es que no lo hacen, o si lo hacen, renueven esa práctica, con nuevo fervor; y tengan presentes en sus corazones a los laicos que por su estado no pueden, no saben o no quieren hacerlo. Vayan también con la oración a las periferias de la existencia humana, como decía el Papa Francisco.
A la misa como a los momentos de oración y adoración frente al Sagrario los veo como ese hueco en el techo que hicieron los que llevaron al paralítico para ponerlo frente al Señor, para que él lo curara (Mc 2,1-12).
El religioso está llamado a ser un referente en el camino de la perfección cristiana.
La perfección a la que nos invita el Señor existe, algo que para los hombres es imposible, para Dios es posible, y los santos principalmente, con la ayuda divina lo transitaron.
Me viene a la mente, aquel aviso del Señor a Simón Pedro sobre el maligno, y su oración por él:

"Simón, Simón, mira que Satanás ha solicitado poder zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos." (Lc 22,31-32)
Cuando era ministro de la comunión, en la Sacristía, junto con el sacerdote y momentos antes de empezar la misa, estando ya la asamblea dispuesta, me resonaba aquella pregunta que el Señor Jesús le hizo a Pedro, en el evangelio de San Juan, que bien puede ir para el religioso en esos instantes previos a la celebración de la Eucaristía:
¿Me amas más que éstos?
Finalmente digo que no me parece correcto decir: Que la Virgen María nos acompañe. ¿Puede una madre, como ella, que estuvo junto a la Cruz de Jesús, no estar a nuestro lado? Imposible.
La cuestión no pasa por allí, sino porque nosotros estemos y queramos estar siempre al lado de ella, que nos dejemos amar, abrazar y cuidar por ella, que la busquemos como la criatura corre a los brazos de su madre.
Esto vale también cuando invocamos a Dios pidiendo su protección, su ayuda, su luz. Considero que el religioso en su condición de pastor debe hacer que el laico reencauce su modo de orar, de implorar a Dios: no pedirle a Dios que haga cosas por nosotros, sino que nosotros hagamos lo que Él nos dice o nos pide que hagamos nosotros; llevar a la práctica aquel pedido de la Virgen en la boda de Caná de Galilea: Hagan lo que él les dice.
Un abrazo filial y fraterno en Cristo Jesús, en María, su madre y madre nuestra y en San José, su padre y padre nuestro.
José Ismael Gómez
Autor del libro La búsqueda de Dios








