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El laberinto de la tarea docente del nuevo siglo

08/09/2019 02:49 Opinión
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El laberinto de la tarea docente del nuevo siglo El laberinto de la tarea docente del nuevo siglo

Por Amanda Anríquez de Corbalán. Prof. de Ciencias de la Educación UCSE; y especialista en Educación Superior UNSE.

Ser docente y trabajar en educación y en la escuela hoy requiere competencias con un triple movimiento equilibrado: saber leer la sociedad como un extranjero crítico, sostener con firmeza principios que garanticen la educación como derecho para todos; abrir, cuestionar, habilitar, reconfigurar y ofrecer espacios de encuentro dialógico entre quienes enseñan y quienes aprenden.

Las condiciones actuales son parte fundamental en la trama en la que se inscribe la tarea docente. Resulta paradójico cómo en pleno siglo XXI, en tiempos de abundancia cognitiva, de sociedad conectada y en red, que se escuche con insistencia, en los actuales discursos pedagógicos, situar el trabajo solitario del docente en medio de la violencia y la crisis que nos aqueja: social, política, educativa, institucional, subjetiva. Abundan las descripciones de la pérdida de un tiempo pasado ideal, las descripciones de una sociedad actual sin valores o en decadencia, las estadísticas del deterioro subjetivo juvenil o familiar, las limitaciones que la pobreza o de ausencias de adultos, valores, códigos etc., etc.


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Entonces todo se envuelve de desencantos, incertidumbres, víctimas y culpables, de atologización de los sujetos, y el problema se sigue retaceando, fragmentando y complejizando con la desigualdad, las tramas invisibles que se tejen y destejen, los desencuentros y desencantos, los sufrimientos, la segmentación social, de género, de capacidades recurriendo al paradigma de la complejidad (Morin E.) que nos orienta hacia una comprensión de la complejidad humana y su naturaleza. El desafío de la complejidad consiste, precisamente, en el reconocimiento de las tramas o redes de relaciones, y la imposibilidad de agotarlas en el conocimiento de sus partes. Complejidad que se nos presenta como irreductible y en la cual uno se reconoce entramado en su tarea.

Esta trama social compleja al ser “releída” (al decir de Nicastro S.) desde la profesión docente debe permitirse revisitar su “tarea” mirando ese mundo donde desarrollar “el conocimiento” con sujetos “complejos en una sociedad compleja”. El reto está entonces en la búsqueda de respuestas, desmarañar el tejido compuesto en su tensión afianzando un nuevo carretel en la cotidianeidad de su unívoca vocación.


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Pero la pregunta es ¿cómo habitar este tiempo como docente? ¿Cómo prepararse para enseñar con tanta incertidumbre? La filósofa política Hanna Arendt, nos expresa que “una crisis sólo se vuelve catastrófica si respondemos por medio de ideas ya hechas, es decir por medio de prejuicios”. Tal actitud solo vuelve a agudizar si impide ver la realidad y que nos ofrece como puerta de salida. Parafraseando lo que Baquero Ricardo nos dijo en un congreso de educación al hablar de la educabilidad y sus limitaciones podremos simplificar:

“Señores docentes es lo que hay en la escuela, tómenlo, analicen su realidad y enseñen, ese es el reto hoy, sino, busquen otro trabajo. Se equivocaron de profesión”.

Esto significa sostener con firmeza principios de la profesión docente. Tellez 2003 siguiendo la idea benjameniana orienta la puerta de “edificar la posibilidad” afianzándose con las herramientas de razón, progreso y libertad con nuevas pasiones teóricas y éticas absolutamente revalidadas. Esto es lo que Ranciére nos señala como un mapa que advierte los terrenos y abismos, y abre las posibilidades que las anuncia. Tener la capacidad de construir la muralla china (Kafka), pero sin llegar a ser un Frankenstein educador en su relación con el alumno (Merieu P).


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Ante este panorama de transformaciones y crudos desafíos, el ejercicio de la profesión docente exige nuevos perfiles y capacidades desde su formación. Achilli E. al definir el concepto de la Formación Docente como a determinado proceso en el que articulan prácticas de enseñanza y de aprendizaje orientadas a la configuración de sujetos docentes /enseñantes.

En una clara descripción establece la diferenciación conceptual entre la “práctica docente” y “práctica pedagógica. “Mientras la primera comprende el campo identitatario de los quehaceres educativos en general, el segundo, la práctica pedagógica, es lo que es capaz de desplegar en el aula en la triada didáctica.

Hoy en este contexto sociohistórico de “escuela para todos“, “escuela galpón”, al decir de algunos autores, la práctica docente se va disociando de la especificidad de su quehacer: la práctica pedagógica.

Lo que la autora quiere significar es que la tarea del aula resulta minimizada ante nuevas “emergencias sociales” a la que debe abocar el docente, asistencialismo para el que no está preparado En estos días los docentes reflexionaron y trabajaron en sus escuelas el Marco  Referencial (Resolución 337/18 del CFE) de las capacidades profesionales en la Formación Docente, intentando desde líneas directrices el Instituto Nacional de Formación Docente y cumplir con la prescripción de la Ley 26206 en el sentido de que los docentes deben tener “capacidad para enseñar, generar y transmitir valores necesarios de las personas, para el desarrollo nacional y la construcción de una sociedad más justa”, he aquí el valor de educar y del docente como educador.

¿Cuáles son esas capacidades? Dominar los saberes a enseñar, actuar de acuerdo con las características y diversos modos de aprender de los estudiantes, dirigir la enseñanza y gestionar la clase, intervenir en la dinámica grupal y organizar el trabajo escolar, intervenir en escenarios institucionales y comunitarios y comprometerse con el propio proceso formativo.

Trabajando con el paradigma crítico y desde la concepción de que el educador es un transformador de la realidad social (Giroux) la propuesta es situarse como docentes, profesionales reflexivos de la tarea de enseñanza sobre la forma y los objetivos generales dentro de una escuela libre y democrática “No descuidar la relación entre la escuela y la sociedad, reivindicando en variadas ocasiones el papel de la misma en la formación de participantes reflexivos y críticos, que  adopten posturas definidas ante las problemáticas políticas, económicas y sociales, y promuevan la construcción de un país democrático desde la posibilidad de establecer en la escuela espacios de libre participación y discusión de las realidades del entorno”.

Hacer trama a partir del reconocimiento de nuestras condiciones de época resulta inherente a la tarea de enseñar. Ese es el gran reto de hoy en una sociedad demandante de profesionales docentes, capacitados pero sobre todo con una profunda convicción de su “ser” capaz de espantar neblinas abrir caminos construyendo dispositivos junto a otros porque sabe que lucha por aquellos… la generación que está construyendo hoy y mañana.

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