Falta de ganas de tener sexo

El siglo XXI nos trajo muchas paradojas. De repente tenemos mayores posibilidades que nunca de conectarnos y comunicar, pero está siendo muy difícil hacerlo de manera eficiente y permanentemente encontramos evidencia empírica y científica que es un mal de este siglo. También hemos visto como nunca que la tecnología puede hacer maravillas en salud y resolver tantos problemas de la medicina, como nunca antes y, sin embargo, nos preocupamos como nunca de la falta de humanización de la práctica médica. En el sexo también pasa eso. Como nunca en la historia hemos facilitado su prosecución, nos hemos abonado a la tarea de liberar de estereotipos pernicioso y redoblar el esfuerzo contra el estigma de las prácticas sexuales, dejando claro que la violencia no está en esta lógica. Vivimos en una sociedad más libre que hace aos en cuestión de sexo, que se expone, se exhibe y se manifiesta. Tener sexo es más fácil ahora que lo que fue durante milenios. A pesar de eso las estadísticas actuales no son las mejores en cuanto a la actividad concreta de las relaciones sexuales. La gente puede más, pero quiere menos, simplificando. 

La ausencia de deseo sexual ha aumentado, pero no solo en mujeres, sino también varones. La guerra de los sexos, podemos decir ha conseguido la inusitada igualdad en un campo donde se logró mostrar la problemática de la cuestión patriarcal. 

Ahora bien, este inconveniente que aparece con mayor frecuencia debemos situarlo en contexto y, también verlo en su justa dimensión. Es decir, aun no es una alarma general, pero si una verdadera bandera roja de un inconveniente cuando la pareja lo ve, lo siente y se ve interpelado por esta realidad. 

En primer lugar, comprendamos lo obvio. No somos máquinas sexuales. O sea, por más que busquemos por todo lado no nos vamos a encontrar un botón de on-off. Aun cuando todos o la mayoría podamos tener momentos donde eso parece, porque ante la primera de cambio el deseo crece y se alienta, sin mediar ni contexto, ni otros problemas. Pero, el común de los mortales lo que nos pasa en la vida tiene importancia siempre. Es decir, lo que nos pasa en la vida nos afecta. Ese momento personal, familiar o profesional repercute en nuestra vida en todo sentido, incluido lo sexual, obviamente. Es parte de ser humanos. Lo comprendamos y lo aceptemos, siempre. Como premisa. O sea, la primera pregunta sería obvia: ¿Cómo va tu vida personal? (respondamos sincero, obviamente). ¿Estas estresado, complicado, con ansiedad? Porque todo eso afecta el deseo sexual

La segunda obviedad, la vida sexual que hablamos es la que se relaciona con una pareja, cualquiera, entonces cae la segunda pregunta elementar. ¿cómo está tu relación? Pero, sobre todo, ¿cómo está construida tu relación? Esto significa ver si tu pareja que siempre tendrá momentos, desarrolló mecanismos de protección basado en aceitar la comunicación, proteger la intimidad y fomentar el deseo como forma de estar y sentir.

La tercera pregunta es también básica si recordamos que la actividad sexual es una actividad humana donde participa, también, nuestra biología y fisiología: ¿Cómo está tu salud? Porque hay situaciones que disminuyen el deseo: medicamentos problemas hormonales y, obviamente, ciertas drogas y el alcohol.

Finalmente, la pregunta clave: ¿Cómo te sientes con tu cuerpo? Porque es sobre él y su aceptación con las imperfecciones y su conocimiento donde se crea la autoestima, elemento crucial para poder desarrollar el deseo sexual.

Entonces, ¿falta deseo? Respondes las preguntas y, luego, como cualquier cosa que la sabiduría popular resumió a Dios rogando pero con el mazo dando", se consulta, porque lo que hemos aprendido los seres humanos que, salvo que decidamos lo contrario, tener actividad sexual como acto personal, interpersonal, intimo, consentido y placentero no sólo es un derecho, es una de las posibilidades más hermosas para sentirnos libre, o como dijo Héctor Alterio, en la película: Caballos Salvajes: "la puta que es lindo estar vivo".