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EL LIBERAL . Santiago

Los Ejercicios Espirituales implementados por Mama Antula, ¿Principio y Fundamento de la revolución de Mayo?

Por: Lic. Alicia Guevel. 

24/05/2025 06:00 Santiago
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Los Ejercicios Espirituales implementados por Mama Antula, ¿Principio y Fundamento de la revolución de Mayo? Los Ejercicios Espirituales implementados por Mama Antula, ¿Principio y Fundamento de la revolución de Mayo?

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Sabemos que Mama Antula fue una mujer excepcional para su tiempo. Profundamente identificada con los valores jesuitas de discernimiento, libertad, igualdad, bien común, resistencia a la opresión y justicia, transformó su misión evangelizadora en un auténtico proyecto político. Comprometida con la realidad sociopolítica de su época, convirtió los Ejercicios Espirituales en mucho más que una práctica de fe: los concibió como un instrumento de transformación personal y colectiva.

Para ella, los Ejercicios eran un espacio íntimo y revelador donde cada persona —sujeto y objeto del proceso espiritual— podía replantearse su vida, desarrollar una mirada crítica sobre su entorno y cuestionar su lugar en la sociedad. Hizo de la espiritualidad un camino hacia la acción, hacia una existencia con sentido, orientada al servicio del bien común. "Ser y hacer", seguir el magis —esa búsqueda incansable de ir por más— y propiciar obras de verdadero alcance trascendente fueron los pilares de su camino. Como solía decir emulando a Ignacio de Loyola, realizar "lo más conducente a Dios y al prójimo". 

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  En un contexto difícil, dominado por el despotismo, donde los súbditos no eran individuos sino grupos ordenados jerárquicamente bajo una estructura de coerción-obediencia, en los que la sumisión fue internalizada como normal, plantear el valor de la persona como sujeto transformador con capacidad para actuar, fue una transgresión en sí misma y un dispositivo para el cambio que algunos practicantes supieron interpretar. 

  Esta afirmación, no debe entenderse de forma lineal ni simplista. No estoy planteando una fórmula reductiva del tipo: Mama Antula + Ejercicios Espirituales = Revolución. Lo que sostengo es más matizado y es que, los Ejercicios colaboraron en reavivar y en algunos casos resignificar, los conceptos jesuitas que muchos de los actores de mayo ya habían incorporado durante su formación en los colegios de la Compañía.

 Lamentablemente, no existen documentos que permitan afirmar con certeza que los protagonistas del proceso emancipador asistieran a ellos, más su accionar lo evidencia con elocuencia. Numerosos estudios sobre su formación ideológica respaldan esta conexión. Basta recordar a figuras como Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano y Miguel de Azcuénaga, formados en el Real Colegio Convictorio Carolino, bajo la rectoría de Juan Baltazar Maziel desde 1782. Hombre de ideas abiertas, Maziel organizaba tertulias políticas en su casa, que se transformaron en espacios de encuentro para pequeñas élites preocupadas por los problemas sociales y filosóficos de su tiempo. Fiel a su formación jesuítica, no temía confrontar sus convicciones con las ideas de Rousseau, Quesnay o Voltaire.

En una línea similar se encontraba Gregorio Funes, perteneciente a una influyente familia cordobesa con profundos lazos con la Compañía de Jesús. Como rector de la Universidad de Córdoba y figura destacada en la Junta Grande, su liderazgo político fue decisivo.

 Juan José Castelli, apodado "el orador de Mayo", cursó estudios en el Colegio de San Carlos y luego en el Monserrat de Córdoba, donde compartió aulas con Saturnino Rodríguez Peña, Juan José Paso, Manuel Alberti y los hermanos Pedro y Mariano Medrano. Tras abandonar la carrera eclesiástica, se dedicó al estudio del derecho en la Universidad de Chuquisaca, influenciado por las ideas del padre Suárez. Al igual que muchos de sus contemporáneos, adoptó una postura de "ilustración católica", marcada por el pensamiento de Rousseau. Coincidía con su primo Manuel Belgrano y con Mariano Moreno en la defensa de los principios liberales y del derecho natural, que reconocía la igualdad de todos los hombres ante la ley, sin distinción de raza ni origen. A esta corriente también se sumaron Hipólito Vieytes, Bernardo de Monteagudo y Bernardino Rivadavia.

No podemos afirmar, (aunque varios hechos lo indiquen) la participación directa de estos revolucionarios en las tandas de Ejercicios, pero sí contamos con el testimonio de Mama Antula sobre la colaboración del padre Juan Nepomuceno Solá en su organización. Esa huella silenciosa, pero persistente, sugiere que la espiritualidad jesuítica, canalizada por Mama Antula, pudo haber influido más profundamente en la gestación de una nueva conciencia política de lo que los registros históricos alcanzan a mostrar.

La formación de estos hombres públicos permite afirmar que, si bien sus ideas se inscriben en el campo de la Ilustración, no lo hicieron de forma directa ni acrítica. Fueron asumidas tras atravesar el tamiz de una sólida y profunda formación jesuita. Lejos de adherir a los postulados más radicales de la política jacobina —como la anarquía, el terror o el anticlericalismo—, los hombres de Mayo forjaron un liberalismo que conservaba fuertes raíces en su religiosidad y en el contexto local que los circundaba. Es en este cruce donde puede situarse el aporte singular de los Ejercicios Espirituales: como práctica interior que consolidó los fundamentos de una "ilustración católica".

El ideal ignaciano de emprender misiones con sentido trascendente animó a un sector ilustrado de la sociedad criolla que, ya provisto de las herramientas intelectuales y políticas necesarias, comenzó a aplicarlas con decisión en favor de una transformación largamente gestada. Esa transformación halló su impulso definitivo cuando la crisis de la monarquía se hizo ineludible. Solo restaba pasar de la teoría a la acción, y los sucesos de Mayo marcaron ese momento decisivo.

La destitución del virrey y la posterior conformación de la Primera Junta no fueron meros gestos coyunturales: constituyeron, en esencia, la puesta en acto del pensamiento suareciano adaptado a las condiciones locales. En esa clave puede leerse también la realización del Principio y Fundamento de Ignacio de Loyola, como motor que condujo a un sector de la élite criolla a convertirse en agentes activos del cambio. Procurar la equidad social equivalía, en su visión, a trabajar por "la mayor gloria de Dios"; luchar por la libertad colectiva y comprometerse con la emancipación —en medio de un panorama socioeconómico y militar adverso— representaba, en definitiva, la aplicación concreta del posibilismo ignaciano en su forma más comprometida y radical.

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