Por Diego M. Jiménez.
Tensión e incertidumbre Tensión e incertidumbre
Por Diego M. Jiménez | Especial para El Liberal
La historia económica argentina, tan dada a ciclos de auge y caída, acostumbrada a crisis e inestabilidades en su crédito y moneda, tiene una hipersensibilidad singular en su relación con el dólar. Los movimientos de la divisa norteamericana condicionan, frenan, hacen dudar, están detrás o activan las decisiones económicas de la personas y empresas. Por otra parte, funcionan como termómetro de la valoración y credibilidad de cualquier gobierno. También, del actual.
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Razones para ello abundan y, es por ellas, que la incertidumbre provocada por el aumento del valor del dólar oficial estos últimos días, incluso dentro de una banda de flotación preestablecida, no debería sorprendernos. Lo que vuelve a aparecer, es el reflejo condicionado de una sociedad tradicionalmente vapuleada por erráticas políticas económicas.
¿Cuándo y por qué perdimos la estabilidad y comenzamos una lenta declinación? Esta, es una pregunta que tiene diversas interpretaciones, propias de las ideas y matices a los cuales adherimos. Pero como comentaba el economista Lucas Llach en una entrevista televisiva, no nos ponemos de acuerdo mínimamente con los datos, lo cual impide discutir alternativas y metodologías a partir de un piso racional, sustentado en una ciencia social como la economía. Algo a todas luces insólito.
Agreguémosle a este dislate, el extremismo de las posiciones en disputa y la negación de la visión del otro, y tendremos un cóctel de imposibilidad e incomprensión bastante sólido, que agrega más incertidumbre a la tradicionalmente existente en el país y, por si no fuese suficiente, a las propias de la coyuntura que estamos viviendo.
Unos y otros, con su imposibilidad de bajar tonos y sumar sensatez, hacen lo de siempre: pensar en la próxima elección y en no perder espacios de poder. La política dirige la economía, pese a los sueños utópicos (¿?) de los que imaginan una sociedad guiada por un mercado que, como un Dios, asigna y distribuye con eficacia y justicia bienes y servicios.
Ese "fanatismo por la evitación del diálogo" es un factor que suma y sumará, siempre que exista en los niveles argentinos, turbulencias, dudas, y desconfianza en torno a presente y futuro del país. No es algo menor, ni tampoco es gratuito. Tiene un costo que familias y empresas pagan cotidianamente cuando miden sus ingresos en relación a sus gastos, cuando los sectores productivos observan las tasas de interés leoninas que ofrece el sistema financiero, cuando el sueño de la casa propia simplemente no existe, cuándo el costo de contratación supera lo razonable, cuando camiones, automóviles y camionetas practican eslalon en las rutas para evitar desaparecer en un pozo o romper una cubierta, a causa de una grieta tranquilamente instalada, en los caminos por los que circulan.
Toda economía es política y toda política incluye de manera relevante a la economía en lo que se refiere a los asuntos públicos. Mientras la dirigencia nacional no comprenda cabalmente esta imbricación antigua y natural, seguiremos mirando la variación del precio del dólar con mayor o menor angustia, con mayor o menor costo personal o empresarial, pero sin dejar de vivir en una sociedad acostumbrada a la inestabilidad y a la incertidumbre y que parece no saber muy bien como abandonarlas para siempre.








