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Cuando el bullying llega desde el docente

Por la Mgter. Lic. Olga Romagnoli.

07/09/2025 06:00 Viceversa
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El término "bullying" se traduce al español de varias maneras dependiendo del contexto. Algunas de las traducciones más comunes son:

- Acoso: es una de las traducciones más utilizadas, especialmente en el ámbito escolar.

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- Intimidación: enfatiza el aspecto de amedrentar o infundir miedo.

- Maltrato entre iguales: se utiliza específicamente para describir el bullying en entornos escolares o sociales.

- Mobbing: se utiliza más comúnmente para describir el acoso laboral.

En el ámbito escolar, la Real Academia Española recomienda utilizar el término "acoso escolar". 

Estas traducciones pueden variar dependiendo del contexto y la región, sin embargo, en Argentina el término más acuñado es Violencia escolar que sin dudas tiene más divulgación los casos de esta violencia entre pares que ha dado lugar a varias investigaciones en foros y en el Observatorio de Violencia escolar.

La violencia escolar desde la perspectiva histórica no es una cuestión de percepción, sino un hecho objetivo, es decir la violencia escolar ocurre en las escuelas por eso es que de alguna manera se considera un tema relevante por lo cual dentro de las Resoluciones Ministeriales del Consejo de Educación ha prescripto que se debe incluir el tema de la Convivencia escolar dentro de los Proyectos Pedagógicos Institucionales lo que se llaman el Acuerdo de Convivencia llamado en algún momento Código de Convivencia que tenía un marcado sentido de verticalidad o sea que de la autoridad piramidal de los directivos y docentes emanaban las directivas para la Convivencia escolar y luego este Acuerdo de Convivencia se construyó con la participación de padres de alumnos y de docentes por lo cual es necesario que en todas las escuelas tengan un acuerdo escolar de convivencia que de alguna manera le dé sentido a los procesos educativos dentro de un orden existente que es un orden social.

Voy a referirme a una reflexión que tiene que ver con la mi experiencia clínica, es decir, cuando estos casos aparecen transversalizados en la consulta en donde dentro de la batería de técnicas que se utilizan para llegar un diagnóstico psicopedagógico existen varias técnicas que pueden poner en observancia la relación del docente con el alumno y es básicamente una técnica que se llama de la "Pareja Educativa" en donde la consigna se refiere a dibujar a una persona que aprende y a una persona que enseña en donde con criterios cualitativos de las técnicas proyectivas se realiza la interpretación de la misma y desde el aporte de estas técnicas y de los relatos de los alumnos se evidencian situaciones de violencia escolar, maltrato escolar por parte de los adultos que cumplen un rol dentro de una institución educativa, podemos decir por extensión que muchos alumnos han sentido o vivenciado situaciones de violencia explícita o implícita y que muchas veces ese vínculo puede coadyuvar para desencadenar DEA o dificultades específicas de aprendizajes.

Claramente, estas situaciones quedan impunes o invisibilizados dentro de la dinámica escolar y algunos en menor índice son denunciados y tratados dentro de los equipos de orientación escolar de cada institución o bien de los gabinetes centrales de los diferentes niveles de Educación sea desde Jardín de Infantes, de la Primaria, de la Secundaria o del nivel Terciario. 

El maltrato al alumno en un pasado no tan lejano, digamos siempre estuvo presente a través de los castigos corporales, la imposición de sentidos y la violencia simbólica. A partir de las investigaciones de Silvia Bleichmar en el 2008 se comenzó a alertar sobre la aparición y el incremento de nuevas formas de violencia que tuvo su mayor grado de efervescencia en el caso de Carmen de Patagones, aunque claramente fue objeto de análisis de psicólogos de psicopedagogos de sociólogos etcétera en donde los que protagonizaban formas de violencia eran los alumnos. 

Luego, un equipo de trabajo con mucha trayectoria en la temática dirigido por Karina Kaplan señala que el sistema educativo ejerció prácticas violentas desde su misma constitución histórica. Básicamente, la escuela se encargaría de imponer un arbitrario cultural propio de las clases dominantes, así como de naturalizar las diferencias sociales que se referían a formas de violencia vinculadas a proceso de fragmentación y desigualdad social fruto de políticas impuestas por el neoliberalismo en décadas pasadas.

Se puede inferir que en la actualidad existen docentes que ejercen prácticas autoritarias que se expresan en un abanico de conductas objetivas que van desde una nota que no siempre refleja con objetividad el desempeño escolar, discriminaciones verbales en devoluciones en exámenes y esto se puede escuchar en todos los niveles educativos incluso el universitario, de discriminación social, sexual, al alumno que no es "inteligente" lo cual se puede ver en la actualidad a partir de la Inclusión educativa obligatoria que tuvo todo un repertorio de situaciones de exclusión escolar por parte de docentes y directivos. 

Para sofrenar estar situaciones, el Consejo General de Educación redacta la Guía federal de orientaciones para la intervención educativa en situaciones complejas, la cual es propedéutica para conocer las alternancias de situaciones que se pueden presentar en la vida escolar.

La violencia de docentes hacia alumnos es un fenómeno complejo con profundas raíces en la cultura pedagógica y la estructura de poder en las escuelas. Analizarlo reflexivamente implica considerar no solo los actos de agresión física o verbal, sino también las formas de violencia simbólica, emocional y estructural que se manifiestan en el aula.

La violencia ejercida por un docente puede originarse en una variedad de factores, como el estrés laboral, la falta de formación en gestión de conflictos y la presión por alcanzar resultados académicos y exigencias de la planificación. Estas presiones pueden llevar a manifestaciones de violencia que van desde el castigo físico o la intimidación, hasta formas más sutiles como el desprecio, el sarcasmo o la exclusión. A menudo, estos comportamientos se justifican bajo la creencia de que son necesarios para mantener la disciplina o motivar el aprendizaje, lo que refleja una mentalidad en la que el poder del adulto se impone sobre la vulnerabilidad del niño o adolescente.

Las consecuencias para los alumnos son severas y profundas.

Repercuten en la construcción de su subjetividad de forma lapidaria.

 La violencia docente puede causar daños psicológicos duraderos, incluyendo ansiedad, depresión y baja autoestima. Además, socava la confianza en la figura del educador y en el sistema educativo en general, lo que puede llevar a la deserción escolar. A nivel sistémico, este tipo de violencia perpetúa un ciclo de agresión y sumisión, impidiendo el desarrollo de un ambiente de aprendizaje basado en el respeto mutuo y la colaboración, por lo cual también repercute en su desarrollo cognitivo. 

Para contrarrestar estas situaciones es necesario un cambio de paradigma que promueva la formación continua de los docentes en pedagogías no violentas y en inteligencia emocional. Es fundamental fortalecer los mecanismos de denuncia y protección para los alumnos, así como crear espacios de diálogo y mediación que permitan resolver los conflictos de manera constructiva. El objetivo es transformar las aulas en espacios seguros donde el aprendizaje sea una experiencia liberadora, no una fuente de temor.

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