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Del monte a la ciudad, con el quichua como estandarte

03/04/2016 00:00 Viceversa
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Con el quichua casi negado, cargándolo sobre sus espaldas junto a su "violincito sachero", don Sixto Palavecino había llegado a los pagos de la capital santiagueña a mediados de la década del 50, en busca de un sueño cargado de ilusión. Así fue como el músico nacido en el paraje Barrancas (Salavina) supo dar lo mejor de sí para que el quichua santiagueño tenga su lugar en el país y en el mundo, haciéndonos conocer y revalidar la identidad que nos hermana entre americanos, argentinos y santiagueños. A la par de la incansable labor que el estudioso académico Domingo Bravo ya venía realizando, el músico "sacherito" se convirtió en otro de los acérrimos defensores del quichua santiagueño que fuertemente se arraigó entre sus paisanos. Don Sixto creció a la par de algunos sinsabores, en la escuela rural donde se le quiso inculcar a fuerza de comentarios sarcásticos, el desprecio por su lengua materna. Y en su casa, su propia madre reforzaba los mandatos oficiales; de pura buena, porque amaba a su hijo y quería un futuro mejor para él. El propio Sixto relata en el triunfo "Kichwap Waan" (Hijo del quichua) cuando su madre, doña Petronila Palavecino, se sentía obligada a inducirlo a abandonar su lengua, sin poder por otra parte, darle las bases necesarias en castellano: Mamay noqát wijchuara, kichwap rimachis, rimayta kastillapi mana yachachis (mi madre a mí me echó / hablándome en quichua / a hablar en castellano / sin enseñarme). Recién en la flor de sus años y ya siendo un músico de prestigio, en los años 50, don Sixto superó lo inculcado y protagonizó lo que se podría llamar el destape como quichuista, munido también de su violín para transmitir la música de sus raíces. Raíces profundas Sobre aquellos sinsabores con su lengua natal, el propio Sixto contaría el sacrificio que significó luchar por la permanencia de su lengua materna. "Mi mayor alegría es que esta música sachera, montaracita y el idioma quichua hayan trascendido. Lo hago en nombre de mis ancestros y me alegro de que nuestro pueblo lo reciba de esa forma tan plena. Es una de las formas de honrar al padre y a la madre. Y más allá, a los padres y madres anteriores. Porque para mí el quichua es algo sagrado, como entrar en una iglesia. Para entrar al templo hayque persignarse, con todo respeto, como buen cristiano. Yo, adonde llego, saludo en quichua y si tengo que cantar, canto en quichua. El quichua es sagrado. Quichua castellano-santiagueño, porque en el Perú es quechua. Mi provincia tuvo la suerte de que este idioma, esta cultura sachera, echara sus únicas raíces a la Argentina. Calculamos que habrá unos 130 mil quichuahablantes, Santiago del Estero tiene 27 departamentos y en 14 de ellos se habla quichua. Es para ellos que hace 30 años hice nacer en programa radial que se llama Alero Quichua Santiagueño. Alero, por no tener puertas, es lo que sobresale del rancho, de la casa. Allí se arrima el que desea, el que se identifica con nuestros quehaceres y raíces. Antes de empezar cada programa decimos Ama sua, ama yuya, ama ckella. éste es el saludo inca y significa "Ni ladrón, ni mentiroso, ni haragán". Porque el idioma quichua fue muy despreciado. Lo querían hacer desaparecer. Era prohibido por los maestros. Yo tuve la suerte de tener en mi escuelita de Barrancas un director que al contrario de prohibirlo, cuando yo le hablaba, lo aceptaba. Para mí era una cosa normal. Yo no estaba con vergüenza. Porque la gente de los pueblos les decía "no, no hables, es una vergüenza, ésa es lengua de indio, me decían". Como el habla de los quichuistas A la hora de reconocer su capacidad intuitiva para ejecutar el violín, nada mejor que el propio Peteco Carabajal para describir sus cualidades musicales y su bonhomía en la vida diaria. "Yo también fui autodidacta como Sixto. Un día me compré un violín y solito comencé a practicar en casa y de ahí hasta el día de hoy lo que toco. Y lo toco a mi manera, porque hasta ese nivel llegué por mi cuenta", contó. "Don Sixto tuvo un gran intelecto y de mucho valor, porque nunca se revistió de solemnidad. Era un hombre que podía estar en los estrados más importantes con su sabiduría y simpleza ante la vida. No solo era que tocaba el violín a lo "campi", sino que era ése su idioma, y tenía todo un mandato que trasmitir y lo hizo. Tocaba de una manera rústica, pero dándole un sonido dulce a la vez, como el habla de los quichuistas. En concreto, fue un gran intelectual del pensamiento santiagueño y argentino". Luthier del monte De sus primeros pasos musicales, el historiador de vivencias populares y ex comisionado de Villa Salavina, Mario Garnica, recuerda que fue don "Conrao" Pérez, uno de los más virtuosos músicos de la zona, reconocido por su particular acento autóctono para ejecutar la música folclórica. "Aquí los violines eran generalmente fabricados por los propios paisanos, con cuerda de tripa de cordero, las estiraban para luego hacerlas secar, y así sacaban las cuerdas de distintas longitudes y espesor, hasta lograr armar las cuerdas de los instrumentos, como el caso de los violines. Por supuesto que Don Sixto no era ajeno a esto, yo creo que si no hubiera sido por el violín, don Sixto no hubiera trascendido tanto y el quichua tampoco", resaltó Garnica, quien no dudó en resaltar que es Don Sixto Palavecino, "nuestra conexión con la América raigal". Como recordara el mismo Sixto, en una entrevista concedida al músico y periodista Juan Carlos Carabajal en el año 1982: "los músicos de aquella época eran muy capaces. Cuando yo tenía mis 11 años y empecé a hacer mi violincito, ya estaba otro violinero como Pedro don "Caceres", así le decían los quichuistas, así nomás, sin el acento que lleva, como Martin, mi abuelito. Después estaba Tomás Avendaño, quien me vendió o me cambió por un cuchillo el segundo violín que yo tenía, hecha de una guitarra vieja por un carpintero del lugar (…) un gato que él tocaba me quedaba tanto que yo lo he aprendido, entonces a ese gato para que no se pierda, lo hemos llama-do con Felipe (Corpos) con el nombre de este hombre, y para que no quede en el olvido, le hemos puesto "El Tomás Avendaño", que es un gato popular…" recordaba Palavecino, sobre aquellos viejos músicos que vio nacer en su querida Barrancas natal.

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