Por Belén Cianferoni.
Crónicas de las niñas que fuimos llorando en los probadores Crónicas de las niñas que fuimos llorando en los probadores
Curiosamente, llegamos a la mitad del año. Ya atravesamos el 58.63013698630136986 % del 2025. Nuestros pies ya caminaron más de la mitad de los caminos, y estamos siendo arrastrados hacia el fin del año, pero hay que atravesar agosto.
Estos días sentía como si las agujas del reloj se apuraran y salieran de su eje para intentar asfixiarme. Pero ésto, señoras y señores, eso no me va a detener. Saqué mi bastón y me puse a recorrer la ciudad, a tomar sus cafés y a volverme una con la ruda.
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Mis pasos me llevaron nuevamente a la feria. Tuve frío mientras caminaba y pensé en buscar un abrigo con historias como yo. Buscar ropa escondida y tesoros dentro del torbellino de tela se sumó al equipo de mis terapias favoritas. Mientras revolvía prendas, observé a una simpática tucumana mirar dulcemente una campera de cuero. Jamás vi a alguien mirar un objeto con tanto amor y cariño. Soy tan chismosa digo, cronista que tenía que preguntarle:
Perdón por la intromisión, pero ¿qué ves en esa blusa?
Historias y oportunidades dijo mi nueva amiga. Y ganó mi atención y mi charla por un buen rato.
Mientras caminábamos, analizábamos outfits. Ella va un paso más allá de levantar algo, ver si le entra y si está en buenas condiciones. Sofía Uslengui hace un estudio y evaluación de los pros y contras de cada prenda. Ve el futuro en colores y texturas que yo aún no comprendo.
Nos sorprendimos con el tamaño de las prendas y vimos cómo unas adolescentes buscaban y levantaban ropa pensando en dónde iban a ir esa noche. Buscaban color y talles, y había mucho para elegir.
Miraba mi adolescencia en esos probadores diminutos y calurosos donde nada me entraba y lo admito: me atacó un poco la envidia por sus oportunidades. Sí, me banco decir que sentí envidia.
Sofía me devolvió la mirada.
A mí también me pasó de sufrir en los probadores lo dijo con una sonrisa triste. Ahora creo personajes que rescatan a esas niñas que fuimos, en esa ropa que no nos daba la bienvenida.
Nos quedamos atravesando colores y tramas como dos viejas amigas, hermandadas por la lucha del buen gusto al precio justo. Nos sentíamos tan fuertes como una canción de Charly García, rompiendo el negocio de hacernos sentir mal por nuestras curvas. Mirábamos el poder simbólico de la moda circular. Buscar caminos alternativos invierte la lógica dominante de la industria, donde el cuerpo debe adaptarse a los moldes.
Aquí, la feria aparece como un espacio de libertad corporal y estilística. Es una declaración política y estética a la vez.
Encima es tan barato. Esa tarde no me llevé ni un tapado, pero volví con el corazón más lleno que la bolsa ecológica que siempre me olvido en casa. Sofía siguió su camino, yo el mío, y entre tanto frío, me quedó calentita una certeza: no hace falta que la ropa te cierre si una logra abrirse al encuentro.
Revolver pilas de ropas se volvió mi militancia de los domingos, al igual que las crónicas. Si me buscan en agosto, estoy entre tapados, alguna bufanda usada y la esperanza de que un talle grande abrace lo que la industria nunca entendió.








