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El arte sanador de la escritura en "Bitácora de un duelo", de Ariana Pereyra

El libro "Bitácora de un duelo. Todo lo que pudo ser y no fue" será presentado por Judith Bitar y Cecilia Ibarra el próximo jueves 19, a las 19, en Bellas Alas, de Belgrano (s) 1807.  

El arte sanador de la escritura en Bitcora de un duelo de Ariana Pereyra

El arte sanador de la escritura en "Bitácora de un duelo", de Ariana Pereyra

15/06/2025 06:06 Viceversa
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Por Amalia Domínguez

"Los suspiros son aire y van al aire. / Las lágrimas son agua y van al mar. / Dime, mujer, cuando el amor se olvida, / ¿sabes tú adónde va?", se preguntaba Gustavo Adolfo Becquer en una famosa rima.

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Para dar una respuesta aproximada a este dolor, Ariana Pereyra se sumerge en la poesía para desahogarse. Así escribió "Bitácora de un duelo. Todo lo que pudo ser y no fue". En este libro se pueden palpar las lágrimas que drenaban de su tristeza ante la pérdida del amor. Su angustia y desilusión quedan reflejadas en este cuaderno, esta bitácora de un duelo, como lo llama. "El dolor de las pérdidas, / las que fueron personales, / las que no tuvieron funeral."

En él registra el inicio abrupto de la pérdida, la negación y el desconcierto emocional; luego pasa a las noches de autoengaño, las cadenas invisibles, el apego, la confusión emocional y la dependencia disfrazada de amor.

Pero también, hacia el final, el sentido de resiliencia se afirma y fluye como un bálsamo en sus versos, para reconstruir la identidad perdida, el amor propio, la fuerza que la instiga a vivir bien, con coraje y esperanza. "No busca cerrar cicatrices, sino crear un espacio para habitarlas con ternura. Porque escribir, aquí, también es una manera de vivir".

"Y sigo aquí, / con mis preguntas que se quedan flotando, / y la sensación de que, al final, / no se trata de entenderlo todo, / sino de aprender a vivir con la incertidumbre. / Porque tal vez, al final de todo esto, / la respuesta no se encuentra en lo que fue, / sino en lo que elegimos seguir buscando. // Me estoy tomando todo el tiempo del mundo para estar bien. / Cuesta, dejame decirte que cuesta. / Roma no se construyó de la noche a la mañana. / Me juro que podré."

El arte como terapia

Cualquier forma de expresión artística puede ser terapéutica. Muchas personas se relajan cuando bailan, cuando leen, cuando pintan, cuando cantan; pero otras -como Ariana Pereyra- canalizan sus sueños en el papel y exorcizan sus demonios internos cuando escriben.

"La psicóloga me dijo: "El primer paso para olvidar es recordar". / Helada quedé. / ¿De qué clase de tortura se trataba esta?"

"No vas a sanar si seguís llenando todo ese vacío emocional con cosas superficiales. / Al final del día, cuando te vas a dormir y la herida queda expuesta, vuelve a salir todo eso que se intentaba acallar: / los pensamientos, / los recuerdos, / lo que se dijo, / lo que no se dijo, / lo que pudo haber sido / y lo que no fue. // Yo, en cambio, sigo dejando que a la llaga de tu ausencia se le salga la cascarita de vez en cuando".

La escritura se convirtió en su psicólogo de cabecera. Convirtió a las letras en una terapia para sanar, para conectar con un mundo interno al que a veces no le damos luz en nuestro día, para reflexionar sobre su vida.

"Trato de encontrarme en las ruinas que dejaste, / de juntar mis partes sin apuro, / como quien reconstruye un jarrón roto / sabiendo que ya no servirá para flores, / pero igual merece estar de pie".

"Solita me rompí el corazón, / me gasté en un amor que nunca terminó de ser. / Lo barato sale caro, dicen, / y yo ahora pago el precio de la desilusión.

"No puedo lamentar lo que nunca fui capaz de ver: / que la culpa fue mía por querer más de lo que me podían dar.

Desde el comienzo, Ariana es honesta y confiesa lo evidente. A partir de la dedicatoria tan especial, el libro está escrito para ella y desde ella. 

"—Te odio. / —¿Por qué? —te pregunté. / —Porque me hiciste sentir mal por haberte dejado. // Como si la culpa la tuviera el herido por haber dejado / que le perfore la bala, / y no quien apretó el gatillo. // Cargué con tu abandono /y, además, con tu enojo. / Fui víctima y verdugo en tu relato: / siempre la exagerada, la intensa, la que no supo soltar".

"Hoy, mi paz es no responderte más con llanto. / Hoy elijo quedarme conmigo, / aunque me tiemble la voz, / aunque todavía duela el recuerdo".

La base sobre la que sustenta es su propia pérdida, y cómo hizo para ganar ese combate que le planteó la vida. Porque la palabra "duelo" significa también enfrentamiento, pelea.

"Y aunque hoy no sepa cómo, / me prometo intentarlo. / Una y otra vez. / Hasta que duela menos. / Hasta que no duela. / Hasta que escribir ya no se trate de vos", dice en sus versos.

"Me parece metafóricamente hermoso (sí, así como estás leyendo, y no, no estoy romantizando las pérdidas) comparar el duelo real con las batallas. Porque eso es, tal cual: un enfrentamiento con la vida, con uno mismo, y a su vez con la postura que se adopta frente a aquello que se está perdiendo", afirma la autora. "Cada uno se salva como puede, y la forma en que supe acompañarme a mí fue a través de las palabras. Encontré un refugio dentro de lo literal. Escribo para darle sentido a lo que pienso, para ponerle un nombre a todo esto que siento", comenta Ariana Pereyra.

Etapas de un duelo

El libro está dividido en cinco partes. "Cada una alude a las etapas del duelo. No aparecen por separado, sino como un conjunto de elementos en los que, en cada una de esas partes, hay un pedacito de todo.

El principio, obviamente, pasa más por la negación y el recorrido que se realiza dentro de las decepciones, del anhelo de desear que todo hubiera sido de otra forma, de querer encontrar los motivos del porqué pasó lo que pasó, de preguntarse y re-preguntarse, de buscar respuestas y soluciones. Luego, en medio del autoengaño y la ira, aparecen intercaladas una serie de "cartas" —por decirlo así— que abordan otros duelos, distintos al central, hasta desembocar en la aceptación, donde las cosas se ven desde otra perspectiva, entendiendo que sí, evidentemente perdí eso que no quería perder, pero estoy aprendiendo a convivir y sobrellevar ese objeto en duelo.

Antes de eso, aparece una etapa de "razonamiento", donde se muestra ese hilamiento de pensamientos, ese tránsito de un estado a otro, de manera progresiva. Entendí que sanar no es un proceso lineal, y que cada uno debe buscar sus propias herramientas y medios para construir la vida que quiere.

Perderme a mí misma durante mucho tiempo fue lo más difícil de todo lo que pasé, porque... ¿Cómo se vuelve a encontrarse con una misma? ¿Cómo se da el perdón después de todo? ¿Cómo se sigue después de abandonar los lugares y las personas de los que una formaba parte? Así fue como, casi a los golpes, tuve que aprender a familiarizarme con ese dolor, para no terminar consumida por mis propias vivencias.

No encontré respuestas, solo le di entidad a lo que sentía y acepté que todo pasa de la forma en que tiene que pasar. Y punto.

Transformé toda esa melancolía en este libro y empecé a vivir desde lo aprendido.

En estas páginas dejo constancia de mi renacimiento —que fueron muchos", explica Ariana.

"Escribir desde el dolor nos sana. Nos ayuda a salvar los restos de lo que quedó incendiado, nos recuerda a que eso que alguna vez ardió en la piel se desvanece mientras deja marcas en todo el cuerpo. Pero uno aprende a vivir con cicatrices, requiere de mucho trabajo interno poder salir de todo ese mundo derrumbado, de las personas que querías inmortalizar y de los recuerdos latentes en la memoria. Aceptar simplemente que todo tiene un final es la parte esencial de entender la vida. Puedo afirmar con toda la certeza de este mundo que escribir estas palabras tan crudas y reales no se comparan a lo que viví en carne propia y es eso lo que he buscado transmitir en lo largo de todo mi libro, marcar un camino definido de lo que me dolió pero que ese dolor llevó a una metamorfosis final", afirma contundente la joven escritora Ariana Pereyra. 

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