Gana quien sabe aceptar la derrota

A veces, supongo, simplemente, que las cosas suceden porque tienen que suceder. Aunque no entendamos la manera en que lo hacen.

Luego de todo este recorrido transitado, y de un duelo tras otro, pude llegar a la última parte: aceptarlo.

¿Y cómo lo hice? Dándome la oportunidad de reinventarme cada día.

Todo lo que tuve que forzar para evitar lo inevitable solo destruyó mi corazón cada día un poco más. Caer en esta cuestión de entender que sí, pude evitar en cierto punto muchas de las cosas que pasé, pero decidí —de forma consciente— no hacerlo. No es que no me diera cuenta. Pero intentaba ignorar lo que, por lógica razonable, mi cabeza me decía que no debía hacer.

Y si lo hice fue porque todas las oportunidades que fui otorgando a los demás se debían a que realmente quería intentarlo. Ansiaba quedarme porque había cimientos que ya estaban construidos, pero, en realidad, me dolía más el hecho de tener que desmoronar todo.

Entendí eso al final: me dolía tener que volver a construir lo que ya estaba armado, y no el hecho de quedarme en ese lugar en sí.

Que me pagaron con abandono a cambio de amor, lo hicieron. Me dolió, claro, pero en esa transición hacia otros lugares se encuentra dónde más invertir ese amor. La vida siempre se encarga de ponerte en el lugar al que perteneces. Es hermoso decirlo —porque cuesta visualizarlo— pero cuando lo encontrás entiendes por qué debías volver a empezar. ¿Y cuál es la lógica aplicable acá? Miralo así: cuando plantás semillas en una maceta y no crecen, piensas que es por la semilla, pero... ¿intentaste con otra tierra? A veces no pensamos en eso. Queremos asentarnos en un solo lugar por capricho, pero no nos ponemos a pensar detenidamente que quizás el problema no es la semilla sino la tierra.

Así me encuentro, replanteándome la forma en que mi visión de este mundo necesita para transitarlo de la forma más serena posible. Y me pregunté muchas veces: ¿Si sabes que se puede volver a amar, por qué te conformas con un amor que no está dentro de tus estandartes? ¿Por qué ser esa semilla que se conforma con estar plantada solo porque cambiar de maceta requiere un trabajo que no quieres volver a hacer?.

El hecho de no poder echar raíces en ciertos lugares ya requiere de una oportunidad para darte cuenta de que ahí no es.

Me quería quedar, por supuesto, pero no era para mí.

Mis bases estaban puestas en otro lugar, donde sí puedo dejarme crecer.

¿Quién iba a pensar que, al final de este recorrido, me iba a encontrar volviendo a amar?

Me di todas las oportunidades que no me dieron, que no me di, y que me fueron incluso arrebatadas. Y qué distinto fue.

Ahora la semilla se volvió flor. ¿Ves cómo cambia la historia?.