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Repensar el rol de la leche en la alimentación actual

Por Javier Alberici, Licenciado en Nutrición.

Javier Alberici Licenciado en Nutrición en Seguridad Alimentaria  y director del Departamento de Salud de UADE

Javier Alberici, Licenciado en Nutrición, en Seguridad Alimentaria y director del Departamento de Salud de UADE.

05/08/2025 12:18 Opinión
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En un mundo donde las tendencias alimentarias cambian con rapidez y muchas veces se imponen más por moda que por evidencia, vale la pena detenerse a pensar qué lugar ocupa la leche en nuestra alimentación, por qué la elegimos (o no) y qué rol puede cumplir en cada etapa de la vida.

La leche es una fuente relevante de proteínas, grasas, vitaminas y minerales. Durante décadas se recomendó priorizar su versión descremada, por su menor contenido graso. Sin embargo, nuevas investigaciones invitan a revisar esta indicación: en personas adultas sanas, la leche entera puede formar parte de una alimentación equilibrada, siempre considerando el contexto individual, las preferencias y necesidades nutricionales particulares.

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La leche descremada continúa siendo una alternativa válida para quienes buscan reducir su ingesta de grasas. Por otro lado, las versiones deslactosadas son clave para personas con intolerancia o sensibilidad a la lactosa, que puede generar malestares como distensión abdominal, gases o diarrea. Este tipo de leche permite evitar esos síntomas sin resignar los beneficios nutricionales del producto original.

Cuando no se consume leche, es importante prestar atención a otros alimentos que puedan cubrir los aportes de calcio y nutrientes esenciales. Yogures, quesos, semillas, frutos secos, legumbres o bebidas vegetales fortificadas con calcio y vitamina D pueden contribuir a ese objetivo. Si se eliminan por completo los lácteos, es fundamental contar con la orientación profesional de un/a Licenciado/a en Nutrición para evitar carencias a largo plazo.

En ese sentido, las llamadas "leches vegetales" —como las de soja, almendra, avena o arroz— no son en rigor leche, ya que no provienen de origen animal ni poseen naturalmente su misma composición nutricional. Aun así, algunas versiones fortificadas pueden ser incluidas en una alimentación vegana equilibrada. 

En los primeros años de vida, el rol de la leche también adquiere una dimensión fundamental: su contenido de grasas es clave para el desarrollo neurológico. Pero ningún producto industrial puede igualar el valor inmunológico, nutricional y emocional de la leche materna. Su promoción y protección siguen siendo esenciales en las políticas de salud pública.

Por último, es importante advertir que no todo lo "natural" es sinónimo de seguro o saludable. El consumo de leche cruda —sin pasteurizar— representa un riesgo real, ya que puede contener bacterias peligrosas, especialmente para niños, embarazadas y personas mayores. La pasteurización es un proceso necesario y seguro que garantiza la inocuidad del producto sin comprometer su valor nutricional.

Más que tomar postura a favor o en contra, repensar el consumo de leche implica entender su complejidad. Su inclusión o exclusión debe basarse en evidencia científica, contexto individual y decisiones informadas, no en prejuicios ni modas. Porque más allá de los debates, el verdadero desafío está en construir una alimentación equilibrada, consciente y fundamentada en evidencia científica.

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