Crónicas de la poda de Agosto

Holaa, ¿cómo están? ¿Todo bien?

Les aviso desde ya: agosto no viene liviano. Es un mes largo, angosto y de esos que piden estrategia… con los gastos, con los sueños y hasta con lo que esperamos recibir. En el calendario parece inofensivo, pero entre las estrellas y los astros que habitan en nosotros, hay un tránsito estrecho, casi como pasar con un vestido ancho por una puerta angosta.

Agosto es mes de felinos y rugidos, pero también de silencios calculados. Yo me lo tomé en serio: consulté a cinco astrólogos, tres economistas y un jardinero. Saludos para Don Antonio Juárez, de paso, gracias por las advertencias para mis plantas.

Para mí, agosto siempre fue mes de tijeras en mano: la poda de las parras de casa. Es un momento crítico para cualquiera que sueñe con uvas dulces en verano. Tijera en mano, hay que cortar con cuidado, sabiendo que de esos brotes quedarán las dulzuras del futuro. Mi tío Mario Cianferoni siempre me recuerda: "Antes del 20 de agosto, y si podés, en días secos y soleados". Hay que eliminar ramas viejas, brotes que nacen de madera antigua y sarmientos débiles. Y siempre, siempre, dejar 2 o 3 yemas en los brotes fuertes para favorecer racimos grandes.

Miré mi patio y lo vi vacío. Y ahí entendí que también me estaba podando a mí misma, que estaba preparando espacio para algo nuevo. Así que les aviso con alegría: ya no voy a llorarles por mi falta de parras. Las acabo de plantar. Busqué las mismas variedades que supimos tener, y hasta acomodé el patio a tiempo. Estoy invirtiendo en la frescura futura, en ver verde y sombra cuando el verano me abrace.

Pasando a otro tema, también hablaron las cartas. La astróloga me dijo que es momento de aflojar y soltar. Que no puedo seguir reteniendo todo. Que hay que delegar. Igual que con las plantas, hay que podar para crecer. Me dijo que arranque las malezas de mi entorno (culpa de Saturno), que riegue las flores de mis amistades y las disfrute (Venus tenía algo que ver), que pode ramas viejas para dejar entrar luz (Urano, aunque ahí me reí y no me animé a preguntarle) y que todo esto era para abrir paso a nuevos brotes (Júpiter sonreía de fondo). Mientras ella hablaba, yo pensaba en Sailor Moon. Me cuesta soltar la infancia, así que seguro tiene razón.

Agosto en Santiago del Estero es final de invierno: el frío cede, pero el calor todavía no llega. Es un mes de transición, perfecto para quienes estamos cambiando de piel. Literal: la dermatóloga me dijo que esta es la última oportunidad para un peeling antes de que el sol empiece a picar. Hasta mi piel me pide inteligencia y cuidado, para acompañarme todo el camino que falta.

Este es el mes de poner cosas en cajas, de acomodar ropa, de pensar en el verano, de limpiar ventiladores, de ordenar cables, de pagar deudas antes de que se amontonen. Y es, sobre todo, un mes para distribuir cargas: no dejar que se acumulen en un rincón y nos quiten espacio para vivir.

Respiro, leo todo esto y sí… me canso. Pero también me animo. Porque aunque agosto sea largo y angosto, se puede caminar. Con tijeras afiladas, con cajas listas y con la certeza de que lo que se corta ahora, florece después.